domingo, 19 de noviembre de 2023

El viejo lobo de mar


 

El viejo lobo de mar.


...La tarde, con vientos de poniente y excelente temperatura, invitaba a pescar. También el coeficiente de marea era idóneo, para practicar este noble deporte. Tras cargar todo lo necesario en el coche, partí rumbo a Huelva.

Mi objetivo, en esta época de primavera, eran las herreras o mabras, cómo se le conocen en el litoral mediterráneo. Una vez llegado a Huelva, me dirigí a la tienda de Blás, un espigado y amable Cartayero, que había inaugurado una tienda de pesca en avenida Costa de la Luz.

Juani, esposa de Blás, estaba a cargo de la tienda, mientras este, buscaba cebo en las marismas.

Una vez comprado el cebo, galeras, almiñocas y lombriz, me dirigí al punto de pesca, situado en la bonita playa del Portil, una playa de doradas arenas y agua cristalina, pulcra y limpia.

Rodeada por una vegetación, donde destaca la retama blanca, lentisco y pino piñonero, la suavidad de sus dunas se fusionan con el agua del mar, que irrumpe con vigor, cuando los vientos de poniente soplan con fuerza. Un corto trayecto desde el coche, y pronto tenía montada las cañas, y dispuestas para ser lanzadas. A mi alrededor, innumerables pescadores, se agolpaban en un reducido espacio, estaba claro, que la temporada de herreras, había comenzado. Pronto noté la primera picada, mi corazón latía con brío.


...-¿Sería mi primera herrera de la temporada?.


Tras una lucha titánica, pronto divisé su plateado lomo, que batallaba para ser liberada. Mi sorpresa fue mayúscula, pues no se trataba de una herrera, más bien una hermosa lubina, cercana al quilo. Con el crepúsculo cubriendo el litoral con sus infinitas sombras, una persona adulta se acercaba a mi lado. Con exquisita educación me preguntó que si podía pescar cerca de mi puesto.


...-¡Claro, póngase usted dónde quiera, yo pronto me iré!.

Exclamé.


En una primera impresión me recordó al capitán Ahab, por su recortada barba. Sobre su cabeza portaba una gorra, desteñida por el paso de los años, que ocultaba una cabellera, abundante, de color negro azabache, el cual no había perdido la pigmentación, a pesar de los años. Una robusta caña de pescar, telescópica, y una bolsa que contenía cebos, y utensilios para pescar , eran sus único objetos. Antes de recoger las cañas, observé por curiosidad al adulto, el cual colocaba una sardina de enorme dimensiones, sobre un anzuelo cuatro barra cero.


La robusta caña telescópica, medía unos tres metros, y había esperado pacientemente la llegada del crepúsculo para lanzar la enorme carnada, sobre unas aguas tranquilas ya que el viento había comenzado a amainar. Es en este tiempo, cuando el día precede a la noche, cuando los peces muestran menos recelos y salen a cazar. Con todo ya recogido, puse fin a mi primera jornada de herreras, la hermosa lubina en mi primera picada lucía por encima de algunos sargos y herreras, cercanas al medio quilo. Antes de partir, saludé al adulto, con la mano, y cortésmente fui correspondido.


De los pocos coches que aún quedaba en el aparcamiento, me llamó la atención una vieja furgoneta, marca Wolkswagen, furgoneta que puso de moda los hippyes de finales de los años sesenta, principio de los setenta. Pasados unos días, volví otra vez al lugar, esta vez llegué más tarde, esperaba las primeras horas nocturnas, cuando los peces de mayor envergadura rompen su timidez y salen a cazar bajo escasa luz. De nuevo, al girar la vista, advertí la presencia de la vieja furgoneta, aparcada casi en la misma zona de días pasados. Sin prestar atención, de nuevo encaminé mis pasos, hacia ese trozo de playa, donde el océano llega con sus cristalinas y oxigenadas aguas. Varios pescadores con ropa de abrigo esperaban la llegada de la noche. Apostado en un extremo, pude ver de nuevo cómo el adulto se disponía a lanzar su caña, con un pesado plomo, quizás de doscientos gramos, y de cebo, medio jurel. No había transcurrido ni media hora cuando noté la primera picada, que apenas movió el puntero, pensé, esto debe ser un pez pequeño, pero a medida que llegaba a mi presencia, se hacía más pesado, al poco rato un buen número de aficionados se reunían a mi alrededor, para ver el extraño pez, que resultó ser un enorme lenguado. Tras charlar un rato con viejos compañeros, pregunté, por el adulto.


...-Yo particularmente no lo conozco, pero he coincido varias noches con él, pesca sobre todo con el crepúsculo, lanza un pesado plomo y de cebo, medio jurel, o sardina entera, no sé que pretenderá pescar, tal vez algún cazón, jajajajajaja.

Respondía mi buen amigo Javi, gran pescador de herreras.


...-Creo que no es de por aquí, el otro día coincidí con el y me respondió en perfecto castellano, debe ser del norte.

Repliqué.


Ya entrada la noche, el adulto se acercó hasta mi presencia, haciendo gala de enorme educación, me preguntó.


...-¡Que tal, cómo va la jornada de pesca!.


...-Pues mire, un lenguado, y un par de herreras...¿Y usted ha pescado algo?.


...-No, nada, el pez que busco es difícil de sorprender, lanzo mi caña y espero.

Responde de manera sincera.

Con dudas y totalmente intrigado, vuelvo a preguntar.


...-¿Pero que pez es?.

Pregunto, dejándome más intrigado...


...-¡Ya lo verás, si tienes suerte de coincidir una tarde noche conmigo!.

Exclama.


A partir de este momento, sólo un deseo comienza a forjarse sobre mi cerebro....conocer que extraño pez, quiere pescar este viejo lobo de mar, cómo cariñosamente le apodo, desde este instante en el que comienzo a forjar una amistad con tan misterioso personaje. 

Sentado a su lado comenzamos a conocernos.


...-¿De dónde es usted?.

Pregunto, intrigado, por su buen acento castellano.


...-Soy de Valladolid, aunque me he llevado casi toda mi vida embarcado, he dado varias veces la vuelta al mundo y ya en el ocaso de mi vida, me he retirado, para conocer un poco de mi tierra, ya que sólo he visto océanos, mares, sol, nubes y estrellas.


...-Aunque ,la mar le atrae, como se puede comprobar, y ese digamos, vinculo se perpetúa en el tiempo de manera vitalicia.


...-Lleva usted toda la razón, y sí, la mar me atrae, como el imán al hierro...jajajajaja.


Desde este momento una profunda amistad y respeto queda sellada, estampada, con un fuerte abrazo. En los días sucesivos, acudo a mi cita, más bien por interés del pez que mi buen amigo quiere pescar, que por otra cosa. La gente pasa a nuestro alrededor, burlando, mofándose de este viejo lobo de mar, que sigue lanzando su caña, escudriñando cada trozo de océano, con un pesado lastre y enorme carnada. Algunos pensaran.


...-Este tío está loco, que querrá pescar con ese cebo tan enorme.


Algunos pescadores en modo de mofa y burla, preguntan.


...-¿Abuelo, cuantos tiburones lleva pescados hoy, jajajajaja?.


...-Reid, reid, insensatos, disfrutad pescando esas pequeñas mojarras, que quien ríe último, ríe mejor.

Me dice casi susurrando.


Pasan los días y el viejo lobo de mar hace vida en la vieja furgoneta. Baja hasta el Portil, y compra lo necesario para subsistir. Un pequeño butano a gas, es usado, para calentar la comida en un hornillo de dos fuegos. En uno de sus brazos se puede leer el nombre de Carmen, tatuado, quizás su único amor, también sus manos portan enormes cicatrices, mal curadas, profundas huellas de luchas titánicas con grandes marlines. Me cuenta que una noche cayó al mar, sus compañeros de momento reaccionaron, y lograron izarlo a bordo, cuando varios tiburones toros, amenazaban con despedazarlo.


...-Fue una experiencia única, jamás podré olvidarlo.

Responde.


La tarde de primavera, cómo otras muchas no ofrecía novedad ninguna. Había llegado hasta la furgoneta, dónde encontré a mi viejo amigo, sonriente, me decía...


...-Hoy es el día.


.-¿De qué?.

Pregunté, intrigado.


...-Hoy es el día querido amigo. 

 Respondió.


...-Tras tomar una taza de café a la sombra de los pinos, me dijo...


...-Hoy es el día...el coeficiente de marea es el idóneo, de 100, bastante alto, la pleamar será a las veintidós horas, los vientos de poniente soplan con fuerza, y la presión atmosférica es de 1020 milibares, todo coincide, para que nuestro amigo se acerque hasta el litoral.


Tras tomar café, preparó todo de forma meticulosa. Los jureles que servirían de cebo, estaban recién pescados, y el modesto equipo de accesorios estaba compuesto por varios plomos de 200 gramos, caña telescópica robusta, de 5 tramos y 3 metros de longitud, carrete marca "Segarra" de tambor giratorio con capacidad para sedal de 300 metros de hilo de 80 mm, anzuelos enormes de carbono e hilo de licra. Nos acercamos hasta la misma posición que siempre, había utilizado, desde que se encontraba en el Portil. Un gran anzuelo del número 2/0 de carbono, era insertado en el grueso bajo de linea. A continuación, con la aguja de insertar, atravesó el cuerpo del jurel comenzando por la boca, y sacándolo por la cola. Ya con el jurel listo, con hilo de licra, ataba con varias vueltas, el cuerpo del jurel, para que aguantara el lance. Un primer lanzamiento a unos 80 metros de la costa, era efectuado por manos expertas, el cebo de esta forma, estaría en una zona de unos 3 metros de profundidad. La suerte estaba echada, con la tarde declinando, con los últimos rayos de sol que se ocultaban entre las nubes. A nuestro alrededor pescadores bulliciosos, sacaban algunas herreras, sargos y lubinas. El viejo lobo de mar, sentado junto a la caña observaba con insistencia el puntero con mayor intensidad, que otros días, había leído de forma experta todo lo que la mar le brindaba en su devenir de oleajes, gaviotas, vientos, mareas, nubes, color del agua, todo coincidía, no había duda, pero la mar muchas veces nos engaña, cómo si nos mostrara las cartas boca arriba y luego nos las ocultara.


Yo miraba mi reloj con impaciencia, las horas pasaban de forma rápida, mientras entrábamos en uno de los mejores momentos para pescar, la ultima hora, antes de la pleamar definitiva. El viejo lobo de mar, me observaba, con rostro serio, mientras yo miraba el puntero. De pronto un sonido seco, provocó que ambos miráramos la caña que con movimientos compulsivos, arqueaba, hasta casi desprenderse del portacañas, mientras el carrete, comenzaba a desalojar hilo del tambor, cómo si una energía poderosa tirara con fuerza hacia las profundidades. El viejo saltó de la arena cómo un resorte, mientras sujetaba la caña.


...-¡Aquí está, aquí está!

Exclamaba, dando gritos.


Los pescadores de los alrededores, dejaron sus cañas y todos acudieron, a ver el gran pez, que batallaba, peleaba con bravura, para despojarse del anzuelo que lo aprisionaba. En su huida hacia las profundidades, desalojaba metros y metros de sedal, que el viejo recuperaba cuando notaba, que la bestia estaba cansada..mientras yo me preguntaba.


...-¿Qué pez podría ser?.


Una gran anchova, dorada, lubina, un gran cazón, jamás había visto nada igual, en todos los años de pesca y la curiosidad por saber que era, se hacía interminable, mientras el viejo batallaba, recogiendo sedal, soltando sedal. Transcurrida más de una hora, nuestro viejo lobo de mar, luchaba con la bestia sin desfallecer. Debido al tremendo esfuerzo que desarrollaba, pedía agua que yo generosamente ofrecía, también refrescaba su frente del sudor que emanaba, descendiendo por su rostro. Gran expectación había levantado, el gran pez, que un numeroso público se congregaba, en los alrededores de la playa, algunos de ellos, se habían mofado y burlado, del viejo lobo de mar, ahora se miraban con rostro de incredulidad. Muchos de ellos repetían una y otra vez la manida frase."Sabe más el diablo, por viejo, que por diablo".

Tras casi hora y media de titánica lucha,el viejo parecía extenuado, pero en estos momentos no podía desfallecer, faltaba poco para izar al gran pez fuera del agua. Los brazos del viejo lobo, curtidos en mil batallas, continuaban soportando la continua lucha, que sometía el enorme pez, que poco a poco cedía, claudicaba, para finalmente a pocos metros, agonizando, fuera por fin izado fuera del agua. Todos los presentes, felicitaron al viejo lobo, con muestras de afectos y cariño, mientras yo ayudaba alumbrando con mi linterna, a sacar fuera del agua esta enorme criatura, que resultó ser....una gran corvina, de casi 1´80 metros y un peso cercano de 60 kilos. Luego abatido, por el enorme esfuerzo, el viejo se retiraba hasta la furgoneta, con su preciada captura.

 

...-Asi que una gran corvina, le felicito aunque no se su nombre todavía.


...-Rafael González Pulido, ese es mi nombre, aunque todos mis amigos marineros me conocen cómo capitán Ahab, no sé, será por mi recortada barba, que recuerdan a Gregory Peck, en la película Moby Dick, aunque yo no poseo por suerte ninguna pata de palo, jajajajaja.

Respondía entre risas.


Esa noche acompañé al viejo, en la furgoneta. El enorme pez yacía sobre la parte trasera, donde sobresalía tapado con algunos trapos. A punto de amanecer trasladamos el gran pez hasta Punta Umbría. En la lonja del puerto en la subasta, se vendió a buen precio, después decidimos tomar café con churros de patatas. Entre abrazos me despedí de esta  gran persona, de este solitario viejo lobo  de mar, cuya vida había transcurrido surcando mares y océanos, y que en la última etapa de su vida, en el ocaso, aún le costaba despegarse de sus misteriosas aguas, y continuaba recorriendo el litoral, a bordo de una vieja furgoneta. Días más tarde, regresé de nuevo al lugar, ya no estaba la vieja furgoneta, nuestro viejo amigo había marchado, buscando nuevos retos, quizás hasta otro punto de la geografía Española, sin apartarse de ese trozo de agua que le hace ser feliz y disfrutar los últimos años de permanencia en la tierra.


El viejo lobo de mar...un relato de Marcos Tenorio Márquez.

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