sábado, 20 de junio de 2020

El jilguero

EL JILGUERO.

Las mañanas de sábados y domingos, en tiempo de otoño, cuando la escuela nos ofrecía un merecido descanso, aprovechábamos estos días para entregarnos a nuestra afición favorita....el silvestrismo. Es común en Tharsis, esta afición heredada de padres a hijos como algo muy nuestro, como si fuera un vínculo que une al minero con estas pequeñas aves de canto melodioso y espléndido plumaje, a las cuales se enjaulaban para gozar de su extraordinario canto. Los alrededores de la corta sierra Bullones, desde la antigua casa de albañiles hasta prácticamente el huerto de Rambla, eran invadido por cualquier aficionado con un pequeño ramo de encina u otro arbusto, para colocarlo a pocos metros del abismo, en el mismo filo de la corta. A primeras horas de la mañana un sinfín de melodías se fusionaban, con las aves que comenzaban un nuevo día....así podríamos escuchar..lavanderas blancas, colirrojos tizones, bisbitas, cogujadas junto al característico y harmonioso canto de los fringílidos...(Jilgueros, Verdecillos, Verderones, Pardillos, Lúganos y Pinzones). Bajo la figura del imponente malacate, testigo mudo de tantas y tantas aventuras, hazañas y anécdotas comenzábamos a disfrutar de nuestra jornada de fin de semana.

Este pequeño relato que escribo a continuación es verídico, sucedió una de tantas mañanas que acudíamos al lugar para satisfacer nuestra afición....titulo al relato... “El jilguero”...el cual he rescatado de mi memoria, como cualquier bibliotecario puede hacer de su extensa biblioteca, trayendo el libro que quiere consultar y de esta forma ofreceros y sumirnos juntos en la nostalgia de aquellos maravillosos años.



...Un precioso jilguero, de buen porte y esplendido canto, burlaba una y otra vez cualquier tipo de trampa que teníamos dispuesto para su captura, de esta forma, arboletes, cepos y alguna que otra red, no podían vanagloriarse de haber cogido tan maravillosa ave. Su extraordinario y bello canto, podría escucharse a primeras horas de la mañana, desde los eucaliptos cercanos al huerto de Rambla....desde ahí, partía todas las mañanas para dar buena cuenta de las semillas de cardo, que abundaban por los alrededores del cabezo.

Sus congéneres, enjaulados, se abatían con esplendidos reclamos para atraerlo hacia la trampa mortal, donde varetas embadurnadas de liria, esperaban ansiosas el contacto final. Algunos compañeros de nuestro maravilloso ejemplar, iban siendo capturados y la banda de la cual formaba parte, poco a poco diezmaba. Nadie podía capturar el bello jilguero, era algo insólito, extraño, inusual. Quizás, dotado de un sexto sentido, el cual advertía de las numerosas trampas que el ser humano le tendía para presumir de su belleza y canto encerrado en una triste jaula.

Juan Álvarez Zamorano, llegaba ese día, tarde a la cita con su afición favorita, en una de sus manos, portaba una jaula, donde un triste jilguero trataba de comer un poco de alpiste, en la otra mano una escoba de barrer y una bolsa donde guardaba algunas varetas, liria y canutos. Ningún lugar estaba disponible, todo estaba ocupado por numerosos aficionados que habían madrugado, para poder capturar el mayor número de aves. Cercano al huerto de Rambla ,quedaba un pequeño lugar libre, que Juan ocupó ante la atenta mirada de los numerosos aficionados que poblaban el cabezo.


Con toda la expectación, Juan, invirtió la escoba, colocándola sobre un pequeño montículo de tierra, luego, con varias rocas, la sujetaba para que no cayera, posteriormente amasaba en sus manos una liria pegajosa, realizada quizás con trozos de guantes de goma...mientras, en el cabezo, los numerosos aficionados reían a carcajadas, con aquel extraño artefacto. Pasados algunos minutos, por fin el jilguero de Juan, comenzó a cantar, el astro rey había ascendido su temperatura corporal y desde la pared del huerto donde estaba ubicado, comenzó a deleitarnos con toda una sinfonía de reclamos, atrayendo hasta nuestro ejemplar que se acercaba en un primer vuelo para posar sobre unos cardos a pocos metros donde estaba ubicado el extraño “arbolete”. De pronto, Juan emitió una palmada, que asustó a nuestro bello jilguero, posando sobre el extraño arbusto, embadurnando su frágil cuerpecillo con la liria de Juan. Nadie daba crédito de lo que había sucedido, y todos los aficionados se desplazaron para contemplar al gran ejemplar abatido....Juan, había vencido a la magnifica ave, que se había convertido en leyenda. Desde ese momento el maravilloso ejemplar ocuparía una de sus jaulas, para deleitar a Juan y cualquier aficionado de su excelente, prodigioso, portentoso, canto y plumaje.

El Jilguero........Un relato de Marcos Tenorio

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