lunes, 8 de julio de 2024

"Triquiñuelas" para ver el partido de fútbol.


 

Triquiñuelas” para ver el partido de fútbol.



...El vallado del campo de fútbol finalizó en el año 1958, y para acceder al mismo, comenzó a cobrarse una entrada, que algunas familias no podían costearse, por las necesidades de familia numerosa u otros menesteres. En la década de mil novecientos sesenta, numerosos aficionados acudían hasta el campo municipal. Grandes colas se formaban alrededor de las taquillas, para acceder hasta el interior y coger una zona de asiento, detrás de los fondos sur y norte o en paralelo a una de las vallas, los demás verían el partido de pie. Los menos afortunados se reunían en torno al cabezo del pilón, y desde allí observaban el partido con la única desventaja, de que no podían ver los goles en la portería más cercana.


Otra forma de ver el partido, consistía en subirse a los eucaliptos que rodeaban el campo de fútbol, en la parte sur. Así muchos aficionados, en su mayoría jóvenes, pertenecientes a familias numerosas, que no podían costarse la entrada accedían hasta estos enormes eucaliptos para ver "in situ" las evoluciones de extraordinarios futbolistas locales, como el gran delantero Francisco "Durillo", la labor incansable en el centro del campo de Simón Ponce, surtiendo de balones a la delantera, las incursiones por la banda de Ramirez, para colocar el balón en la cabeza de "Durillo" las genialidades de Juan "Repión" un extraordinario estilista, elegante y distinguido futbolista, que pudo haber fichado por el Real Madrid, la seguridad en la portería que ofrecía Pablo García, con una defensa donde destacaba un jovencísimo llamado Dominguín.


Otra forma de acceder al campo de fútbol, es la que describo en la ilustración que acompaña al relato. Para ello se accedía por la parte trasera del campo, a la zona próxima al marcador, desde allí se taladraban los ladrillos de gafas que reforzaban el muro, para acto seguido introducir unos palos de madera por los orificios, a modo de escaleras y poder saltar hasta el interior. La directiva del club, consciente de dichos actos, tomó la decisión de engrasar los eucaliptos y muros, para que no se accediera a ver el partido de manera "gratis".


Ya por último otra forma legal de acceder a la cancha, era la de recoger los balones que salían fuera del mismo, impulsado la mayoría de veces por jugadores del equipo contrario y por algún que otro jugador local, que no quiero mencionar, pero de forma indirecta, hacía un favor a la gran mayoría de chavales que se reunían tras los muros, dispuestos a recoger los balones, para entregarlos en la puerta de entrada y de esta forma entrar al campo. Hoy día recordamos con nostalgia aquellos años, cuando nos asomábamos hasta las inmediaciones, para ver si estaban colocadas las banderas, señal inequívoca que nos indicaba que ese domingo habría fútbol. Recuerdo también cuando los domingos me desplazaba hasta la casa de mi abuela Romana, en la calle Alicante, a finales de la década de los sesenta, el estruendo que se formaba cuando el equipo local, el club atlético Tharsis, introducía el balón en la red contraria, y es que todo el pueblo accedía hasta el campo de Santa Barbara, nombre con el que se bautizó el recinto, cuando terminó su vallado, en honor a la patrona de los mineros.


Siguiendo recordando esos años cuando acompañaba a mi padre hasta el campo, quiero terminar este bonito relato, con los refrescos de cola que tomábamos en el descanso del mismo. Refrescos de cola de refrescante, agradable, sabor, que nos endulzaban aquellos domingos de fútbol de nuestra infancia.


Triquiñuelas” para ver el partido de fútbol.



Un relato de Marcos Tenorio Márquez.


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