Cuentos
y relatos bajo la luz de la “lumbre”
Lastimeros
sonidos, sollozantes, invade las calles cuando la noche cubre, con su
negro manto, el pequeño poblado, que contrasta con el color blanco
de la escarcha, nacarada y pulcra, caída durante la madrugada. En
las casas, crepitan, al ser quemadas, viejas maderas de encinas,
olmos y robles, convirtiendo la estancia en confortable, alrededor de
una vela, cuya llama oscila, con el viento que se cuela alrededor de
rendijas. Escenario ideal, para contar historias de misterios y
terror y es lo que me dispongo a hacer.
..-Que me
ocurre cuando llega la noche, y una densa niebla cubre el pueblo,
porqué mi estado se altera, cuando el astro rey, se oculta por
poniente. Es una sensación de ahogo, que me asfixia y desata mis
temores, heredados en mi infancia y juventud, en las que mi abuelo
contaba cuentos y relatos, casi todos asociados a las tinieblas.
El Olivo
..-Querido
nieto, te voy a contar una historia, que jamás has oído, en tu
corta vida, por eso escucha atentamente, pues el caso acaecido hace
mucho tiempo en nuestro querido pueblo, es real, aunque algunos
vecinos traten de ocultar aquellos terribles acontecimientos,
silenciando, acallando y ocultando la verdad.
...Hace
ya muchos años, cuando ya las minas comenzaron a atraer personas de
otros lugares, para trabajar, fueron muchas las familias que se
asentaron en huertos, al no poseer casas propias, algunos huertos
poseían arboles frutales y sobre todo olivos, de los cuales algunas
familias sacaban de modo artesano su preciado aceite. En uno de estos
huertos, bajo el abrigo de la sierra “Tersae” se asentó una
familia de origen portugués.
En su pequeño trozo de tierra,
delimitado por milenarias rocas calcinadas, crecían algunas higueras
y un centenario olivo, de tortuosas ramas, de cuyos ramos, prendían
multitud de aceitunas verdinegras, de las cuales se extraía un
excelente aceite, de una calidad suprema. El dueño del huerto, en
actitud solidaria, cedió de manera gentil su pedazo de tierra, a
cambio que lo cuidaran y sobre todo que le cedieran unos litros de
aceite, cuando molieran las aceitunas en un pequeño molino que
poseía en una habitación de la choza.
Abundantes cosechas, en los
años venideros, satisficieron a la familia y al dueño y su aceite
colmó las necesidades de la familia, que descubrieron el poder
sanador de su grasa, de manera casual, al enfermar el pequeño de la
familia y ser sanado, curado, por las propiedades medicinales que
poseía el preciado líquido. Estas propiedades curativas del aceite,
no pasaron desapercibidas para el padre de la familia, que advirtió
una fuente de ingresos, con la venta del aceite en pequeños frascos.
Tan alto fueron los ingresos, que intentaron por todos los medios,
que aquel extraordinario ejemplar de olivo, se multiplicara, y
comenzaron a plantar esquejes por todo el huerto. Pasados un tiempo
ninguno de los esquejes habían cuajado e intentaron nuevamente el
proceso sin resultados positivos, debido al continuo corte de ramas,
para la obtención de esquejes, el milenario olivo comenzó a
palidecer, hasta secarse por completo.
El dueño del pequeño huerto,
que sabía la leyenda del olivo, cegado por la avaricia, ocultó la
verdad.
”Cuenta la leyenda, que un esqueje del milenario olivo,
fue traído por los reyes Magos de oriente, del huerto de los olivos,
donde años mas tarde, Jesucristo, oró su última noche, antes de
ser ejecutado, traicionado por su discípulo Judas Iscariote"
De
forma sorprendente, este milenario olivo, renacía una y otra vez, al
ser cortado su tronco, desde los esquejes que brotaban a sus pies. Su
preciado aceite, constituía, un poderoso tónico, que hacía frente
a muchas enfermedades, aunque las familias de los numerosos dueños,
nunca actuaron de manera lucrativa y donaban las aceitunas a las
personas que quisieran para obtener aceite.
Recuerdo que era una
noche de invierno, cuando mi padre, tu tatarabuelo, acudía como cada
noche, al polvorín, para hacer guardia. Desde la chimenea, de la
choza, brotaba humo, sin duda la familia, disfrutaba al calor de un
generoso fuego, que mitigara el frío del exterior. De pronto, una
espesa niebla, comenzó a deslizarse desde las cumbres, una niebla,
densa, que envolvía todo a su paso. Debido a tal circunstancia, mi
padre tuvo que parar, pues aunque se conocía el camino, a la
perfección, no era prudente avanzar, de pronto unos gritos
desgarradores, jamás descritos, surgieron desde el interior de la
choza, unos gritos que helaron la sangre de mi padre, que trataba de
hallar el camino para socorrer a las personas que emitían dichos
lamentos. Una oleada, de humo, fusionada con la bruma, penetraron
por las fosas nasales de mi padre, en las cuales podría adivinarse
el olor a carne quemada, produjo en mi padre, tal sensación de
horror, que su rostro jamás volvió al ser el mismo. En esos
momentos, una sola idea rondó por su cabeza, llegar hasta la choza,
para socorrer, a las personas afectadas. Con dificultad, guiándose
por su instinto, llegó por fin hasta la choza, que ardía sin
remisión, como si la leña que la hubiera provocado, estaría
impregnada de un fuerte componente inflamable. Sin poder actuar,
comprobó, como las llamas, devoraban con avidez, la pequeña choza,
sostenida por gruesos muros de rocas. De manera extraña, la niebla
comenzó a disiparse y la luna emergió con fuerza, tras la “Divisa”
reflejando de plateada luz, el contorno, revelando lo que había
sucedido, en aquel pequeño trozo de tierra. Toda la madera
sostenida por los muros, se había consumido, de manera rápida, con
unas temperaturas extremas, que habrían derretido, hasta el metal.
Mi padre volvió para el pueblo, atenazado por el horror, pánico y
angustia. Cuando las tinieblas dejaron paso a la luz del día,
numerosas personas se congregaban en los alrededores. Buscaron entre
los escombros, los restos de la familia, afectada, no hallando nada,
todo había sido consumido y reducido a cenizas, exceptuando las
duras rocas, que atestiguaban que allí en efecto había una
edificación. El milenario olivo, que tantas vidas había salvado,
gracias a su aceite, se encontraba, cortado, en pequeños trozos y a
sus pies, ningún esqueje, que hubiera dado vida de nuevo al
ejemplar, ponía fin a tan magnifico ejemplar de árbol. La familia
había utilizado parte de su madera, para el fuego, y la vida de
ambos familia y árbol, desaparecieron envueltas en una extraña
niebla.
Cuentos
y relatos bajo la luz de la “lumbre”....El olivo.
Un relato
de Marcos Tenorio Márquez
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