martes, 7 de diciembre de 2021

Recuerdos de Tharsis Las "jachas"


 

Recuerdos de Tharsis.....Las "Jachas"


...Los días de los meses de otoño, transcurrían grises y oscuros, y la monotonía en el colegio prolongaban las horas, acortando el poco tiempo que disponíamos para desarrollar juegos, debido a la llegada de la noche. A la salida del colegio, aún los tímidos rayos de sol, ofrecía un corto espacio de tiempo, para jugar sobre todo a la lima, en los verdes escenarios, que nos brindaban los alrededores, ya que con la llegada de la noche los juegos de la intemperie, lo trasladábamos al calor del hogar.


Las mesas camillas, con enaguas, tarimas y copas de picón, se convertían en nuestro escenario favorito para rescatar juegos que teníamos guardado en roperos y armarios. Clásicos juegos como parchís, ocas, dominós, ajedrez, naipes, convertían la mesa, por momentos, en improvisadas salas de juego y el sonido de los dados y fichas, quedaban para siempre grabados en nuestro cerebro.


Los programas de televisión, ganaban en audiencia, y a partir de las seis de la tarde, la franja infantil hacía las delicias de pequeños y mayores, donde Barrio Sésamo nos enseñaba a través de personajes como Epi y Blás, la rana Gustavo, el monstruo de las galletas, el significado de las palabras en tono de humor.


A partir de mediados de noviembre, ya comenzaba la labor de ir juntando leña. Faltaba pocas fechas, para la Inmaculada Concepción, día de la “jacha” como popularmente es conocida en Tharsis y que se remonta a tiempos antiquísimos, cuando los primeros pobladores de estas minas, se asentaron en los terrenos, cercanos a las minas, para trabajar en ellas.


En el escaso tiempo que poseíamos en días de semana, cambiábamos la lima por los palos de eucaliptos, y nos acercábamos a lugares donde grandes eucaliptos ocupaban hectáreas, para recoger “pelatas” (corteza de los troncos, que se desprenden, tras un periodo de tiempo, tras cubrirse con la nueva) bastantes inflamables, para generar grandes llamas, aunque de corta duración.


Para transportar los grandes ases, usábamos palos, también de eucaliptos, de unos tres metros de longitud, entre los cuales se ponía una cuerda larga de esparto u otro material para amarrarlo, una vez terminado.

Una bonita estampa, ofrecían los chavales, a su regreso hasta la “jacha” transportando los ases de pelatas. Una vez llegado al destino, los ases de pelatas, se amontonaban, formando una pila, que iba creciendo cada día con la llegada de nuevos ases. Estas llegadas continuas de ases, nos motivaban, para conseguir que nuestra “jacha” fuera la más grande, en comparación con la de otros barrios. Sobre el centro de la “jacha” se instalaba el tronco de un enorme pino, en cuya pinguruta se ataba un muñeco, casi siempre un mono de trabajo, que había quedado obsoleto, recubierto de paja.


Por las noches, antes de regresar a casa, nos reuníamos alrededor de la “jacha” y encendíamos pelatas, a modo de cigarrillos, para inhalar el humo que brotaba de ellas. Era común encender fogatas, alrededor de la “jacha” y con los palos a modo de improvisadas lanzas, advertíamos que estábamos preparados para repeler cualquier intento de quemar la “jacha” por bandas rivales, pues la rivalidad entre barrios era latente.

Los ataques, repelido la mayoría de veces, tenía un punto flaco por la madrugada, cuando algún desaprensivo, cegado por la envidia y celos, quemaba la “jacha” de forma vil y cobarde, bajo el manto oscuro y aliado que es la noche.



Aunque nuestro espíritu joven, animoso y enérgico se recuperaba pronto y estos hechos, nos motivaba, aún más, a reconstruir nuestra “jacha” con la solidaria ayuda de casi todo el barrio.



Con la fecha próxima de la Inmaculada Concepción, redoblábamos los viajes de ases y estos llegaban en gran número, no solo de palos sino también en carretillas de mano.

Llegado el día, donde habíamos trabajado desde bien temprano, el paso inexorable de las horas daba paso al crepúsculo y las primeras antorchas, comenzaban a brillar. Poco a poco los alrededores, junto a la “jacha” se llenaba de personas dispuestas a recibir el caluroso aliento de la gran fogata que estaba a punto de ser encendida. Entre nosotros, satisfechos por el deber cumplido, unas sonrisas se dibujaban en nuestros rostros mientras las personas congregadas comenzaban a cantar villancicos y canciones populares navideñas.



-¿Que pasa damos fuego ya?



Preguntaba alguno.



...-Aún es pronto esperemos que arda la de la calle Málaga y después nosotros.



Respondíamos al unísono.



De pronto unas llamaradas y alguien gritaba.



...-¡ Ya han dado fuego a la de la calle Málaga !



Todos corriendo, para asistir a la quema, y mirando de reojo para ver donde se producía la siguiente. Pasadas una hora, ya cuando, agonizaba la de la calle Málaga, unas grandes llamaradas, alertaban, y todos gritaban.



...- Ya arde la de la barriada del Coto.



...-Que gran “jacha” sin duda esta es la mejor de todas.



Comentaban las personas, que llegaban hasta la inmediaciones.



Con la “jacha” encendida, el clamor se tornaba en cánticos, acompañados de panderetas. El chasquido de las ramas de eucaliptos al arder se elevaban al cielo hasta desaparecer. Nuestros rostros, iluminados, por el fuego, contemplaban como el trabajo se desvanecía, pero estábamos orgullosos y satisfechos del deber cumplido y haber contribuido un año más, a esta ceremonia ancestral. Con las últimas llamas agonizando, las personas regresaban a sus hogares, con algo de cisco para las copas de picón.





Antorchas, iluminarias y fogatas

presagiaban, que pronto comenzaría

la “quema” de la gran “jacha”

en el glorioso barrio de la era.



Un resplandor se produjo, en la negra

noche y perfiladas llamas, rojas y gualdas

tiñeron de purpuras las caras

de jóvenes y ancianos

iluminando rostros, felices, ante las

llamas, que devoraban con ferocidad

ramas, pelatas, tojos y aulagas.


Cánticos con referencia a la nochebuena

entonaban las abuelas, entre una sinfonía

de zambombas, guitarras y panderetas.



Todo el barrio al completo participaba

de la fiesta, mientras los verdaderos

artífices, aquellos que con su esfuerzo

y pundonor acarrearon la leña

sonreían, felices, el sacrificio había

merecido la pena.





Recuerdos de Tharsis.....Las "Jachas"



Marcos Tenorio Márquez.


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