martes, 14 de marzo de 2023

En busca de la gran dorada


 

En busca de la gran dorada.



...Debo admitir, que me obsesioné en dar caza a tan bello espárido, como el capitán Ahab, logró obsesionarse en perseguir al gran cachalote, por todos los mares del mundo, aunque debo aceptar, que no perseguía a tan extraordinario ejemplar desde un buque, simplemente la buscaba desde la orilla, de finas arenas doradas, que gozamos en esta costa excepcional e impresionante, llamada costa de la Luz.


Bañadas por el impetuoso océano Atlántico, sus aguas limpias y oxigenadas, acarician y abrazan las finas arenas, con suavidad, cuando la mar permanece en calma y con bravura, coraje y ferocidad, en el momento que las borrascas, situadas en el golfo de Cádiz, agitan y alteran, las aguas, con fuertes vientos, violentos y huracanados.


Mi experiencia con las doradas, se remonta, a la lejana década de los noventa, cuando comencé a visitar la mar junto a mis amigos, Pepe Tenorio (d.e.p) Diego Fernández y José Duran Sandez. Mi bautismo de fuego, en la pesca desde orilla, fue precisamente en un impresionante espigón, que lleva por nombre Juan Carlos I, en honor al rey emérito. En esos tiempos, el espigón gozaba, de buena salud, y sus rocas de canteras y bloques de hormigón, atraían multitud de especies, dispuestas a devorar crustáceos, moluscos e infinidad de variedades, que encuentran cobijo en los recovecos y cuevas. Las rocas y bloques a su vez, delimitan una carril de hormigón, que dividen la mar de la ría, en un impresionante tramo de siete kilómetros, hasta el faro.


Careciendo totalmente de conocimientos en la pesca de mar, mis primeros escarceos fueron nefastos, debido sobre todo, a la falta de experiencia, en una modalidad totalmente nueva, para mí, ya que había pescado con boya en las tranquilas aguas de nuestro dique Lagunazo, donde las aguas, sosegadas y quietas, no ofrecían y exigían contratiempos. Con enorme júbilo recibí la primera picada, donde una pequeña mojarra, batallaba, para liberarse del mortal anzuelo. Poco después, disfrutando de un delicioso café, José Duran Sandez , emitió una fuerte exclamación, que se desvaneció entre el rugido del oleaje que golpeaban las rocas, con vehemencia, creando espumas nacaradas, que se adherían a las piedras, para desaparecer en breves momentos, dejando un rastro húmedo de intenso olor a mar.


...- ¡ Pepeeee, tu caña, verde....vaya picada !


Como un resorte, nos levantamos de nuestros cómodos asientos, y acudimos a recoger la caña, que arqueaba, quebrando su forma, con violentas sacudidas, sin duda, un enorme pez batallaba al final de la linea, a escasos centímetros del plomo.

Pepe, templando los nervios, como era habitual, en su persona, transmitía seguridad, recogiendo el sedal con maestría. Ante la incertidumbre de que criatura pudiera ser, la que peleaba y combatía, nos aventuramos a dar nuestras profanas opiniones, exentas de inexperiencias.


...- Creo que es una corvina.


- Que va, la corvina suele venir de manera recta, mientras esta cabecea de un lado a otro.


...- Sinceramente creo que es un enorme sargo, que busca alguna roca, para enrocarse.


Yo mientras, no emitía ninguna hipótesis, pues desconocía totalmente, las especies marinas, que pueblan estas aguas. Pasados unos minutos, aún nuestro amigo continuaba batallando, yo por si acaso había cogido, la sacadera, construida de manera artesanal, por el amigo Diego Fernández.


Tras unos minutos, en los que nuestro amigo, haciendo gala de destreza, había logrado vencer, al pez, tan solo faltaba izarlo, sorteando las innumerables rocas, sumergidas, que asomaban con su crestas, cuando el oleaje retrocedía.


- ¡ Es, una doradaaaaa, una dorada !


Exclamó, Pepe, con rostro de satisfacción.



Aprovechando nuevamente que la marea ascendía, al fin pudimos ver la extraordinaria criatura, que cansada, mostraba sumisión para ser izada. Me llamó fuertemente la atención, una mancha dorada, sobre su morro, de color oro resplandeciente, que se acentuó, cuando el astro rey reflejo sus rayos, sobre ella.


En esos momentos de expectación, algunos pescadores que pescaban al lado nuestro se acercaron, para ver la pieza, ya en nuestras manos. Pepe, sonreía, mientras limpiaba su frente del sudor causado, mientras nosotros aplaudíamos su enorme gesta.


Un viejo pescador que había acudido, a observar el pez, quiso dar su opinión, a la que prestamos atención, pues daba la sensación de que tenía sobrados conocimientos de todo lo referente al mar.


...-Es una dorada, de un quilo más o menos, esta es pequeña, yo las he cogido hasta de cinco quilos, pero hay algunas que sobrepasan los siete kilos.


Manifestó, el viejo pescador, al cual José, había bautizado como “Viejo lobo de mar”.


...- ¡ Ostias, de siete kilos, si esta ha presentado batalla con solo un kilo, como debe ser la que tiene siete !


Exclamé, con rostro circunspecto.


Aquella frase, del “Viejo lobo de mar”...( pero hay algunas que sobrepasan los siete kilos )... quedó grabada en mi cerebro, como la marca que produce el hierro candente sobre la piel, y la afición por la pesca de mar, penetraba en mi ser, cautivándome, seduciendome y hechizandome.


Desde ese momento, nuestras visitas al espigón, eran continuas, mientras comenzábamos a charlar y dialogar, con otros pescadores, que nos fueron enseñando las diferentes técnicas de pesca y los materiales utilizados, donde cañas, carretes, sedales, plomos y anzuelos son de vital importancia.


Comenzamos a acudir a playas abiertas, desde Matalascañas hasta Isla Canela, embriagados, extasiados y fascinados, por los parajes y la belleza que nos rodeaba, con el mar frente a nosotros acariciando nuestros rostros de suaves brisas, cargadas de hálitos marinos.

Con el paso de los años descubrimos, los lugares a los que suelen acudir las grandes doradas cuando el tiempo estabiliza, recién entrada la primavera, hasta prácticamente mediados de octubre. Conocimos lugares, en los que tras una gran caminata de kilómetros, por bosque de pinos , dunas y acantilados, accedíamos a una playa, a la cual llamaban “Piedras Negras” muy conocida por los pescadores de doradas y otras especies, que encuentran en ellas, debido, a que sus accidentados arenales sumergidos, poseen innumerables pozas con rocas, donde se refugian todo tipo de criaturas, las cuales ofrecen alimentos para los grandes peces. Continuamos con las extensas playas de Castilla, que reciben disparidad de nombres, como Cuesta Maneli, Rompeculos, Casas de Bonares, Parador de Mazagon y Mazagón, desde cuyo espigón hicimos innumerables capturas, de corvinatas, sargos, róbalos y bailas, amen de algunas esporádicas doradas, pequeñas. En las playas de Huelva visitábamos con regularidad el espigón, y las playas que reciben el nombre de playa del Espigón y el Manto, cuyas extensión llega hasta frente de Punta Umbría. El espigón de Punta Umbría, famoso por las capturas de grandes doradas, también lo visitábamos de manera regular, así como sus playas, donde Enebrales, quizás sea la mejor para tentar las grandes doradas. Ya en zona del Portil, hasta el Rompido, quizás fueran los lugares más concurridos, debido a la accesibilidad y comodidad, al dejar el vehículo muy cerca del pesquero. La playa de Nueva Umbría, cercana al Terrón, también era visitada con asiduidad, en esa playa se encuentra un lugar conocido como “La casa del Palo”, extraordinario, por encontrarse plagado de rocas sus aguas, a unos quinientos metros de la orilla, atrayendo grandes peces donde el sargo era lo más común. En Isla Cristina, visitábamos la playa de “La casita azul” y en Ayamonte con sus playas de Isla Canela y Espigón de Punta del Moral, es donde quizás mejores capturas hicimos.


En cuanto a cebos, empleamos la mayoría, aunque el más común en nuestras aventuras pesqueras fuera la popular “almiñoca” autóctona de la zona, irresistible para la mayoría de peces. Otros cebos utilizados, aunque no de manera asidua, eran el :

Cangrejo verde....excepcional para tentar las grandes doradas y sargos.


Choco o sepia...cebo de incalculable valor, muy bueno en las pesca nocturna, para tentar corvinatas y grandes róbalos.


Tita...cebo muy bueno y resistente, para todo tipo de peces.


Lombriz “Catalana”...quizás uno de los mejores cebos, aunque es muy frágil para anzuelar .


Galera...otro gran cebo, ideales para la Herrera.


Navajas...cebo extraordinario, ya que su bajo precio y resistencia en el mar, hacen que sea muy usado.


Con estos cebos acudíamos a los pesqueros, la mayoría de veces, luego pasados los años, comenzaron a venir cebos que no conocíamos y que comenzamos a utilizar...( Americano, cordel, coreanos y algunos más ).


Transcurridos más de treinta años, aún continúo con la afición, aunque ya no salga tanto como antes y aquella magia de aquellos primeros años donde disfrutábamos, gozábamos y deleitábamos del ambiente, donde la amistad con mis compañeros, se convirtió en perpetua, eterna y prolongada, forjando unos lazos que se mantuvieron todos aquellos años.


En el próximo relato y para completar, la trilogía dedicada a mi amigo Pepe Tenorio (d.e.p) Diego Fernandez y José Duran, le dedicaremos una ilustración y relato a la pesca nocturna del sargo con boya, en la cual a veces nos acompañaba la presencia agradable de Loli Fernández, esposa de Pepe y Antonio Ferrera.


En busca de la gran dorada.


Un relato de Marcos Tenorio Márquez.


 




No hay comentarios:

Publicar un comentario