Frente a la corta de “Sierra Bullones”.
…De pequeño en mi afán de descubrir el pueblo y sus bellos rincones, solía acompañar a mi abuelo, que gentilmente brindaba su compañía para mostrarme los hermosos parajes y contarme algunas historias relacionadas con los mismos.
Después de tomar la merienda de la tarde y agarrado de la mano, mi abuelo me conducía hasta un lugar, donde jamás había estado antes en mi corta edad. En poco tiempo, desde la calle Madroñal, recorrimos apenas medio kilómetro, hasta llegar a los filtros de agua, que se encontraba en un lugar conocido como el cabezo. Tras coronar su pequeña cumbre, un extraordinario panorama se abría ante mis ojos, quedando fascinado, embelesado, cautivado y maravillado por tanta magnificencia y esplendor. Mi abuelo con una sonrisa sarcástica e irónica, observaba mi rostro,mientras exclamaba.
...-¡Que te parece, hijo, es la corta Sierra Bullones!.
...-Oh abuelo, que maravilla con esos edificios y ese enorme “agujero” sobre la tierra y rocas, rebosantes de colores.
Sentados sobre un peñasco, recorría con la vista, toda la periferia, observando las bandadas de grajillas que volvían para pasar la noche bajo el abrigo de las imponentes rocas.
De forma paciente, mi abuelo, comenzaba a describirme cada uno de los edificios que se encontraba sobre la base de la gran corta.
...-Hijo, esta profunda corta que tienes ante tus ojos, tiene mucho siglos de historia, ya que fueron explotadas para satisfacer la demanda de minerales, que al ser fundidos se convertían en todo tipo de utensilios que solemos utilizar los humanos para nuestras necesidades diarias. Los ingleses construyeron todos esos edificios que ves, la casa de máquinas, el gran malacate, ese gran armazón de hormigón armado que ves enfrente servía para que el mineral alojado en su interior se vaciara en los vagones de los trenes a través de esa especie de embudo. Una vez llenados, emprendían el viaje hasta Corrales. Yo conducía una gran máquina de vapor, que depositaba el mineral en el cargadero del muelle de Tharsis, donde grandes barcos recogían el mineral, hasta su destino.
El gran malacate que aparece ante tu vista, revestido de acero e hierro, permanece mudo, callado, las grandes maromas de acero que bajaban la jaula, donde mis queridos compañeros se jugaban la vida diaria, arrancando mineral de las entrañas, hace tiempo que dejaron de funcionar. Hoy día, la explotación es a cielo abierto donde trabaja tu padre, tus tíos y tu padrino, pues toda nuestra familia, pertenece a esa ascendencia y estirpe de personas que se asentaron en estas tierras para trabajar como mineros, y ganar un mísero jornal, para alimentar una familia.
Mientras mi abuelo, relata con inusitado interés, impregna cada palabra de sentimientos, que cala en lo más profundo de mi joven alma. Poco a poco la tarde declina por el horizonte y algunos abuelos acompañados de sus nietos comienzan a colonizar la base del cabezo, con pandorgas y barriletes, realizadas de forma artesana, que hacen volar aprovechando la suave brisa que sopla del noreste. Apoyado sobre su bastón, mi abuelo continua con su relato mientras una lágrimas descienden sobre su mentón.
...-¡Porqué lloras, abuelo!.
Exclamo.
...-Nada hijo, a veces cuando recuerdas el pasado, con personas que formaban parte de tu familia y de tu vida y ya no se encuentran entre nosotros, surge esta especie de melancolía, añoranza y nostalgia. Cuando seas mayor lo comprenderás.
Con bandadas de vencejos que escudriñan cada rincón del cielo persiguiendo insectos, decidimos volver para casa, tras una tarde fantástica. En mi cerebro ha quedado grabada cada palabra de mi abuelo, mientras observo el filtro y alguna madre que llena un cubo de agua potable, que servirá para calmar la sed.
Al día siguiente mi abuelo continuaba, con su labor de enseñarme todo lo relacionado con las milenarias minas. Recorrimos esa tarde parte de las cuadras,en estado de abandono, pues los equinos que formaban parte de la explotación minera, hace tiempo que dejaron de prestar sus servicios, sustituidos por moderna maquinaria de acero y hierro. Contemplamos la puesta de sol, que se reflejaba contra el gran malacate, tiñendo de colores dorados su imponente figura, silueta e imagen.
Sierra Tersae.
Vestida con traje verde
con faldas negras y lunares
blancos, horadadas por
barrancos, bermejos, encarnados
de rojos, perfumados por sutiles
fragancias, de brezos, madroños
y aulagas.
Las Cuadras.
Aires de decadencia, se filtran
a través de puertas y ventanas
oxidando, enmoheciendo la
gloria que disfrutabas siglos
pasados.
En tus caballerizas, antaño, ocupadas
por yeguadas, se respira un
ambiente extraño, que el progreso
generó, desplazando a tus inquilinos
hasta la desaparición.
Tus gruesos muros,conservarán aún
tu perfecta construcción, que
nos recordará, parte del patrimonio
que el pueblo en tiempos lejanos
gozó, nos sedujo y cautivó.
El Malacate.
Como un icono, identidad
del pueblo minero que representas
permaneces mudo, callado
quebrantado solo, por los trinos
de vencejos y grajillas, que
sobrevuelan tu imponente
figura, aletargada, anestesiada
por un tipo de minería que quedó
obsoleta, por la peligrosidad que
entrañaba, trabajar en las entrañas
donde mineros valientes, dejaron
sus vidas, para forjar un futuro
en esta tierra que nos cautivó
a todos y todas, por su incomparable
encanto y belleza.
Sierra Bullones
Admirada, por pintores, poetas
fotógrafos y escritores locales,
que han sabido plasmar sobre sus
lienzos, instantáneas y hojas, todo
ese encanto, que expresas, en esa
tierra, salpicada y horadada
teñida de colores,en cuyos contornos
un pueblo fraguó y proyectó
carácter y estilo, para lucirlos
con orgullo y sentimientos.
Frente a la corta de “Sierra Bullones”....Un relato de Marcos Tenorio Márquez.
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