domingo, 23 de octubre de 2022

Desde nuestra ventana

Desde nuestra ventana.



...Desde mi ventana, observo la mañana, negras nubes sobre el horizonte, oscurecen el valle, donde está enterrada mi adorada. Hace años que convivo sin ella, mi inspiración, en esta novela inacabada. Desde que ella marchó, mi corazón, late enfermo de dolor.


Cae fina la lluvia sobre los cristales y siento su presencia que me protege desde el más allá. Anhelo sus caricias, delicadeza, inteligencia.

Defensora de las clases humildes, enemiga del orgullo, arrogancia, vanidad. En vida te rodeaste de gente sencilla, modesta, personas del pueblo, con las cuales nunca tuviste un mal gesto.


Esta biografía que recuerdo, mientras contemplo la lluvia, me envuelve en nostalgias, oprimiendo mi pecho, porque cada pequeño detalle de nuestra vida, hace que afloren las lágrimas. Fuiste madre ejemplar, amiga y compañera, un apoyo sobre mi quebradizo estado de ánimo, al cual rescatabas con una sonrisa sobre tus labios.


Sobre el escritorio permanece aún la novela, esa que escribíamos juntos, sobre la convivencia de las parejas, tras muchos años de relación. Desde que te marchaste, prometí acabarla, pero una fuerza, alojada en mi interior, me impide seguir escribiendo, perdona, dispensa, disculpa amor mío, que no acabe esta novela, pues mi vida ya no vale nada y reconozco que soy un vulgar, cobarde, tímido y apocado que tiene miedo de enfrentarse a la vida, pues tu eras para mí, fuente de alegrías, motivación y estímulos.


Desde mi ventana ya no observo nada, hace pocas fechas me reuní con mi adorada. En el escritorio aún permanece nuestro ejemplar, esperando que nuestro querido hijo la acabe y nos la entregue, para que permanezca eternamente en nuestro poder.



Siento un vacío interior, por la perdida de mis padres. Desde esta habitación, solían escribir juntos, poemas, relatos y novelas. De exquisita educación, cualquier intento de disputa, cuestiones y desacuerdos, eran frenados, y todo acababa en una sonrisa final. Las cosas sencillas que encontramos en algunas fases de nuestra vida, constituían para ello una fuente de inspiración, emociones y entusiasmos, que plasmaban con todo cariño, en el papel, que daba vida a sus novelas, relatos y poemas, donde la tinta se convertía en sangre que regaba las arterias de unas hojas con cuerpo y alma.


El simple canto de un petirrojo, una hoja que cae del viejo olmo, el niño que llora, la abuela que prepara la cena, cualquier gesto que pasa desapercibido, en esta sociedad, donde impera el stress, angustias y agobios, constituía para ellos todo un acontecimiento, inmortalizado en unas letras que rezumaban, amor, ternura y cariño.


Desde nuestra ventana, así titulaban esta novela inacabada. La comenzaron a escribir, justo en el momento que mi madre comenzó a sentir los primeros síntomas de su larga y penosa enfermedad. En su delicado estado de salud, continuaron escribiendo, sacando fuerzas de flaqueza, hasta que una fría mañana de otoño, su quebradizo, débil y frágil corazón dejó de latir.


Desde entonces, mi padre, sumido en una fuerte depresión, no pudo seguir escribiendo. En su lecho de muerte, me suplicó que acabara la novela y la llevara hasta el camposanto, dónde sumidos en el sueño eterno, descansan ambos para siempre.

Con la vista recorro la pequeña habitación, sobre la ventana observo el mullido sofá, donde ambos se turnaban cuando escribían. Recogí la novela, mis manos temblaban y unas lágrimas comenzaron a brotar sobre mis ojos.

Comencé a pasar las páginas, leer de forma rápida, algunos pasajes donde el amor y respeto mutuo que se prodigaban ambos, estaba presente, en modo de bellas palabras. En su última expresión, me dedican un bello poema, que no puedo leer, porque mis ojos invadidos por una secreción acuosa hacen que rompa en llanto.

Aún con lágrimas en los ojos, que caen sobre el papel, me dispongo a terminar su novela. Con sencillas palabras, traslado mi profundo amor hacia ellos, mi corazón estremece de dolor cuando los recuerdo....mis seres queridos, mis padres, para vosotros dónde quiera que os encontréis, os dedico estas palabras, prometedme que me protegeréis en este mundo cruel, donde la avaricia, odio, rencor nos azota en esta sociedad marchita, decadente y degenerada. Con unas últimas palabras, dónde remarco vuestra humildad, bondad y sencillez, cierro y concluyo vuestra novela, que perdurará en mi memoria para siempre.



Terminada la novela, en una cajita de madera la introduje y me encaminé hasta el camposanto, miré hacia atrás y observé la ventana, donde tantas veces los dos contemplaban las luminosas mañanas. A la sombra de viejos olmos, en unas humildes lápidas, descansan mis padres, uno junto al otro. En sus epitafios, unas sencillas palabras definen el profundo amor que se prodigaban. Sobre el centro de ambas tumbas, cavé una pequeña zanja e introduje la novela ya terminada. Un ramo de flores y una despedida....Hasta siempre mis queridos y adorados padres.



En la vida, el amor que profesa tus padres, no puede compararse, a ningún otro tipo de afectos , cariños y estima. El tiempo, nos devuelve, en modo de recuerdos, lo que significaron en nuestras vidas. Nos sentimos huérfanos, cómo un barco a la deriva, y rogamos, imploramos y suplicamos, que nos ayuden, cuando los problemas que nos azota en esta cruel sociedad, dañan nuestras vidas.




Desde nuestra ventana.


Marcos Tenorio Márquez.


 

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