La última partida de ajedrez.
...Desde pequeño, en el colegio, me sentí fascinado por un juego de estrategia, al cual llamaban ajedrez. No recuerdo bien, el profesor que nos instruyó y enseñó, primero, a mover las piezas sobre el tablero de sesenta y cuatro casillas negras y blancas, para posteriormente, ya una vez aprendido los movimientos de las diferentes piezas, el profesor nos enseñaba como se realizaban enroques, como se sacrificaba alguna pieza para obtener buena posición con el gambito, contrarrestar ataques y algunos jaque mates, rápidos como el jaque mate pastor. Todas una lecciones en las cuales quedé totalmente atraído y seducido y en ese mismo año, llegadas la fiestas navideñas, pedí a mis padres, que me regalaran un tablero reglamentario con las piezas de plástico duro, en cuyo interior se alojaba arena, para que tuvieran suficiente peso. En la parte de abajo, una almohadilla de color verde, cumplía la función de amortiguar los movimientos sobre el tablero de madera.
Por aquellos años, el ajedrez, gozaba de mucha popularidad y el enfrentamiento entre el Soviético Boris Spasski y el representante de Estados Unidos Bobby Fischer, fue seguido en todo el mundo con mucha atención e interés. Una de las tardes, acompañado de amigos, en nuestras incursiones por el paseo, sentimos curiosidad por ver el interior del circulo minero, solo que había un problema, solo se podía acceder al interior si eras socio y mayor de dieciocho años o dieciséis no recuerdo, lo cierto, que al no poder acceder, nos subimos sobre el bordillo que rodea al circulo, desde cuyas grandes ventanas, se visualizaba el interior y oh sorpresa, en todas las mesas pegadas a la pared de las grandes ventanas, había partidas de ajedrez, entre jugadores locales, auténticos duelos de titanes, verdaderos devotos de este gran juego, pugnaban con seriedad y sensatez, ante escasas personas, que seguían las partidas debatiendo entre susurros los pocos movimientos que se producían. Entre estos grandes jugadores destaco a...Juan Redondo, Juan Domínguez, Manolo Cadenas, Martín Rico, Domingo Franco, Sanchez y algunos mas que no recuerdo. Este descubrimiento de las partidas de ajedrez en el circulo, motivó, que nuestras incursiones al lugar fueran diarias, siempre acompañado por mi amigo Juan Alonso, que con el tiempo se ha convertido en un gran jugador, representando al pueblo de Tharsis, en todos los grandes eventos de la provincia y homenajeando a aquellos grandes jugadores, que nos inculcaron e infundieron, el amor por este estratégico juego.
Para algunos, el ajedrez es un juego aburrido y tedioso, aunque posee una magia especial, exenta en otros juegos, una magia que te envuelve y te hace sentir el poder que otorga la inteligencia, en las fases del juego, para vencer a tu rival con movimientos estratégicos. Apoyados sobre el duro cemento, mi compañero y yo pasábamos horas y horas, observando los lentos movimientos de piezas que se producían, pero nos daba igual, sentíamos tanta atracción, que esperábamos el jaque mate final. Ese final, dónde el derrotado, se sentía abrumado, agobiado, apabullado, aunque pronto desaparecía el enfado y ambos contendientes se daban la mano, para al día siguiente volver de nuevo e iniciar una nueva partida. A continuación, en claro homenaje a dos compañeros y amigos, dedico un relato, con ligeros toques de ficción para hacer mas amena, la lectura del mismo, titulo al relato...
La última partida de ajedrez.
...Cómo una sesión de hipnosis, regreso atrás en el tiempo y recuerdo a dos amigos, casi de profesiones parecidas, pues uno ejercía de policía municipal y otro de guardia jurado. Dos amigos cuya pasión consistía en disputar intensas partidas de ajedrez, en el circulo minero:
Domingo Franco, ejercía de policía municipal, en una época en la que el pueblo, gozaba, de un alto indice de habitantes, donde quizás la juventud, debido a su carácter rebelde, causaba con sus travesuras, más de un altercado, al cual Domingo ponía fin con su presencia, Sanchez, por el contrario al ejercer como guarda, vigilaba que los muchos cazadores furtivos de la época, no infringieran la ley en las zonas acotadas donde el actuaba. Para relajar tensiones, ambos amigos quedaban por las tardes, en el gran salón del circulo minero, donde a través del ajedrez, bajaban un tanto la tensión adquirida en sus trabajos.
Con la llegada del crepúsculo, cuando las sombras comenzaba a adueñarse del pueblo, los dos amigos se presentaban, para jugar la partida diaria, en los viejos tableros, de piezas de madera que el circulo poseía en buen número. Sentados junto a una de las grandes ventanas y tras pedir el clásico café al camarero, ambos iniciaban una partida lenta, tediosa, donde cada uno pensaba bien la jugada, antes de mover la pieza. Cada uno poseía orgullo, aunque fuera partidas amistosas y el sabor de la derrota, creaba en ellos un clima de enfado y malhumor, que cesaba, al poco rato. Una de las tardes, ambos, acordaron una partida especial, en la cual se pondría a prueba su capacidad mental e intelectual. Esta partida especial, debería, al no concluir, ser apuntada en hoja de papel, para reanudarla al día siguiente. El ganador, de la partida, gozaría de todos los elogios y alabanzas, por parte del perdedor y de esta forma coronarse como el mejor jugador.
En la partida, después del sorteo de piezas, quedó que, Sanchez, jugaría con blancas y Domingo con negras. Tras la apertura de rigor, con movimientos rápidos, fue Sanchez, el que primero atacó la zona de Domingo, por el mismo centro, al cual, respondió Domingo, con valentía. En todos estos movimientos, ambos sacrificaron piezas, y los alfiles de Domingo y los caballos de Sanchez, sufrieron las consecuencias, junto a algunos peones de ambos. Conocían bien las piezas que deberían sacrificar, para, desalentar al rival, y eso es lo que hicieron, pues Sanchez, con sus caballos, era peligroso, al igual que Domingo con la pareja de alfiles. Los días siguientes apenas con movimientos, la partida continuaba y sobre el tablero, ya comenzaba la disputa para llegar con los peones hasta el final, para cambiar por reina. Con la llegada de la noche, ambos ponía punto y final a la partida, y esta era apuntada en ambas hojas de papel, para al día siguiente continuar. Algunas personas se acercaban por alrededor, curiosas, para ver la evolución, pero desistían, al comprobar los pocos movimientos de piezas que se producían. Al cabo de dos semanas aún quedaban piezas, ninguno, daba su brazo a torcer. Sanchez, motivado, lanzó un ataque demoledor, que Domingo, pudo repeler gracias a su caballo.
Así quedó la partida, y ambos amigos tras apuntarla, regresaron para su hogar. La partida había llegado a una fase que un movimiento falso de ambos, decantaría la victoria, para uno u otro. Domingo, debería iniciar el movimiento, en el decimoquinto día, pero eso jamás podría suceder pues una triste noticia llegó hasta oídos de Domingo, su gran compañero y amigo, había fallecido esa madrugada.
Con lágrimas en los ojos, despidió Domingo, a su querido amigo. Tras la mirada perdida, los buenos momentos vividos pasaron ante el como una película y nuevamente afloraron las lagrimas, al despedir el féretro.
Pasados unos días, Domingo, ante el tablero, colocó las fichas de la última partida. El circulo permanecía semivacío, solo las fichas de dominó al ser golpeadas sobre el mármol, emitían ruido, en la sala de juegos. Ante el tablero colocado, Domingo, debería mover pieza, así quedó la partida, y eso hizo Domingo, mover su pieza negra, para ver como quedaría, y de pronto contempló atónito como una pieza blanca, de su querido amigo fallecido, se movía por el tablero, dando jaque mate, al rey de Domingo. Desde el más allá, Sanchez, con una sonrisa burlona, socarrona, había ganado la partida
La última partida de ajedrez.
Un relato de...Marcos Tenorio Márquez.
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