Recuerdos de Tharsis... El cine de verano.
..-¡Abuelo, abuelo, acaba de llegar el cine de verano, se ha instalado frente a la carbonería de Domingo el municipal!.
Exclamo, con nerviosismo, quebrando la paz que disfruta mi abuelo, que saborea el intenso aroma del tabaco, que emanaba desde su pipa.
..-Sí hijo, como cada año, la esquina de Manuel Peña e Inocencio Ledo, servirá para proyectar la película, que como siempre será un western o una de romanos.
..-¡Abuelo, me darás cinco pesetas, para ir a ver la película!
Exclamo, con rostro serio.
..-Claro hijo, a la noche te pasas por casa y te daré el dinero para tí y tu hermana, pero no te quedes con las pesetas, esa pobre familia, sobrevive con el dinero que recauda, en cada pueblo, por la proyección de la película. Muchos niños y algún adulto, ponen en marcha estrategias para no pagar, a eso se le llama picaresca, a la cual somos muy aficionados los españoles. Es muy sencilla, cuando esa pobre gente, pasa con el plato para que depositen de forma voluntaria algunas monedas, recogen su asiento y se trasladan, hasta la zona por donde ya han pasado, y ha sido recaudada de forma generosa por personas de buen corazón..¡No se puede engañar, a esa pobre gente, pues viven de sus proyecciones en los distintos pueblos que visitan!.
Exclama mi abuelo finalmente, poniendo fin a la intensa charla, aconsejando, orientando y advirtiendo, que el fraude, engaño y timo es un mal camino que tomar. De esta manera, personas como mis abuelos, padres, tíos y demás familia, forjaron, fraguaron y moldearon, la personalidad de nobleza, honradez, sinceridad y honestidad, que gozamos mi hermana y el que suscribe.
..-¡Muy bien abuelo, cuando pase esta noche, deposito los duros, que nos darás en el plato de esa pobre gente, para ayudarla a que sigan visitándonos todos los años.
Exclamo, dando un fuerte beso en la arrugada mejilla de mi abuelo. La tarde, calurosa de verano, se deja sentir en el pueblo, con las altas temperaturas. La población descansa, con la consabida siesta. Esta noche se romperá la monotonía, de los largos días de verano, y disfrutaremos al menos, durante algunas horas, de la magia del séptimo arte.
El crepúsculo, antecede a la noche, y poco a poco el llano que se forma entre las esquinas de las calles y carbonería, van siendo ocupados por personas que llegan desde todos los puntos del pueblo, con sillas de enea, bancos, taburetes, para observar la proyección desde los primeros lugares. Bajo una noche estrellada, comienza la película anunciada...(Ben Hur) y los aplausos afloran con algunos silbidos, cuando en la nacarada y blanca esquina, aparece el clásico logotipo de la compañía..Metro Goldwin Mayer y el rugido del león.
"Ben Hur" dirigida por William Wiler, cien veces visualizada, pero da igual, una noche más los vecinos contemplaran la célebre carrera de cuadrigas, con un gran Charlton Heston.
A los pocos minutos de comenzada la película, los recaudadores, comienzan a pedir por el público, observo algunos niños cambiar de lugar.
El recaudador, llega hasta nosotros y depositamos los duros que nos ha dado mi abuelo, de forma cortés nos da las gracias.
La película, llega al fin entre aplausos de los vecinos, son casi la una de la madrugada, y la misma noche estrellada, testigo mudo, nos despide con suave brisa del sur y el estridente cante de grillos. Poco a poco, el llano va quedando desierto y sobre la tierra se observan enormes cantidades de cascaras de pipas, compañeras inseparables, vinculadas desde siempre con las visualizaciones de películas. Nos encontramos en un nuevo día, esta noche segunda y última sesión, como bien predijo mi abuelo, esta noche una del oeste, cuyo titulo me provoca una leve sonrisa...El bueno, el feo y el malo, con un actor de difícil pronunciación...Clint Eastwood.
Motivado, quizás, al visionar...Cinema paradiso, del genial director Giuseppe Tornatore, decidí hace años dedicar una ilustración y un relato, aquellos cines de verano, que nos visitaban todos los años en fechas veraniegas. Cautivado, hechizado por la música de Morricone, pronto sentí sobre mi piel escalofríos, esos mismos estremecimientos que aparecen cuando la nostalgia, melancolía aparecen al recordar tiempos pasados. Era común en aquellos años, las proyecciones, sobre la noche estrellada. El cine al estar cubierto, se hacía insoportable, por las temperaturas que se alcanzaban en su interior y aunque una buena docena de ventiladores chirriantes, aplacaba un poco la sensación de sofoco, no era suficiente y la gente esperaba los descansos con ansias inusitadas de tomar un refresco de cola o salir a tomar el fresco. Recuerdo varias ubicaciones, donde solían asentarse el cine aunque la más común es la que describo en la ilustración, pues ofrecía un lugar amplio, además el lugar donde se colocaba el proyector, pegado a la carbonería de Domingo, estaba situado mas alto que la parte llana, de esta forma, al proyectar la imagen no salían reflejadas las personas, eso sí, había que dejar un espacio entre el público y la esquina, para que al proyectar no estorbara las personas que ocupaban los primeros lugares.
Recuerdos de Tharsis...El cine de verano.
Un relato de Marcos Tenorio Márquez.
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