Recuerdos de Tharsis.....El Tirachinas
...Los días de verano, con sus largas horas de luz, extendían el tiempo, que dedicábamos a los juegos, respetando las horas de siesta, pues es cuando el calor más apretaba, donde nuestros padres, tíos y abuelos, inventaban historias, y de esta forma mantenernos en casa, para que no pillaras una terrible insolación, con fatales consecuencias para la salud.
...Los días de verano, con sus largas horas de luz, extendían el tiempo, que dedicábamos a los juegos, respetando las horas de siesta, pues es cuando el calor más apretaba, donde nuestros padres, tíos y abuelos, inventaban historias, y de esta forma mantenernos en casa, para que no pillaras una terrible insolación, con fatales consecuencias para la salud.
Quién de
niño, no ha oído hablar de personajes como “El trapero, el tío
del saco, la bruja pirula..etc”. Historias que causaban pavor,
temor y respeto, así como el dicho...”si sales con la calor te
saldrán bichos en la cabeza”.
Gracias a
estas historias y dichos, nuestras madres, siempre precavidas, nos
amparaban en casa, hasta que la brisa fresca de la tarde, nos
devolviera a las calles y retornar a los juegos que habíamos dejado
en el mediodía. Y uno de estos juegos o más bien arma, era el
“tirachinas”.
El
tirachinas, es conocido en todo el mundo, donde se le da diferentes
nombres. En general está formado por un marco, llamada horqueta, que
puede ser de madera o alambre galvanizado, con dos tiras de goma, con
una longitud que varía según las dimensiones que quisieras dar,
atadas en las puntas superiores, de la horqueta, y en el otro
extremo, sostenidas por un trozo de cuero u otro material, donde irá
alojado el proyectil, que generalmente solían ser trozos de rocas,
repartidas por doquier por el pueblo.
Pero vayamos
a su construcción, comenzando por la horqueta. Había dos formas,
una de alambre galvanizado y otra de madera. Obviamente, la
construcción con alambre galvanizado era más artesanal y difícil,
puesto que había que enrollar los alambres hasta conformar la
horqueta. En aquellos años, había horquetas realizadas, en
talleres, por padres de niños, autenticas obras de arte, con
acabados preciosos, forradas con cables inutilizados de explosión de
barrenos, que daban un realce y colorido realmente bello.
La segunda
opción y la más fácil, consistía en la horqueta de madera. Para
conseguirla, acudíamos hasta eucaliptos de formación joven. En mi
barrio del “Coto” disponíamos de un autentico arsenal, en los
vaciaderos de mineral que se encontraban detrás del campo de fútbol.
Ya con las
horquetas a nuestra disposición, continuábamos con las tiras
elásticas, las cuales cogíamos de viejas cámaras de caucho de
bicicletas, coches, motocicletas, camiones, u otro tipos de medio de
locomoción, que habían quedado inservibles. Con la ayuda de una
tijeras, cortábamos las tiras, con una longitud que variaba entre
los 30 centímetros o incluso 40, según el gusto del constructor,
con un grosor de 1´5 centímetros. Gozaban de buena fama en aquellos
años, las tiras elásticas de cámara de bicicleta, por su
elasticidad y resistencia, con un color que se distinguía de las
demás, por ser rojo burdeos.
Para
terminar nuestro tirachinas, solo nos quedaba el trozo de cuero,
donde iría alojado los proyectiles y para ello acudíamos a las
innumerables “esterqueras” repartidas por el pueblo, en busca de
zapatos viejos para extraerle la preciada lengüetapara nuestro
tirachinas. Una vez el arma terminada, y en nuestro poder, salíamos
de caza, siendo los gorriones nuestro principal objetivo, aunque
también cazábamos reptiles y ofidios y los más veteranos y
diestros incluso conejos y liebres, aguardándolos en chozos, cerca
de manantiales y charcos.
Ya para
terminar este relato, dedicado a esta entrañable arma, quiero contar
una anécdota sucedida a principios de la década de los años
setenta.
El lagarto ocelado
Un bello lagarto ocelado, de buenas dimensiones,
habitaba en el escondrijo de una roca de mineral, de color rojo
burdeos, en la esquina del campo de fútbol. Todos los días, ya con
la primavera avanzada, el lagarto retornaba de nuevo a la caza, tras
su hibernación, dispuesto para engullir todo tipo de insectos, que
merodeaban alrededor de su perfecto escenario de caza, donde una
regola por donde fluía agua, proveniente del grifo, situado en la
era, discurría unos metros en paralelo a la pared del campo de
fútbol, donde desbordaba, creando un pequeño delta, escenario ideal
para el crecimiento de todo tipo de plantas silvestres, donde
destacaban sobre todo las malvas. Este paraíso de abundancia de
semillas, atraía todo tipos de insectos, que a su vez atraían a
reptiles, anuros, e incluso aves como la simpática abubilla.
Nosotros,
desde una posición cercana, escondidos tras las rocas, disparábamos
proyectiles con nuestros tirachinas, sin que ninguno llegara a
impactar, contra la cabeza del lagarto, y abatirlo.
Ya
cansados de no poder lograr nuestro objetivo, incluso quisimos quitar
la gran roca, para poder coger al gran lagarto, pero todos los
intentos resultaron nulos. Uno de los días, nos reunimos un grupo de
amigos, dispuesto a abatirlo, e hicimos una apuesta, consistente en
una bolsa de bolindros, en la que todos aportamos nuestras preciadas
canicas, obviamente, el vencedor que lograra abatir al lagarto, se
quedaría con el preciado trofeo. La participación de niños, fue
alta, con extraordinarios tirachinas, de alambre galvanizado y
madera. En el transcurso de la mañana, fueron muchos los proyectiles
lanzados sin que ninguno impactara. A punto de concluir la prueba,
sin vencedor, fue un compañero al cual quiero mantener en el
anonimato, el que consiguió derribar al lagarto, con un certero
disparo, que produjo la muerte del extraordinario reptil, ante el
clamor de los allí presentes”.
Después de
pasado un tiempo, echábamos de menos al lagarto ocelado, y los
importantes beneficios para nuestra salud que generaba, manteniendo a
rayas multitud de insecto e incluso roedores. En aquellos años de
nuestra infancia, ningún adulto, nos indicó, que los reptiles, aves
y otros animales, forman parte del perfecto equilibrio de la
naturaleza, y si derribamos estos eslabones, tan necesarios, damos
lugar una inestabilidad de fatales consecuencias para los que
poblamos este planeta llamado tierra.
Recuerdos de Tharsis...El Tirachinas
Recuerdos de Tharsis...El Tirachinas
Marcos
Tenorio Márquez.
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