jueves, 23 de julio de 2020

Recuerdos de Tharsis...El Tirachinas





      Recuerdos de Tharsis.....El Tirachinas


...Los días de verano, con sus largas horas de luz, extendían el tiempo, que dedicábamos a los juegos, respetando las horas de siesta, pues es cuando el calor más apretaba, donde nuestros padres, tíos y abuelos, inventaban historias, y de esta forma mantenernos en casa, para que no pillaras una terrible insolación, con fatales consecuencias para la salud.
Quién de niño, no ha oído hablar de personajes como “El trapero, el tío del saco, la bruja pirula..etc”. Historias que causaban pavor, temor y respeto, así como el dicho...”si sales con la calor te saldrán bichos en la cabeza”.

Gracias a estas historias y dichos, nuestras madres, siempre precavidas, nos amparaban en casa, hasta que la brisa fresca de la tarde, nos devolviera a las calles y retornar a los juegos que habíamos dejado en el mediodía. Y uno de estos juegos o más bien arma, era el “tirachinas”.

El tirachinas, es conocido en todo el mundo, donde se le da diferentes nombres. En general está formado por un marco, llamada horqueta, que puede ser de madera o alambre galvanizado, con dos tiras de goma, con una longitud que varía según las dimensiones que quisieras dar, atadas en las puntas superiores, de la horqueta, y en el otro extremo, sostenidas por un trozo de cuero u otro material, donde irá alojado el proyectil, que generalmente solían ser trozos de rocas, repartidas por doquier por el pueblo.

Pero vayamos a su construcción, comenzando por la horqueta. Había dos formas, una de alambre galvanizado y otra de madera. Obviamente, la construcción con alambre galvanizado era más artesanal y difícil, puesto que había que enrollar los alambres hasta conformar la horqueta. En aquellos años, había horquetas realizadas, en talleres, por padres de niños, autenticas obras de arte, con acabados preciosos, forradas con cables inutilizados de explosión de barrenos, que daban un realce y colorido realmente bello.
La segunda opción y la más fácil, consistía en la horqueta de madera. Para conseguirla, acudíamos hasta eucaliptos de formación joven. En mi barrio del “Coto” disponíamos de un autentico arsenal, en los vaciaderos de mineral que se encontraban detrás del campo de fútbol.

Ya con las horquetas a nuestra disposición, continuábamos con las tiras elásticas, las cuales cogíamos de viejas cámaras de caucho de bicicletas, coches, motocicletas, camiones, u otro tipos de medio de locomoción, que habían quedado inservibles. Con la ayuda de una tijeras, cortábamos las tiras, con una longitud que variaba entre los 30 centímetros o incluso 40, según el gusto del constructor, con un grosor de 1´5 centímetros. Gozaban de buena fama en aquellos años, las tiras elásticas de cámara de bicicleta, por su elasticidad y resistencia, con un color que se distinguía de las demás, por ser rojo burdeos.

Para terminar nuestro tirachinas, solo nos quedaba el trozo de cuero, donde iría alojado los proyectiles y para ello acudíamos a las innumerables “esterqueras” repartidas por el pueblo, en busca de zapatos viejos para extraerle la preciada lengüetapara nuestro tirachinas. Una vez el arma terminada, y en nuestro poder, salíamos de caza, siendo los gorriones nuestro principal objetivo, aunque también cazábamos reptiles y ofidios y los más veteranos y diestros incluso conejos y liebres, aguardándolos en chozos, cerca de manantiales y charcos.

Ya para terminar este relato, dedicado a esta entrañable arma, quiero contar una anécdota sucedida a principios de la década de los años setenta.
 
                     El lagarto ocelado
 
 Un bello lagarto ocelado, de buenas dimensiones, habitaba en el escondrijo de una roca de mineral, de color rojo burdeos, en la esquina del campo de fútbol. Todos los días, ya con la primavera avanzada, el lagarto retornaba de nuevo a la caza, tras su hibernación, dispuesto para engullir todo tipo de insectos, que merodeaban alrededor de su perfecto escenario de caza, donde una regola por donde fluía agua, proveniente del grifo, situado en la era, discurría unos metros en paralelo a la pared del campo de fútbol, donde desbordaba, creando un pequeño delta, escenario ideal para el crecimiento de todo tipo de plantas silvestres, donde destacaban sobre todo las malvas. Este paraíso de abundancia de semillas, atraía todo tipos de insectos, que a su vez atraían a reptiles, anuros, e incluso aves como la simpática abubilla.

Nosotros, desde una posición cercana, escondidos tras las rocas, disparábamos proyectiles con nuestros tirachinas, sin que ninguno llegara a impactar, contra la cabeza del lagarto, y abatirlo.

Ya cansados de no poder lograr nuestro objetivo, incluso quisimos quitar la gran roca, para poder coger al gran lagarto, pero todos los intentos resultaron nulos. Uno de los días, nos reunimos un grupo de amigos, dispuesto a abatirlo, e hicimos una apuesta, consistente en una bolsa de bolindros, en la que todos aportamos nuestras preciadas canicas, obviamente, el vencedor que lograra abatir al lagarto, se quedaría con el preciado trofeo. La participación de niños, fue alta, con extraordinarios tirachinas, de alambre galvanizado y madera. En el transcurso de la mañana, fueron muchos los proyectiles lanzados sin que ninguno impactara. A punto de concluir la prueba, sin vencedor, fue un compañero al cual quiero mantener en el anonimato, el que consiguió derribar al lagarto, con un certero disparo, que produjo la muerte del extraordinario reptil, ante el clamor de los allí presentes”.
 

Después de pasado un tiempo, echábamos de menos al lagarto ocelado, y los importantes beneficios para nuestra salud que generaba, manteniendo a rayas multitud de insecto e incluso roedores. En aquellos años de nuestra infancia, ningún adulto, nos indicó, que los reptiles, aves y otros animales, forman parte del perfecto equilibrio de la naturaleza, y si derribamos estos eslabones, tan necesarios, damos lugar una inestabilidad de fatales consecuencias para los que poblamos este planeta llamado tierra.


Recuerdos de Tharsis...El Tirachinas

Marcos Tenorio Márquez.

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