El petirrojo y el ruiseñor.
...Mi jardín es un edén, donde las
pequeñas aves encuentran un paraíso
para conjugar y entonar bellas melodías
convirtiendo este pequeño entorno, en
un reducto, donde convergen, trinos
gorjeos, en una sinfonía orquestada
compuesta e interpretada, por frágiles
pajarillos, exaltando y enalteciendo
la belleza de las plantas, las cuales
motivadas e impulsadas por las
armonías, explosionan, cautivando,
a todo ser humano, que contempla
atónito, tan magno, sublime y admirable
espectáculo.
Cautivado, embrujado y hechizado por
la variedad de trinos, puse todo mi
empeño en capturarlas, para encerrarlas
en bellas jaulas, con la intención de que
me ofrecieran sus bellas melodías, todo
el año.
En pocos días, usando todo tipo de
artimañas, gran número de ellas,
ocupaban una zona soleada, en un lugar
privilegiado de mi casa.
Tristes, apenadas y afligidas, revoloteaban
en sus respectivas prisiones, de acero e
hierro, tratando de alcanzar la libertad.
Pronto, sucumbirán y entenderán, que este
es su nuevo hogar, y comenzarán a comer
y beber, cuando el hambre y la sed,
aparezca, y exija, la ración diaria, que
las mantenga con vida.
Los días pasaron, apareciendo la tristeza
y melancolía, que de manera cruel
se apoderó de sus frágiles cuerpecitos
comenzando a fallecer, transformando
aquel jardín, celestial y supremo, en
lóbrego, sombrío y siniestro.
Las bellas plantas, presagiaron la
desgracia, comenzando a marchitar
amustiarse y deslucir, de sus trajes
que las flores, habían creado en torno
a ellas.
El sauce, desde donde cantaba
y rivalizaban, el ruiseñor y el
petirrojo, comenzó a pudrirse
y negras aves, de estridentes
graznidos, ocuparon sus
despobladas ramas.
Enojado, enfadado y enfurecido,
destrocé aquellas malditas jaulas
que aprisionaron a mis frágiles
inquilinos, y desde ese momento
me dí cuenta, de que la fragilidad
de nuestro planeta, pende de un
hilo, cuando tratamos de romper
el eslabón de la cadena.
Desde es mismo día, traté de nuevo
de reparar lo irreparable, pensando
que la naturaleza, me volviera a dar
una nueva oportunidad, y que esta
maldita actuación mía, solo había
sido la maldad, envidia y celos que
acaparamos los seres humanos.
Traté, con angustia, depresiva, que
aquellos árboles y plantas, volvieran
a lucir como antaño, pero todo resultó
inútil.
Aquel bello jardín, donde las aves
me ofrecía sus cantos diarios y las
flores, sus delicadas fragancias
quedó, inerte para siempre.
Ahora, desde mi lecho de muerte, pido
a mis descendientes que no cometan el
error que cometí, un día, y que traten
de enmendar, aquellos tristes momentos.
Desde la invisibilidad, que me ofrece
mi alma, mi espíritu, vaga por estos
suntuosos jardines, que en un tiempo
cuidé con esmero.
Puedo ver, que mis hijos, aprendieron
la lección y aquel jardín, defenestrado
que produjo mi muerte, ahora vuelve
a lucir, como lucía antes de mi
trastorno.
Las aves, han colonizado de nuevo
aquel triste jardín, gracias a mis hijos
que han instalado sabiamente, cajas
nidos y comederos.
Las pequeñas aves, volvieron,
olvidando, sucesos anteriores
perdonando y conmutando, los
terribles daños ocasionados a
sus congéneres. En este jardín
ahora, de mis hijos, vuelve de nuevo
a reinar armonía, musicalidad y
de nuevo sus trinos y gorjeos, hacen
que pueda esbozar una sonrisa, aunque
ya nadie pueda verme, por fin puedo
descansar en paz.
Aprendí la lección, de que existen aves
que no soportan, estar encerradas y
fallecen de tristeza y melancolía, cuando
son privadas de libertad.
La belleza de sus trinos y gorjeos, es
un premio, que nos regala la madre
naturaleza, cuando gozan de libertad
más aún, cuando reconocen que los
humanos, tratamos de satisfacerlas
y complacerlas, cuidando su delicado
entorno.
El petirrojo y el ruiseñor......Un cuento original de Marcos Tenorio Márquez.
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