Recuerdo de Tharsis...La "dama"
de las 3
...Espero el popular autobús de
“Damas” para partir para Huelva, allí cogeré otro
autobús con destino Cartagena. Mi madre se encuentra abatida,
derrotada, pues no sé cuando volveré. Me espera un duro periodo de
formación en Madrid, para policía naval. Cuando termine dicho
periodo de formación, quizás pueda “arrebañar” algunos días,
antes de conocer mi destino final.
Cómo siempre, el autobús viene
repleto, cargado de personas, que se dirigen a la capital, en horario
de tarde. El último instante, el de la despedida, es duro, doloroso,
penoso y en estos momentos los sentimientos afloran a flor de piel y
no puedes resistir dejar derramar unas lágrimas, con la familia que
besan mi rostro repetidamente, entre sollozos y lamentos. Observo a
través de la ventana, y contengo el llanto, como mi familia abatida
ven como se aleja el autobús. Una sensación de ahogo, como un nudo
que me impide respirar, se apodera de mi garganta, mientras respiro
con profundidad, para relajarme de la crudeza de este momento.
Más relajado, pues estoy concienciado
de que el servicio militar son 18 meses, que poco a poco irá
restando y que esta nueva experiencia, de servir a la madre patria,
es un honor que cumplimos todos los hijos nacidos en esta bendita
tierra. Sumido en la nostalgia y melancolía, comienzo a recordar mis
primeros viajes en esta linea de autobuses, creada por el empresario
Arturo Damas, el cual eligió su apellido, como marca
patentada de esta empresa de viajes, la cual conecta todos los
pueblos de la provincia, con la capital. La “Dama”
exceptuando algún taxi, era el vehículo elegido por los
“Tharsileños” para realizar sus viajes hasta la capital. Por
aquellos años, ante la ausencia de vehículos particulares, (los
cuales solo existían unos pocos), no dejaba otra elección que un
costoso taxi o este medio, más económico aunque lento, por las
continuas paradas que debía realizar entre los pueblos por los que
pasaba la línea..(Alosno, San Bartolomé de la Torre y Gibraleón ).
Largas colas, aguardaban, la llegada del autobús, procedente de
Rosal de la Frontera, en horario matinal y desde Villanueva de las
Cruces, en horario de tarde.
Titulo a este pequeño relato la “dama
de las tres” porque es el horario que recuerdo con más
prontitud y del que guardo, anécdotas, acontecimientos y sucesos.
Los viajes hasta Huelva, solían ser sobre todo, para comprar ropa,
con motivo de las fiestas locales. En tiempo de verano, acudíamos
hasta la capital, para conseguir prendas, para lucir en la fiestas
por excelencia del pueblo, la popular velada, mientras que en
invierno, acudíamos para conseguir prendas para lucir el día de la
patrona de los mineros..Santa Barbara. El viaje hasta Huelva, solía
durar dos horas, con paradas en los distintos pueblos por los que
pasaba, para recoger viajeros. En horario de mañana, es cuando más
personas viajaba, por los compromisos de algunos viajeros, de acudir
a médicos u otras cuestiones. Las largas colas esperando el autobús,
daba lugar a situaciones, donde la polémica, controversia y porfía,
estallaban y explotaban, cuando había que acceder al autobús y
había pocas plazas que cubrir. Entonces, el lado menos educado,
correcto y cortés de las personas, relucían, dando lugar a
insultos, injurias y malos modos, llegando incluso a las manos, pues
no importaba si habías llegado antes o después, si eras joven,
adulto o anciano. Aquí imperaba la ley del más fuerte, sagaz y
espabilado a la hora de subir a bordo y no quedar en tierra.
Recuerdo, al subir a bordo, tras una
larga lucha, donde mi madre mostraba un fuerte carácter, para no
quedar en tierra, el olor a gasoil, del motor del autobús, fusionado
con el de los ceniceros de los asientos, rebozantes de colillas y
chicles pegados. Un cóctel de olores que ya comenzaba a hacer
estragos en tu pobre y delicado estómago, acentuado por las altas
temperaturas reinantes.
Todo comenzaba con un “tufillo”
nada más arrancar el autobús, un sudor frío, acompañado de
continuos bostezos, que desembocaba irremediablemente en el vómito,
al cual contribuía de manera incondicional y absoluta, las curvas
“Cantareras” interminables y cerradas. Las continuas
paradas, en los pueblos, que recorría el autobús, también hacía
estragos, en tu castigado estómago, el cual ya había expulsado todo
el contenido que almacenaba. Mi madre siempre previsora, llevaba
toallas, donde se alojaba los vómitos y de esta forma el autobús no
sufría la descarga de alimentos procesados por los ácidos del
estómago. Y es que la sensación de vomitar, perduraba todo el
trayecto, y muchas veces aguantabas hasta la llegada a la capital,
martirizado, torturado, por los fétidos olores que emanaba desde el
interior del autobús, acentuado por las altas temperaturas, estabas
deseando llegar a la estación, para ir corriendo como alma que lleva
el diablo hasta los servicios, donde el estado lamentable de los
mismos, se convertía en todo un suplicio, martirio y castigo.
Una vez superado todo, me gustaba
curiosear el kiosko de revistas, que aguardaba en una esquina de la
estación, comprar comics del capitán Trueno, tebeos de Mortadelo y
Filemón, fisgoneando de manera discreta, prudente y reservada, las
revistas para adultos, que tímidamente comenzaban a invadir los
kioskos, tras la llegada de la democracia. Si accedías a Huelva, en
horario de mañana, una costumbre y norma de mi madre, era tomar café
con churros, en el popular café central, contemplando los astados y
carteles de corridas de toros, que lucían su envejecidas paredes.
Una vez tomado el café, con los
deliciosos churros, los almacenes Arcos, Nuevas Galerías y el
Barato, nos acogían para poner a nuestra disposición innumerables
prendas para elegir. Casi todo el pueblo de Tharsis, se reunían en
torno a estos grandes almacenes y los saludos eran continuos(ya no
sabía si estabas en Huelva o en los aledaños del circulo
minero).Una vez realizadas las compras, con los distintos “vales”
que te extendía el “economato” o algún comercio,
comenzaba de nuevo el suplicio, aunque a decir verdad, los viajes de
retorno no eran tan desagradables, el motivo podría ser por la
llegada de la brisa fresca de la tarde en verano o por la llegada de
la noche en invierno, lo cierto es que la sensación de vértigo
desaparecía.
Años más tarde, una pastilla con un
compuesto llamado “Biodramina”, acababa con el molesto vértigo y
los vómitos asociados.
Recuerdos de Tharsis...La “Dama”
de las 3
Marcos Tenorio Márquez
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