viernes, 5 de julio de 2024

Noche de boya (Cita con los sargos)

Noche de boya (Cita con los sargos).



...Para cerrar la trilogía dedicada a la pesca en el espigón Juan Carlos I de Huelva, que he querido dedicar a mi buen amigo y compañero José Tenorio Beltrán (d.e.p) elijo para cerrar y de esta manera rendir tributo a una excelente persona, quizás la modalidad, que más añoranza, nostalgia y recuerdos, conservamos en nuestros cerebros las personas que disfrutamos en aquel paraje excepcional y magnifico, rodeado por el impetuoso, violento y enérgico océano Atlántico.


Con el fallecimiento, de mi querido amigo, comencé estas series de ilustraciones y relatos, que mantendrán la llama encendida, para que el recuerdo de aquellos inolvidables años, no se extinga, apague y agote. Comencé aquellos relatos, con la modalidad que mas asiduidad gozamos en aquellos años. La pesca de la herrera, uno de los peces más comunes, de buen porte, que se acercaba, a la costa, iniciada la primavera y de la que tanto disfrutamos. Continué después con ...”En busca de la gran dorada” aquella extraordinaria criatura que tanto nos cautivó, para concluir con la reina de todas...La pesca con boya. Aunque también nos aficionamos a otra modalidad, como es la pesca al engaño o “spinning” que consiste en pescar a través de señuelos artificiales, con cañas ligeras, al final no conseguimos que esta modalidad, formara parte activa de nuestra afición.


Tras el almuerzo, nos reuníamos, en algún bar del pueblo, para tomar café y planificar la jornada, consultando las famosas tablas de mareas. Las interminables tardes del comenzado estío, retrasaba nuestra hora de partida, que llegaba, ya rebasada la hora taurina, las cinco de la tarde. Entonces, partíamos hasta las tiendas de cebos, para posteriormente enfilar la carretera que da acceso al espigón , fijándonos en la dirección del viento, fiel indicador, que nos orientaba de esta manera, del estado de la mar, pues es sabido, que los vientos provenientes del sur, suroeste, poniente, son excelentes para pescar, siempre que no superen rachas fuertes, por el contrario, los vientos de dirección norte, noroeste, noreste, vientos de interior, alejan el pescado. Llegados a Huelva, comprábamos cebo, en la tienda de Blás, un espigado Cartayero, que había inaugurado una tienda, en los bajos de los pisos del popular barrio de Molino de la Vega, junto a otras tiendas ya consagradas como Rocío del Mar, El Quinto, La Merced, y el Moro. La carnada que usábamos para el sargo, es la popular lombriz, de aspecto frágil, pero muy efectiva. Para que resultara más atrayente, solíamos incrustar en el anzuelo, unas cuantas, formando una “peluca” para que al moverse, llamara la atención de los sargos y otras especies, como Lubinas, Bailas...etc.


Ya en el enorme espigón, parábamos los autos, cada ciertos tramos, para visionar los distintos lugares, de grandes bloques de hormigón, para encontrar un lugar, cómodo, seguro y confortable. Con el lugar elegido, y aún con bastantes horas, para la llegada de la noche, comenzábamos a colocar, todo los objetos, que portábamos en los autos...(sillas, mesa, sombrilla, cubos, neveras...etc. Una vez todo bien distribuido, sacábamos las cañas, portacañas, carretes y todo el material de pesca. Para la zona de la ría, montábamos varias cañas, arrojándolas al fondo de la misma, para tentar, todo tipo de pescado, mientras esperábamos la llegada del crepúsculo, disfrutando de la brisa marina, ante una buena taza de café. Con los últimos rayos de sol difuminándose por el horizonte, comenzábamos a montar la caña destinada a la boya. Caña telescópica, de más de cuatro metros de longitud, con un carrete fuerte, que portaba en su bobina un sedal de gran diámetro, que resistiera los continuos roces con rocas y otros objetos. En el fuerte sedal se hacia un nudo corredizo con un sedal de menor diámetro, y colocábamos una perla perforada, cuya misión era hacer de tope con el nudo. Luego después, introducíamos la boya, a la que se colocaba en su parte superior un luminoso, que nos orientara en el océano donde estaba situada. Con un pequeño plomo y el emerillón, que portaba el sedal de menor calibre terminado en el anzuelo, terminaba todo el procedimiento. Una vez elegido el lugar, y lanzar la boya, todo dependía de los sargos u otras especies que rondaban los grandes bloques sumergidos, hogar de pequeños peces, moluscos, crustáceos y toda criatura marina que, acuden al amparo que ofrecen dichos bloques. Indescriptible, la sensación, que ofrecía la boya, cuando se hundía en las oscuras aguas, con el luminoso que marcaba el lugar por donde el pez huía con el mortal anzuelo en sus fauces. Con maestría y aquí mi querido compañero era todo un experto, el sargo era izado hasta arriba del bloque y alojado en el cubo. Nuevo cebo y a tentar de nuevo a los sargos, con la luna llena como testigo de nuestros actos. Cuando la actividad decaía, volvíamos a los autos, para degustar un picadillo, un pincho de tortilla de patatas regados con cervezas o refrescos. Posteriormente una taza de café con algún dulce, nos devolvía otra vez al océano a seguir tentando la suerte. Con las primeras claras del alba, y haber efectuado un ligero descanso, volvíamos para el pueblo, para programar otra salida. Solo me queda para terminar esta trilogía, recordar que los buenos momentos vividos, forman parte del ciclo de la vida, de los seres humanos, y en esos ciclos de que consta nuestra existencia coincidimos una serie de personas, forjando una buena amistad, con nuestras pasiones, entusiasmos y emociones.


Noche de boya (Cita con los sargos)


Un relato de Marcos Tenorio Márquez.





 

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