miércoles, 25 de diciembre de 2019

Cuentos y relatos a la luz de la "lumbre"....El olivo.

Cuentos y relatos bajo la luz de la “lumbre”


Lastimeros sonidos, sollozantes, invade las calles cuando la noche cubre, con su negro manto, el pequeño poblado, que contrasta con el color blanco de la escarcha, nacarada y pulcra, caída durante la madrugada. En las casas, crepitan, al ser quemadas, viejas maderas de encinas, olmos y robles, convirtiendo la estancia en confortable, alrededor de una vela, cuya llama oscila, con el viento que se cuela alrededor de rendijas. Escenario ideal, para contar historias de misterios y terror y es lo que me dispongo a hacer.

..-Que me ocurre cuando llega la noche, y una densa niebla cubre el pueblo, porqué mi estado se altera, cuando el astro rey, se oculta por poniente. Es una sensación de ahogo, que me asfixia y desata mis temores, heredados en mi infancia y juventud, en las que mi abuelo contaba cuentos y relatos,  casi todos asociados a las tinieblas.
 
El Olivo


..-Querido nieto, te voy a contar una historia, que jamás has oído, en tu corta vida, por eso escucha atentamente, pues el caso acaecido hace mucho tiempo en nuestro querido pueblo, es real, aunque algunos vecinos traten de ocultar aquellos terribles acontecimientos, silenciando, acallando y ocultando la verdad.
 

...Hace ya muchos años, cuando ya las minas comenzaron a atraer personas de otros lugares, para trabajar, fueron muchas las familias que se asentaron en huertos, al no poseer casas propias, algunos huertos poseían arboles frutales y sobre todo olivos, de los cuales algunas familias sacaban de modo artesano su preciado aceite. En uno de estos huertos, bajo el abrigo de la sierra “Tersae” se asentó una familia de origen portugués.
 
En su pequeño trozo de tierra, delimitado por milenarias rocas calcinadas, crecían algunas higueras y un centenario olivo, de tortuosas ramas, de cuyos ramos, prendían multitud de aceitunas verdinegras, de las cuales se extraía un excelente aceite, de una calidad suprema. El dueño del huerto, en actitud solidaria, cedió de manera gentil su pedazo de tierra, a cambio que lo cuidaran y sobre todo que le cedieran unos litros de aceite, cuando molieran las aceitunas en un pequeño molino que poseía en una habitación de la choza.
 
Abundantes cosechas, en los años venideros, satisficieron a la familia y al dueño y su aceite colmó las necesidades de la familia, que descubrieron el poder sanador de su grasa, de manera casual, al enfermar el pequeño de la familia y ser sanado, curado, por las propiedades medicinales que poseía el preciado líquido. Estas propiedades curativas del aceite, no pasaron desapercibidas para el padre de la familia, que advirtió una fuente de ingresos, con la venta del aceite en pequeños frascos. Tan alto fueron los ingresos, que intentaron por todos los medios, que aquel extraordinario ejemplar de olivo, se multiplicara, y comenzaron a plantar esquejes por todo el huerto. Pasados un tiempo ninguno de los esquejes habían cuajado e intentaron nuevamente el proceso sin resultados positivos, debido al continuo corte de ramas, para la obtención de esquejes, el milenario olivo comenzó a palidecer, hasta secarse por completo.
 
 El dueño del pequeño huerto, que sabía la leyenda del olivo, cegado por la avaricia, ocultó la verdad.
 
”Cuenta la leyenda, que un esqueje del milenario olivo, fue traído por los reyes Magos de oriente, del huerto de los olivos, donde años mas tarde, Jesucristo, oró su última noche, antes de ser ejecutado, traicionado por su discípulo Judas Iscariote"
 
De forma sorprendente, este milenario olivo, renacía una y otra vez, al ser cortado su tronco, desde los esquejes que brotaban a sus pies. Su preciado aceite, constituía, un poderoso tónico, que hacía frente a muchas enfermedades, aunque las familias de los numerosos dueños, nunca actuaron de manera lucrativa y donaban las aceitunas a las personas que quisieran para obtener aceite.
 
Recuerdo que era una noche de invierno, cuando mi padre, tu tatarabuelo, acudía como cada noche, al polvorín, para hacer guardia. Desde la chimenea, de la choza, brotaba humo, sin duda la familia, disfrutaba al calor de un generoso fuego, que mitigara el frío del exterior. De pronto, una espesa niebla, comenzó a deslizarse desde las cumbres, una niebla, densa, que envolvía todo a su paso. Debido a tal circunstancia, mi padre tuvo que parar, pues aunque se conocía el camino, a la perfección, no era prudente avanzar, de pronto unos gritos desgarradores, jamás descritos, surgieron desde el interior de la choza, unos gritos que helaron la sangre de mi padre, que trataba de hallar el camino para socorrer a las personas que emitían dichos lamentos. Una oleada, de humo, fusionada con la bruma, penetraron por las fosas nasales de mi padre, en las cuales podría adivinarse el olor a carne quemada, produjo en mi padre, tal sensación de horror, que su rostro jamás volvió al ser el mismo. En esos momentos, una sola idea rondó por su cabeza, llegar hasta la choza, para socorrer, a las personas afectadas. Con dificultad, guiándose por su instinto, llegó por fin hasta la choza, que ardía sin remisión, como si la leña que la hubiera provocado, estaría impregnada de un fuerte componente inflamable. Sin poder actuar, comprobó, como las llamas, devoraban con avidez, la pequeña choza, sostenida por gruesos muros de rocas. De manera extraña, la niebla comenzó a disiparse y la luna emergió con fuerza, tras la “Divisa” reflejando de plateada luz, el contorno, revelando lo que había sucedido, en aquel pequeño trozo de tierra. Toda la madera sostenida por los muros, se había consumido, de manera rápida, con unas temperaturas extremas, que habrían derretido, hasta el metal. Mi padre volvió para el pueblo, atenazado por el horror, pánico y angustia. Cuando las tinieblas dejaron paso a la luz del día, numerosas personas se congregaban en los alrededores. Buscaron entre los escombros, los restos de la familia, afectada, no hallando nada, todo había sido consumido y reducido a cenizas, exceptuando las duras rocas, que atestiguaban que allí en efecto había una edificación. El milenario olivo, que tantas vidas había salvado, gracias a su aceite, se encontraba, cortado, en pequeños trozos y a sus pies, ningún esqueje, que hubiera dado vida de nuevo al ejemplar, ponía fin a tan magnifico ejemplar de árbol. La familia había utilizado parte de su madera, para el fuego, y la vida de ambos familia y árbol, desaparecieron envueltas en una extraña niebla.


Cuentos y relatos bajo la luz de la “lumbre”....El olivo.

Un relato de Marcos Tenorio Márquez

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