EL
JILGUERO.
Las
mañanas de sábados y domingos, en tiempo de otoño, cuando la
escuela nos ofrecía un merecido descanso, aprovechábamos estos días
para entregarnos a nuestra afición favorita....el silvestrismo. Es
común en Tharsis, esta afición heredada de padres a hijos como algo
muy nuestro, como si fuera un vínculo que une al minero con estas
pequeñas aves de canto melodioso y espléndido plumaje, a las cuales
se enjaulaban para gozar de su extraordinario canto. Los alrededores
de la corta sierra Bullones, desde la antigua casa de albañiles
hasta prácticamente el huerto de Rambla, eran invadido por cualquier
aficionado con un pequeño ramo de encina u otro arbusto, para
colocarlo a pocos metros del abismo, en el mismo filo de la corta. A
primeras horas de la mañana un sinfín de melodías se fusionaban,
con las aves que comenzaban un nuevo día....así podríamos
escuchar..lavanderas blancas, colirrojos tizones, bisbitas, cogujadas
junto al característico y harmonioso canto de los
fringílidos...(Jilgueros, Verdecillos, Verderones, Pardillos,
Lúganos y Pinzones). Bajo la figura del imponente malacate, testigo
mudo de tantas y tantas aventuras, hazañas y anécdotas comenzábamos
a disfrutar de nuestra jornada de fin de semana.
Este
pequeño relato que escribo a continuación es verídico, sucedió
una de tantas mañanas que acudíamos al lugar para satisfacer
nuestra afición....titulo al relato... “El jilguero”...el cual
he rescatado de mi memoria, como cualquier bibliotecario puede hacer
de su extensa biblioteca, trayendo el libro que quiere consultar y
de esta forma ofreceros y sumirnos juntos en la nostalgia de
aquellos maravillosos años.
...Un
precioso jilguero, de buen porte y esplendido canto, burlaba una y
otra vez cualquier tipo de trampa que teníamos dispuesto para su
captura, de esta forma, arboletes, cepos y alguna que otra red, no
podían vanagloriarse de haber cogido tan maravillosa ave. Su
extraordinario y bello canto, podría escucharse a primeras horas de
la mañana, desde los eucaliptos cercanos al huerto de
Rambla....desde ahí, partía todas las mañanas para dar buena
cuenta de las semillas de cardo, que abundaban por los alrededores
del cabezo.
Sus
congéneres, enjaulados, se abatían con esplendidos reclamos para
atraerlo hacia la trampa mortal, donde varetas embadurnadas de liria,
esperaban ansiosas el contacto final. Algunos compañeros de nuestro
maravilloso ejemplar, iban siendo capturados y la banda de la cual
formaba parte, poco a poco diezmaba. Nadie podía capturar el bello
jilguero, era algo insólito, extraño, inusual. Quizás, dotado de
un sexto sentido, el cual advertía de las numerosas trampas que el
ser humano le tendía para presumir de su belleza y canto encerrado
en una triste jaula.
Juan
Álvarez Zamorano, llegaba ese día, tarde a la cita con su afición
favorita, en una de sus manos, portaba una jaula, donde un triste
jilguero trataba de comer un poco de alpiste, en la otra mano una
escoba de barrer y una bolsa donde guardaba algunas varetas, liria y
canutos. Ningún lugar estaba disponible, todo estaba ocupado por
numerosos aficionados que habían madrugado, para poder capturar el
mayor número de aves. Cercano al huerto de Rambla ,quedaba un
pequeño lugar libre, que Juan ocupó ante la atenta mirada de los
numerosos aficionados que poblaban el cabezo.
Con
toda la expectación, Juan, invirtió la escoba, colocándola sobre
un pequeño montículo de tierra, luego, con varias rocas, la
sujetaba para que no cayera, posteriormente amasaba en sus manos una
liria pegajosa, realizada quizás con trozos de guantes de
goma...mientras, en el cabezo, los numerosos aficionados reían a
carcajadas, con aquel extraño artefacto. Pasados algunos minutos,
por fin el jilguero de Juan, comenzó a cantar, el astro rey había
ascendido su temperatura corporal y desde la pared del huerto donde
estaba ubicado, comenzó a deleitarnos con toda una sinfonía de
reclamos, atrayendo hasta nuestro ejemplar que se acercaba en un
primer vuelo para posar sobre unos cardos a pocos metros donde estaba
ubicado el extraño “arbolete”. De pronto, Juan emitió una
palmada, que asustó a nuestro bello jilguero, posando sobre el
extraño arbusto, embadurnando su frágil cuerpecillo con la liria de
Juan. Nadie daba crédito de lo que había sucedido, y todos los
aficionados se desplazaron para contemplar al gran ejemplar
abatido....Juan, había vencido a la magnifica ave, que se había
convertido en leyenda. Desde ese momento el maravilloso ejemplar
ocuparía una de sus jaulas, para deleitar a Juan y cualquier
aficionado de su excelente, prodigioso, portentoso, canto y plumaje.
El
Jilguero........Un relato de Marcos Tenorio
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