La Oropéndola.
Desde el mes de mayo, un sonido agradable, atractivo, cautivante, emerge desde el interior de la espesura, frondosidad y arbolado.
Con curiosidad quieres descubrir, quién emite, tan bello canto, y quedas prendado, cuando desde un eucalipto cercano, un ave despliega sus alas color negro y gualda, con el cuerpo revestido de plumas amarillas que brillan cómo, el más bello diamante pulido por el hombre, al reflejar el sol sus rayos dorados, en su majestuoso atractivo y elegante plumaje, que la madre naturaleza moldeó, concibió y forjó, para que luciera en el olimpo de las mas hermosas, atractivas y armoniosas aves, que pueblan nuestros bosques, riberas y páramos.
Ya desde pequeño, cuando acompañaba a mi abuelo al huerto, me sentí fascinado por tan maravillosa ave. Sobre la higuera, de ricos higos blancos, de magnifica sombras, sus retorcidas ,tortuosas, ramas, cargadas de grandes hojas, enmarañadas, cómo una profunda selva, cobijaban a multitud de aves, que acudían a darse un festín de sabrosos, exquisitos y deliciosos frutos. Con unas palmadas, mi abuelo ahuyentaba espantaba, asustaba a los numerosos inquilinos, receloso de que su cosecha de higos, fuera aniquilada, por mirlos, estorninos y bellas oropéndolas.
Desde los pinos carrascos que pueblan el cabezo Madroñal, entonaba su melódico canto, protestando por ser expulsada, pues en las leyes de la naturaleza no existen barreras, obstáculos ni impedimentos que prohíban acceder, permitir, saborear, el fruto deseado, para así esparcir sus semillas y que nuevos árboles florezcan, para dar de comer a las distintas especies que pueblan el planeta.
Desde el gran cinturón de eucaliptos que rodeaba Tharsis, se podía escuchar su melódico y armonioso canto las mañanas de primavera. Camuflada en las copas de los arboles de miradas ajenas, su nido era construido con total esmero. Aprovechando una horqueta, tejía un bonito cesto, revestido de cualquier objeto, donde no faltaba tela, cartón y viejas cuerdas para que sus pequeñas crías al nacer, gozaran de total seguridad, a varias decenas de metros del suelo.
De pronto, su canto llegado el mes de septiembre deja de percibirse, y es que acaban de emigrar pues el frío, no es su mejor aliado, retornan a sus cuarteles de invierno en la calurosa Africa, hasta la siguiente primavera, que nos vuelvan a deleitar con su maravilloso, magnifico, fascinante, plumaje y su armonioso, melódico, agradable, canto.
Marcos Tenorio Màrquez.
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