viernes, 13 de marzo de 2020

La Despedida

La Despedida

...Sonó el despertador, antes de la hora convenida habitualmente, aunque ya llevaba tiempo, observando las manecillas, como se aproximaba a la hora, donde la alarma se activaría, aunque no haría falta, pues antes que se activara ya había pulsado la tecla para desactivarla. Sentada sobre el borde de la cama, su rostro presentaba, aspecto pensativo reflexivo y una sonrisa agridulce, comenzaba a crecer sobre su faz, donde el abundante cabello color castaño, ocultaba parte del semblante. Con movimientos perezosos y lentos, se dirigió hasta el cuarto de baño, donde el agua cálida y tibia, estimuló de nuevo, las funciones elementales, para encarar la dura jornada que le esperaba. En el comedor de casa la esperaba sus padres, en sus rostros podría observarse, la tristeza, que desprendían, aunque ocultaban con fuertes remordimientos, el vacío que de nuevo quedaría su querida hija, al marchar.
 
..-¡Hija, he preparado las torrijas paridas, que tanto te gustan, con la miel que trajimos de la Huerta Grande!.
 
Exclamó la madre, ausentándose en esos momentos hasta el cuarto de baño, donde un pañuelo secó las lágrimas, que de manera abundante descendían de sus enrojecidos ojos.
 
..-¡Queridos padres, que feliz, me encuentro con vosotros, me habéis dado todo cuanto he necesitado, sin nada a cambio, en el mundo no habría oro, para poder pagaros todos los esfuerzos y sacrificios, para lograr que mi profesión sea hoy día, la realidad, que tanto añoré desde pequeña!. 


Una vez consumado el desayuno, encaró la puerta del hall de salida, donde un frío pomo, recibió de manera sutil la mano, que accionaba el mecanismo para abrir la puerta. En esos momentos, un sonido lastimero, se dejo oír desde un rincón del comedor, un sonido familiar, un sonido que solo podría oírse en despedidas. Desde la mecedora, semitapada con algunas mantas, su querida perra, la observaba con ojos afligidos, apenados
 
..-¡Ah querida amiga, me olvidaba de ti, no te preocupes, pronto estaré de vuelta!.
 
Exclamaba, mientras besaba de manera repetida, el cráneo del animal entre la orejas, por su parte, la perra hacía ademán para abrazar a la persona por la que sentía predilección, la pequeña de la casa. Tras la despedida, volvió otra vez a la mecedora permaneciendo en la misma posición, que ocupaba. Al abrir la puerta que da acceso al patio, la temperatura descendió de manera brusca, y padres e hija, arroparon bien la zona del cuello con gruesas bufandas. El sonido de cancela, chirriante, crepitante y crujiente, anunciaba e indicaba que ya estaban en la calle, frente al coche, el cual la conduciría hasta su destino en el aeropuerto de San Pablo. El pueblo aún en penumbras, permanecía enmudecido, acallado, sólo algunos ladridos de perros y los tempranos cantes de gallo, para anunciar las claras del día, rompían el silencio sepulcral. En las esquinas de las calles, sutiles halos de luz, perdían fuerza con el inicio de la claridad del día. Un rugido de motor, advertía que el coche, se ponía en marcha para encarar la carretera que conduce a Huelva. Las cortas Sierra Bullones y Filón Centro, envueltas entre nieblas, comenzaban a recuperar las siluetas, tras permanecer ocultadas por las tinieblas. En el asiento de atrás, distraída, con multitud de proyectos, planes e ideas cruzando su cerebro, la hija esbozaba una sonrisa, mientras los padres trataban de hilar una conversación que hiciera el viaje ameno, entretenido y agradable.



Sevilla, amanecía, envuelta en una fina niebla y multitud de autos, adornaba las autopistas con infinidad de colores y sonidos. El aeropuerto de San Pablo, les daba la bienvenida, con los primeros rayos de sol y la subida de temperatura. A medida que se aproximaba la hora de embarque, el corazón de la joven, palpitaba y latía con brío. Aunque ya había viajado varias veces en avión, la inquietud y desasosiego, invadía parte de su alma, y la respiración aceleraba a medida que la hora se acercaba. Poco después se anunciaba su vuelo por megafonía y los pasajeros pasarían a la sala de embarque. Momentos de tensión, abrazos, lágrimas, a medida que avanzaba, hacia la sala, volvía la vista para atrás de modo intuitivo y allí estaban ellos, sin inmutarse, con los pañuelos secando las lágrimas y saludando con las manos, que llevadas sobre los labios, lanzaban besos y repetían de forma constante.
 
..-Adiós querida hija, cuídate te queremos.
 
Tras la gran sala acristalada, unos abatidos padres observaban como el avión despegaba rumbo a la ciudad condal, desde allí tomaría otro vuelo hasta su destino en Londres, su regreso no podría saberse, quizás un año, dos.

La Despedida

Un relato de Marcos Tenorio Márquez

No hay comentarios:

Publicar un comentario