lunes, 5 de julio de 2021



 

La Cueva.



...Los niños se reúnen en torno a Bartolomé, en las cálidas noches estivales de Tharsis. Sentado en una pequeña silla, con asiento de enea, en una de las esquinas, de la calle Madroñal, he iluminado con la pobre luz que brota desde una vieja farola, Bartolomé, exhibe toda su habilidad y talento, para contar historias y relatos, que mantienen a los niños y adolescentes, fascinados y embelesados.


La triste luz de la farola, ilumina los menudos cuerpos de los niños, con los rostros y extremidades superiores e inferiores, ennegrecidas, por la polvareda de tierra, que se ha adherido, mientras jugaban a fútbol. Motivado por el anisado seco, y entre trago y trago, comienza sus relatos de historias ficticias, inventadas por el, que ocurren mayormente en los aledaños y alrededores del pueblo, a las cuales con habilidad y astucia, impregna de un halo de misterio, intriga y suspense, pareciendo reales, lo que motiva a los niños y adolescentes seguir con sumo interés la trama.



..-Bueno, niños, esta historia que os voy a relatar, ocurrió en realidad, no es ningún cuento inventado, así que tened cuidado si paseáis por esos parajes.



...-¡Usted siempre, con las historias de miedo, eso que cuenta, no ha existido, es imposible, podrá engañar a estos ingenuos e incautos niños pero a mí no.


Exclama, Jorge, uno de los mayores del nutrido grupo, que se reúne cada noche en torno a Bartolomé, a escuchar los relatos.



..-Además os digo, que mañana iré solo a volar mi “pandorga” y no me pasará nada, por esos parajes donde transcurre la acción del cuento de Bartolomé.


Con sonrisa socarrona y rostro burlón, abandona el grupo, mientras los demás niños, siguen con interés el relato. La tarde siguiente, la suave brisa proveniente del sur, invita a pasear y echar a volar las “pandorgas”.


Hacia el paraje prohibido y terrorífico, que menciona Bartolomé, encamina sus pasos Jorge. Sobre su espalda, una gran “pandorga” adornada con papeles de colores a la cual llaman “barrilete”, desplegará toda su belleza, en el azulado cielo, con suaves movimientos.


El paraje en cuestión, es conocido en Tharsis, como “Las Culebras”, una suave depresión en el terreno, cubierta por jaras, jaguarzos, tojos y aulagas, taladrada, por innumerables cuevas y galerías, donde en la antigüedad se extraía manganeso. Este cabezo al ser una elevación sobre el terreno, ofrece buena disposición para hacer volar “pandorgas” y “barriletes” además al estar un poco alejado del pueblo, ningún niño o adolescente se acercan, y de esta forma Jorge puede hacer volar su cometa sin que haya enganches con las de otros niños.


Jorge, disfruta haciendo volar su cometa, mientras sobre su cerebro comienza a tejer y maquinar una historia burlesca, divertida y sarcástica, que derrumbará como un castillo de naipes la historia de Bartolomé.

La tarde comienza a declinar, y los chotacabras, aparecen desplegando sus grandes alas para atrapar insectos con su gran pico. Pronto, el crepúsculo comienza a vestir de sombras infinitas el paraje, y Jorge no aparece por casa. Los padres preocupados, preguntan a sus amigos, y estos mencionan que tenía previsto acudir al cabezo de “Las Culebras” a hacer volar su cometa.


Mientras, los pequeños amigos de Jorge, aquellos que escuchan los relatos de Bartolomé, con interés y fascinación, temen lo peor, la horrible, aterradora y horripilante bestia, que vive en la cueva, ha engullido, devorado, a su valiente amigo. Algunos, con lágrimas en los ojos, están verdaderamente convencidos.

Poco tiempo después, antes de que la noche cayera totalmente con su manto oscuro, sobre el paraje, un nutrido grupo de personas, encabezados por los padres, salen en busca de Jorge.

Transcurridas una horas, y tras una exhaustiva búsqueda, desde unas rocas cercanas, comienza a escucharse unas enormes carcajadas.


...-¡Aquí estoy, casi me devora la horrible bestia, pardillos, incautos, ineptos.....jajajajaja!.


Exclama, Jorge, con tono burlón, bromista y guasón.


...-¡Pero no te das cuenta, que nos a echo sufrir, nos temíamos lo peor, que hubieras caído sobre una cueva de esas!.


Exclaman, al unísono, unos angustiados padres.



Esta anécdota produjo que los pequeños no confiaran en las historias de Bartolomé, y poco a poco fueron abandonando a aquel hombre, que los entretenía en las cálidas noches de verano Tharsileño, algunas veces con relatos ficticios y otras verdaderos, fusionando todo con maestría y arte.

Transcurrido un año del suceso, Jorge, acompañado de un amigo, de nuevo se dirige al paraje, donde ocurrió la anécdota, que diluyó como azucarillo en agua, los relatos que cuenta Bartolomé, y como los niños comenzaron a abandonar a aquel hombre que los distraía.


...-¡Entonces, me escondí, en una roca, y esperé la llegada de la noche, si vieras como gritaban y se desgañitaban!.


Exclama, mientras enormes risotadas y carcajadas, brotan desde sus labios.


...-Si es que Bartolomé, disfruta con esas historias, y de la forma que las narra y describe, convence a esos pequeños, para que no se acerquen a estos lugares, pues la verdad, son peligrosos, debido a las profundas cuevas que surcan el cabezo.



Responde, Benigno, amigo de Jorge.



..-Hablando de cuevas, voy a bajar a una de estas, quiero investigar que alojan en su interior, pues desde aquí arriba, observo la enorme cantidad de huesos, de todo tipo de animales, diseminadas sobre el fondo.


Asevera, Jorge.



...-¡No, Jorge, no bajes, sabe Dios que puede haber ahí, además apesta a carne putrefacta, podrida y descompuesta!.


Exclama, Benigno, con rostro de pánico.



...-Anda ya, no seas miedica, aquí lo único que hay, son restos de reses que la arrojan, cuando mueren, muchos huesos y algún que otro pájaro pellejo (murciélago común).


Asevera, Jorge, disponiéndose a bajar, con decisión.


...-¡Bueno, pero no tardes, la noche se nos echa encima y nuestros padres deben estar preocupados!.


Exclama,Benigno, con tono inquieto.



Transcurrida media hora, Benigno, comienza a impacientarse y lanza constantemente llamadas a su amigo.


...-Jorgeeeeeeeeee, vámonos, por favor, ya es de noche y este lugar es muy peligroso, no seas bromista, ya te conozco y esto no me hace la menor gracia, Jorgeeeee, contesta por favor.



Ante la imposibilidad de que las llamadas que realiza, no obtiene ninguna respuesta, Benigno, abandona el lugar, tras recoger las cometas. Con rostro blanquecino, pálido, horrorizado, emite una última llamada.


...-Yo me voy, quiero avisar a tus padres, para que te regañen, esto no se hace.


Asevera, malhumorado.



Al instante, Benigno, se encuentra en casa de Jorge, ha recorrido casi kilómetro y medio en un momento, causado, por la sensación de horror que invade su considerable cuerpo, de casi metro ochenta de estatura.

Bastante nervioso, excitado y angustiado, Benigno comienza a relatar lo que ha sucedido.


...-María, hemos estado, en el cabezo de “Las Culebras” haciendo volar las cometas y Jorge bajó hasta una de las cuevas, lo he llamado repetidamente y no contesta, por eso he venido a avisaros.


...-¡Calma, querido Benigno, ya sabes como es Jorge, un bromista, eso mismo hizo el año pasado, pues esta vez no vamos a buscarlo que se presente en casa, ya verás su padre, que paliza le dará!.


Exclama, María, mientras golpea la espalda de Benigno, para que tranquilice.



Pasadas algunas horas, Benigno, visita nuevamente la casa, preguntando.


...-¿Ha llegado. Jorge?.


...-No hijo, aún no ha llegado y ya no me parece broma...¿Dices que bajó a la cueva?.


Responde, María, que comienza a impacientarse, con una pregunta final.


...-Así es, bajó hasta el fondo y creo que se adentró en una de las galerías.


...-Responde, Benigno.



Sobre las once de la noche, Juan, regresa de la mina, cansado y extenuado de su jornada como perforista.


...-¡Juan, tu hijo aún no ha regresado, aquí esta su amigo que lo acompañó hasta “Las Culebras” para hacer volar las pandorgas, y dice que bajó hasta una de las cuevas!.



Exclama, María.


...-Otra vez la misma canción, estoy ya harto de sus bromas, que se cree el estúpido ese, que nos va a torear, bastante tengo con mi duro trabajo.


Responde, Juan, bastante malhumorado.



Pronto, la noticia difundida por Benigno, se extiende por el barrio y bastantes vecinos, comienzan a preparar un dispositivo de búsqueda, nuevamente, como sucediera el año anterior. Cercana a la hora bruja, varias decenas de vecinos, con todo tipo de proyectores de luz, emprenden la búsqueda de Jorge. Bajo la luz de las linternas, los chotacabras cruzan en rápidos vuelos para capturar los insectos que acuden atraídos por el halo de luz, mientras que en los eucaliptos se escucha el triste y lóbrego ulular del cárabo.


María, bastante preocupada, marcha en el grupo de cabeza, junto a su marido, que posterga y prorroga, su cansancio, acumulado tras su dura jornada en la mina. Con bastante cuidado, comienza la suave ascensión, hasta la cumbre, pues las innumerables piedras y escorias sueltas, dificultan el ascenso, con riesgo de resbalones y tropiezos.


A escasos metros de las cuevas, Benigno, indica la gruta por la cual descendió Jorge, comenzando las llamadas de auxilio, que quiebra y fractura el silencio sepulcral.


...-Jorgeeeee, contesta por favor, Jorgeeee.


Gritan, al unísono, familiares y vecinos, sobre la entrada a la cueva, amplificando y ampliando los sonidos, que retumban a través de la oscura galería.

Algunos vecinos bastante osados y atrevidos, amagan en bajar, hasta la profundidad de la cueva, pero la nula luz y la insuficiente luminosidad de las linternas, hacen que desistan ante el consiguiente riesgo de caídas.

María, de forma desconsolada, totalmente abatida, llora de manera insistente. Consolada por los vecinos, estos tratan de calmarla, barajando la hipótesis de que Jorge pudiera estar perdido por el encrucijado laberinto, que forman las galerías y hasta que la luz de un nuevo día no irrumpa, no podrán hacer nada. Todos los presentes regresan a casa, habrá que esperar la luz del día, para descender y buscar intensamente por las galerías, pero deberá ser, un grupo especializado, preparado, para tal menester.

Numerosas personas se acercan hasta el hogar de María y Juan, para consolar a los abatidos padres. Entre las visitas, se encuentra, un viejo conocido de su hijo...Bartolomé.



...-Hola Bartolomé, estamos abatidos, pensamos que esta sería otra broma de las suyas, pero fíjate la hora que es y no ha aparecido aún. Acudieron esta tarde al cabezo de “Las Culebras” mi hijo y su amigo Benigno, para volar las pandorgas, mi hijo en su afán de conocer una de las cuevas y motivado quizás, por la historia que tu cuentas, bajó hasta la misma...

¿Dime, con sinceridad, Bartolomé, esa historia que cuentas, de la cueva, es realmente cierta?.


Asevera María, mientras pregunta, entre sollozos.



Esta pregunta final, desconcierta a Bartolomé, pues no sabe si decir la verdad o simplemente mentir y decir que es infundada, con el sano propósito de insuflar miedo en los pequeños, para que no visite ciertos lugares, tachados como peligrosos.

Tras un momento de silencio, Bartolomé, exclama.


...-¡Necesito una habitación, para hablar contigo a solas, en privado!.


...-Aquí en la de mi hijo, podemos hablar, sin que nadie nos moleste.


Contesta, María, bastante cansada.


Sentado sobre una silla de enea, algo mayor de la que suele utilizar, para contar sus relatos en la esquina de la calle Madroñal, Bartolomé, comienza a contar una historia verdadera, ante la atenta mirada de María.


...-”Hace ya muchos años, incluso décadas, en la casa de “Las Culebras” habitaba una familia que sentía predilección por los perros de raza “mastín”. Uno de los días, la perra “mastín”, tuvo una camada de cinco cachorros, cuatro de ellos preciosos, pero el quinto resultó ser algo horrible, espantoso, monstruoso y también enorme en comparación con sus hermanos. Tras el parto, la hembra falleció y los cachorros fueron criados con biberón, menos este último que fue arrojado a una de las innumerables cuevas que taladran el cabezo, y nada más se supo de el, sólo quien afirma que el cachorro fue amamantado por una zorra, animal muy común en la zona, antiguamente”.



María, sigue la historia, con inusitado interés, atraído por el halo de misterio que impregna Bartolomé, en cada palabra. Tras una ligera pausa para beber agua, Bartolomé, continua con el relato.


...-En la década de los años sesenta, varias personas desaparecieron, hay quién afirma que se marcharon del pueblo sin dejar rastro, otras por el contrario afirman que fueron engullidas por un monstruoso ser, cuando se adentraron a visitar las cuevas, lo cierto que las desapariciones se produjeron de manera escalonadas y no desaparecieron en el mismo día, sino que hubo un intervalo, de meses, entre ellas, no quiero alarmarte con esta historia, solo he querido contar la verdad, así es como la conozco, sinceramente, creo, que tu hijo está perdido, en la cueva, atenazado de pánico y horror, que le impide buscar la salida.


Con las primeras luces del alba y tras una noche en vela, los angustiados padres, reciben la visita de la guardia civil, que se suma de esta forma a la búsqueda, con varios agentes especializados.


Por los aledaños del cabezo, numeroso público se congrega, atraídos por el halo de misterio que rodea el lugar, mientras surgen todo tipo de hipótesis, infundadas, sobre todo, por el relato contado por Bartolomé. Varios agentes, preparados con largas maromas de cuerda, comienzan la ascensión, mientras Juan y María son consolados por numerosos vecinos, ante la posibilidad de que su hijo hubiera fallecido. Ya en la cumbre, los agentes equipados con arneses, comienzan el descenso y en un instante se encuentran en el fondo de la cueva, por donde descendió Jorge.


Numerosos cadáveres de ganado ovino y porcino, se encuentran esparcidos por el perímetro de la cueva, algunos de los cadáveres en avanzado estado de descomposición, impregna la zona de fuertes hedores, fetidez y pestilencia. Gran cantidad de huesos, pertenecientes a variedades de animales diferentes, están esparcidos, entre las rocas que forma el fondo de la cueva, mientras uno de los agentes, comienza a examinarlos.


...-¡Estas cuevas, recogen todos los animales fallecidos en el pueblo, de esta forman, los dueños de los mismos, están tranquilos de que sus animales puedan ser devorados por alimañas!.


Exclama Ismael, el mas joven de los guardias civiles.


...-Carlos, observa la vértebra torácica, de esta cabra, parece que lleva marcados huellas de fuertes incisivos.


Asevera, Ismael.


...-¡Es verdad, son incisivos, que han roído el duro esmalte del hueso, hasta dejar profundas huellas!.


Exclama Carlos, sargento de la benemérita,en el momento que la piel comienza a erizarse.



...-Que criatura, puede vivir aquí abajo, donde la luz del sol, apenas llega, en esta perpetua semioscuridad, debemos andar con cuidado, estas galerías sabe dios, que pueden contener, mucho me temo que ese chico siga con vida.


Asevera, Ismael.


Las galerías parten en distintas direcciones, los agentes toman la que se encuentra a la derecha por donde han descendido. El perímetro es mayor y parece que sobre el suelo se nota pisadas, aunque es difícil de corroborar, porque el duro suelo de roca, no deja ninguna marca, como suele ocurrir en suelos de tierra. Con las linternas encendidas, los agentes se adentran en aquella misteriosa galería, donde siguen apareciendo cadáveres de animales, despedazados, descuartizados y desmembrados, como si alguna alimaña los hubiera retirado del perímetro de la boca, por donde caen, para ser consumidos en absoluta oscuridad. A cien metros escasos recorridos, el agente Ismael, que se encuentra en una posición mas avanzada, emite un alarido de horror que retumba en las paredes de la cueva, ampliando el sonido, que reverbera al reflejarse contra la dura roca y no ser absorbido.


...-¡Mira Carlos, sobre aquella roca, parecen restos de ropa!


Exclama Ismael, con evidentes signos de terror que se reflejan en su rostro.


...-¡Prepara la escopeta, debemos estar atentos, siento como me sube la adrenalina!.


Exclama Carlos, mientras besa, la insignia del cuerpo.


Mientras esto ocurre abajo en las galerías, multitud de vecinos, se reúnen en torno a los angustiados padres, que lloran con ímpetu y arrebato, la perdida de su único hijo. En esos momentos, un anciano, que sigue con interés todo el desenlace, desde que fue informado, se acerca hasta los padres.


...-¡Perdonad, me llamo Constante, he viajado desde Puebla de Guzmán, cuando me he enterado de la noticia, me dije, de nuevo la leyenda cobra realidad!.


Exclama, ante la presencia de unos padres abatidos, desolados, por los acontecimientos. Tras un momento de pausa, y bajo la sombra de unos eucaliptos, comienza un relato, que posee visos de ser real.


...-”Yo trabajé, como pastor, para la familia que habitaba en esa casa de ahí abajo, asistí al parto de la perra, todos normales.


De pronto se hace un silencio, María, conoce algo la historia contada por Bartolomé, pero quiere saber toda la verdad, contada por un hombre, que estuvo presente cuando la perra de raza “mastín” tuvo la camada de cachorros.


...-¡Continúe, buen hombre, le escuchamos atentamente!.


Exclama María, con los ojos enrojecidos.


Constante, continúa con el relato, mientras su envejecido rostro, moldeado y forjado por días de calor abrasador, temperaturas bajo cero, vientos fuertes, penetrantes y profundos, se vuelve blanquecino, pálido.


...-”El quinto cachorro, en nacer, resultó ser una extraña criatura, de apariencia diabólica, no sé como la perra, que falleció después, pudo haber engendrado en su vientre, tan extraño y horrible ser.

Quise matarlo, para posteriormente quemarlo, para que no quedara restos, pero la señora María, impidió que llevara a cabo mi plan, era una señora de carácter bondadoso y muy religiosa, asistía todos los domingos a misa y me dijo estas palabras.


...-Joven Constante, le gustaría si naciera, un hijo suyo, con defecto, deshacerse de el, como pretende hacer con el cachorro de mastín.


..¡No!...exclamé con rotundidad.


...-Entonces aleje ese cachorro, introduzcaló en alguna cueva, alguna zorra, lo amamantará. Desde entonces no supe nada más del cachorro, pensando que había fallecido, hasta que una noche cuando volvía de encerrar el ganado, observé sobre la loma, donde comienzan las cuevas, una figura que me heló la sangre, me quedó sin habla y estuve varias noches sin poder conciliar el sueño...tanto horror me produjo aquella escena, que desde esa noche no volví a ser el mismo, abandonando aquellos parajes, que me producían pánico, inestabilidad e inseguridad a la hora de ejecutar mi trabajo. El ganado que fallecía por alguna causa, era arrojado al interior de las cuevas,l a señora María, no quería que se dejara en el campo, a merced de buitres y otras alimañas, en pocos días los cadáveres de las reses arrojados a la cueva eran devorados por alguna criatura, no se sabe de que procedencia, aunque en mis pensamientos y aún lo mantengo debe ser el diabólico cachorro de mastín, que hubiera sobrevivido, alimentado por alguna alimaña, que se adentra en las cuevas.



Al finalizar Constante la historia, María irrumpe en llanto, profundo e intenso, consolada por su marido, que la alienta con palabras optimistas, ya que la narración que ha contado Constante, es vieja, vetusta y solo es una leyenda, que aún siendo realidad, con el tiempo transcurrido, no haya forma de que pueda existir aquel diabólico cachorro de mastín, que fue desterrado, para que muriera, en la oscura cueva.

En las entrañas de la cueva, en una de las galerías que surcan el cabezo, los dos agentes han llegado hasta la prenda de ropa alojada, sobre una roca.


...-¡Observa Carlos, está destrozado el pantalón, mira que marcas tiene, está todo ensangrentado, la criatura se ha ensañado con el chico, yo me voy, no aguanto más esta presión!.


Exclama Ismael, con voz temblorosa, entrecortada, mientras su rostro se vuelve, pálido cadavérico, atenazado de horror.



Carlos, haciendo honor al glorioso cuerpo de la guardia civil, agarra del brazo a Ismael y con aire marcial, pronuncia estas palabras.


...-No podemos marchar, somos guardias civiles...¡Que pensaran de nosotros, los vecinos reunidos en torno al cabezo, que esperan noticias nuestras!.


Exclama, en voz alta, cuando el halo de luz de la linterna comienza con intermitencias, señal inequívoca, que pronto se apagará, para sumir en la mas absoluta oscuridad a los dos agentes. Solos ante el tenue halo de luz que aún brota de la linterna, atenazados de horror, un terrible bramido, surgido del más recóndito lugar del mismo infierno, retumba en la cueva, amplificado por la dura roca.


...-¡Ahhhhhhhhh, el monstruooooooo!.


Exclama, con un fuerte alarido de horror, Ismael, de forma ineludible, mientras busca un halo de luz que le indique la salida.


...-¡Donde vas insensato, vuelve aquí, te lo ordeno!.


Exclama Carlos, emprendiendo la persecución de su compañero, atenazado por el pánico, miedo y pavor.


Una criatura, que no puede ser observada, en la perpetua oscuridad de la cueva, cruza delante de Carlos, despidiendo un hedor, indescriptible, mientras un grito apagado, amortiguado por una caída se escucha a escasos metros.


...-¡Ismael, que te ocurre, responde!.


Exclama, Carlos, mientras comienza a sentir los síntomas de un ataque histérico, acentuado, al divisar a su compañero, que yace sobre el suelo decapitado, por la horrible bestia.


-¡Ahhhh, socorrooo, auxilio!.


Exclama, cerca de la salida, por donde se introdujo con Ismael.


A duras penas, con el rostro totalmente desencajado, descompuesto y desfigurado, logra llegar por donde descendieron, hace unas horas y ser rescatado por un compañero, que se lleva una desagradable impresión al ver el estado de su sargento, totalmente enajenado por las continuas muestras de horror soportadas, en un corto intervalo de tiempo, que culminaron con la decapitación de su compañero.


...-¡Ahhhhhh, la bestia...huyamos....ahhhh..está ahí abajo..ha matado al chico y decapitado a nuestro compañero..ahhhhhhhh!.


Exclama, atenazado por el ataque de histeria, entre fuerte convulsiones de origen nervioso.



Pronto, la histeria colectiva, se apodera de las personas, que aguardan noticias en los aledaños y alrededores, mientras el sargento, continúa emitiendo juicios, acerca de las visiones que ha vivido en su estancia en la galería.


...-¡Es un perro del averno, una criatura infernal, hay que acabar con el, dinamitando la cueva!.


Exclama, profiriendo gritos, que llegan hasta los oídos de los padres, que mantienen aún esperanzas.


Ambos progenitores, ante la noticia, gritan de manera descontrolada, entre fuertes espasmos y convulsiones, El miedo, pánico y terror, se apodera de la población, y muchos vecinos están dispuestos a prender fuego a los encrucijados laberintos de cuevas, que conforman el interior del cabezo.


...-¡La leyenda existe, el perro infernal que habita ahí abajo, se ha cobrado ya muchas vidas, hay que acabar con el!.


Exclaman, algunos vecinos, sin pensar que en las cuevas aún yacen dos cuerpos.


Entre las personas que aún continúan en los aledaños del cabezo, se encuentra un viejo pastor que ha acudido al lugar, para curiosear, atraído sobre todo por la leyenda del perro mastín. Apoyado sobre un vetusto cayado, observa el revuelo que se ha formado, con la noticia del sargento. Natural de los Montes de San Benito, Lucas, que así se llama, es alto y espigado, ligeramente encorvado. Su rostro, cubierto por una prominente barba color blanco cenizo, amarillea, junto al labio inferior, distintivo del que hace gala consumados fumadores. De nariz aguileña, puntiaguda, esta divide unos ojillos marrones, vivarachos, dinámicos y avispados, junto a unos pómulos que sobresalen, por su extremada delgadez, para terminar en una frente surcadas por infinidad de arrugas, forjada y moldeada por los duros trabajos en la intemperie.


Experto y avezado, en la cría de mastines, los cuales le han acompañado toda la vida, conoce bien a este noble animal, por eso duda de las noticias vertidas por el sargento, con las muertes producidas.


...-¡Perdone, dice usted que un mastín, ha acabado con la vida de un chico y su compañero!.


Exclama Lucas, con rostro dubitativo, perplejo y vacilante.


...-¡Sí, es un perro infernal, el mismo demonio, debemos acabar con el, cuanto antes!.


Exclama, el sargento Carlos, aún bajo los síntomas de la crisis histérica, contraída.


...-¿Lo pudo observar, para corroborar sus afirmaciones, o se trata de otro animal?.


Pregunta, Lucas.


...-Es un perro enorme, que despide un hedor insoportable, pasó junto a mí, antes de decapitar a mi compañero.


Asevera Carlos, de forma tajante.


...-Mire, he trabajado toda mi vida, como pastor de rebaño de ovejas. El mastín es un perro noble, que no hace daño a nadie, al menos que le des motivos, ni aún así atacan, y se dedican a lanzar ladridos para alejarte, solo se defienden actuando en defensa propia, a lo largo de mi vida he tenido que enfrentarme a lobos, que bajaban desde la sierra de Aracena y el mastín actuaba con decisión para alejarlos y si era preciso enfrentarse a ellos.


Terminado el pequeño relato, Carlos, responde.


...-Mire anciano, es verdad lo que usted cuenta, pero estamos ante un animal, que ha pasado toda su vida en esas cuevas y no ha tenido trato con las personas, por eso muestra agresividad y acometividad, mostrando su furia, rabia, con todo aquel que se adentra en las cuevas.


...-¡Estoy dispuesto a bajar, a la cueva, quiero saber que ocurre ahí abajo, además como usted dice, existen dos cuerpos que habrá que rescatar!.


Exclama, el anciano pastor, con tono decidido.


...-Está usted loco, no sabe a qué criatura se enfrenta, además no quiero que se convierta en la tercera victima de la bestia.


Responde, malhumorado, Carlos.


...-Bajo mi responsabilidad, quiero desentrañar para siempre el misterio que ha encerrado estas cuevas, desde aquella leyenda difundida hace años. Me he enfrentado a muchos animales, y sé como tratarlos.


Asevera, Lucas.


...- Le ordeno que no suba, es muy peligroso, además la oscuridad perpetua, con que se vive ahí abajo, hace el lugar aún más inaccesible.

Asevera, Carlos.


...-Está bien.


Responde, el anciano.



Mientras el sargento Carlos, dialoga junto a sus compañeros que deben hacer, el anciano Lucas, en un descuido, sube raudo y veloz para arriba, porta sobre su mano izquierda un cayado, y en el bolsillo lleva una linterna de petaca. Las maromas de cuerdas que continúan, bajadas, le servirá al anciano para descender, hasta las entrañas de la cueva, donde diversas galerías le aguardan. Sin duda, las continuas pisadas, ocasionadas por los agentes, al pasar, guiaran al anciano por la correcta.

Al pasar junto a los padres de Jorge, numerosos vecinos, aplacan y tranquilizan, con palabras de aliento, a dos personas que se encuentran abatidas, derrotadas, sin poder creer que su hijo ha fallecido en manos de un animal que se creía toda una leyenda, y se ha convertido en realidad, cruel, despiadada.


...-¡Sargento, el anciano, ha bajado a la cueva, ha aprovechado un descuido y ha llegado hasta la misma, por la cara norte!.


Exclama, Jose Luis, cabo primero, al ser informado por un vecino.


...-¡Pero que hace ese idiota, ya le advertí, que no bajara, se convertirá en la tercera victima, vamos a preparar un equipo para bajar, hay que recuperar dos cuerpos!.


Exclama, Carlos, totalmente furioso, por la osadía del anciano al bajar.


...-Recuperar los cuerpos, dice el sargento, sabe dios como se encontrarán los mismos.


Asevera, el cabo primero, José Luis, en voz baja.



Abajo, en la galería, Lucas, ha encendido la linterna y se dispone a seguir por la misma senda, donde horas antes lo hicieran Carlos e Ismael. La noticia de la bajada hasta la cueva del anciano, provoca una reacción en cadena de la población, ante la posibilidad de que se convierta en una nueva victima, de la criatura. Todos los vecinos comentan, murmuran y rumorean, en torno a la valentía del anciano de bajar. Algunos conocen a este hombre natural de los Montes de San Benito y que toda su vida ha tratado con cánidos, debido a su trabajo como pastor de ovejas.


...-¡ Lucas, es osado y valiente, yo he visto como se ha enfrentado a perros rabiosos, con la única ayuda de su cayado!.


Exclama un vecino, que lo conoce bien.


La oscuridad y el silencio, en la galería, es absoluto, solo interrumpido por el continuo tintineo, sonsonete, de las gotas de agua, cuando estalla contra la dura roca del suelo. Con la única ayuda de su cayado y la linterna, el anciano se adentra en aquella galería, donde yacen según el sargento Carlos, dos cuerpos, Jorge e Ismael. Perfectamente taladrada, por antiguos mineros, para extraer manganeso, la galería serpentea, de forma sinuosa, ondulante, hasta llegar hasta una cavidad central, desde donde parten varias desviaciones. Hasta aquí ha llegado el anciano, sin ninguna novedad, por lo que decide alumbrar con la linterna todo el perímetro, recorriendo con el halo de luz, todo lo que le rodea. El suave cerco de luz de la linterna, pone al desnudo, la perpetua oscuridad de la galería, poniendo al descubierto todo lo que esconde, bajo su manto de oscuridad. De pronto, una silueta humana sobre el suelo, llama su atención, al quedar descubierto por el halo de luz. El anciano, se dirige hacia el cuerpo, que yace en la dura roca, con sumo cuidado de no resbalar, pues en esa zona, la humedad ha convertido la roca, en una franja de terreno bastante resbaladiza.


...-¡Ahhhhhhhh, la bestia me quiere capturar, socorro, auxiliooooo!.


Exclama aún, aturdido, Ismael, bajo los síntomas del síndrome de histeria adquirido, al escuchar el terrorífico bramido.


...-No se preocupe joven, está a salvo.


Susurra, Lucas, en voz baja para dar tranquilidad.


...-¡Quien es usted...y el sargento Carlos que le ha ocurrido!.


Exclama, con rostro perplejo, dubitativo, Ismael.


...-No ha pasado nada, tan solo usted resbaló y cayó al suelo, dándose un golpe en la cabeza, quedando aturdido de forma momentánea.


Susurra, de nuevo, Lucas, tranquilizando a Ismael.


...-¡El bramido, que escuchamos, parecía proceder, del mismo infierno, jamás en mi vida he escuchado semejante rugido, parecía una criatura del averno!.


Exclama, Ismael, aún con el rostro, pálido, demacrado, macilento.


...-Bueno, ahora debo continuar, debo encontrar al chico, que no sabemos donde puede estar, usted mientras, repose aquí hasta mi vuelta, no tenga miedo, ha sido todo producto de su imaginación, ocasionando un estado sugestivo, en el cual usted cree haber observado algo que no existe.



Susurra, de nuevo, Lucas.


...-¡Le aseguro que el bramido fue real, lo escuchamos el sargento y yo, además y aún no se lo he dicho, los pantalones del chico aparecieron, completamente destrozados y ensangrentados, un poco más adelante!.


Exclama, Ismael, atestiguando sus afirmaciones con la prenda de ropa encontrada.


...-¡No me diga, los pantalones del chico, completamente destrozados, vaya, esto no me lo esperaba, debo avanzar con cuidado!.


Exclama Lucas, al escuchar la última afirmación de Ismael.


...-Tenga cuidado anciano, la criatura puede acechar de un momento a otro.


Susurra, Ismael, más tranquilo.


...-Usted coja el arma, y esté preparado, no tema nada.


Susurra, Lucas.


...-De acuerdo.


Contesta Ismael.


Tras quedar Ismael, apoyado sobre la pared de roca, Lucas, avanza en dirección a la prenda de vestir que encontraron, Carlos e Ismael. El color rojoscuro de la roca, hace que las sombras originadas, parezcan gigantescas y amenazadoras, cuando el halo de luz de la linterna, las ilumina, mientras el anciano avanza por aquel pasadizo que se estrecha, a medida que el avance, desciende. En la superficie, todo el pueblo comenta la osadía del anciano, mientras el sargento Carlos, ha preparado un equipo de cuatro personas, para bajar a rescatar los cuerpos.


...-¡Que daría, por saber que está ocurriendo ahí abajo con el anciano!.


Es la exclamación, más común, que circula entre los vecinos. Aún con la incertidumbre de no saber que le ha ocurrido a su hijo, pues solo conocen la prenda de vestir aparecida, los padres de Jorge, se muestran más calmados, debido al continuo agasajo de los vecinos, que les han informado que un anciano acaba de bajar, para rescatar el cuerpo. Lucas, por fin divisa la roca, sobre la que aparece la prenda de vestir y se acerca hasta ella, de forma pausada. La sangre aparece por toda la prenda, pero no se aprecia, signos de dentelladas, más bien una caída ocasionada, que ha rasgado la zona de la rodilla, hasta hacer unos tirones, que recuerdan a dentelladas. En los precisos momentos en que el anciano, centra todo su interés, en examinar la prenda, de nuevo surge desde el fondo de la galería, el terrorífico bramido que tanto pavor y estupor causó en Ismael.


Lucas, queda inmóvil, apenas el vello de los brazos se ha erizado, toda su vida ha escuchado aullidos de lobos y ladridos de perros rabiosos, aunque este sonido no lo había escuchado aún, puede ser que el ladrido de un perro, al sonar en una cavidad cerrada, llegue a distorsionar, deformar y desfigurar el normal sonido, es la conclusión a la que llega Lucas, que comienza alumbrando con la linterna la zona desde donde proviene, divisando a lo lejos unos ojos que centellean, cuando la luz se proyecta sobre ellos. Avanzando con cuidado, portando el cayado sobre su mano izquierda, el anciano avanza ante la pasividad de la criatura, que espera sin moverse. Apenas a una decena de metros, el anciano puede distinguir un perro de buena envergadura, de apariencia diabólica, por la desfiguración de su rostro, en el momento de nacer, que muestra un estado famélico, escuálido y flaco, observando al anciano desde unos ojos donde las cataratas le impide una visión correcta, debido a la perpetuidad en la oscuridad que ha estado sometido, todos estos años. Como si se tratara de un adiestrador de perros, el anciano avanza hacia el animal con total confianza, seguridad y tranquilidad. Reacio en primer momento, el animal hace amago de huir, pero Lucas, con palabras que ha utilizado toda su vida, logra calmarlo, apaciguarlo y templarlo, logrando tocar, su deteriorado pelo, hasta conseguir que el animal, roce la pierna del anciano. Sin duda esta muestra de cariño, es lo que necesitaba este animal, despreciado, menospreciado y rechazado, porque su rostro, distaba mucho del perro que todos conocemos, el cual fue salvado in extremis, por la bondad de una señora, antes de ser ejecutado.


Tras acariciar un largo rato al animal, con constantes muestras de cariño, Lucas, muestra al animal la prenda de vestir que aparecía sobre la roca, y este, mostrando una docilidad sin igual, conduce al anciano a través de la intrincada red de galerías, hasta una sala donde aparece un joven, titiritando de frío, con bastante fiebre debido a las heridas ocasionadas en las continuas caídas. Desprovisto de pantalón, Lucas, alumbra al joven, que llora de forma desconsolada, afligida y angustiada.


...-¡Ya estás a salvo, aunque tu estado es lamentable, debemos subir a la superficie, te debe ver un médico enseguida!.


Exclama, Lucas, mientras incorpora al joven,para comenzar a buscar la salida.


Acompañado por el “mastín” y Jorge, Lucas, emprende el camino de vuelta, con la satisfacción, de que las dos supuestas victimas del perro infernal, se encuentran sanos y salvos.


Al pasar junto a Ismael, este exclama.


...-¡El perro y el joven, no puede ser, que ha ocurrido!.


...-Es una larga historia, confusa, que el tiempo no podrá reparar.


Contesta, Lucas.



En la superficie, el sargento Carlos, ha formado un grupo de cuatro personas, armados hasta los dientes, para tratar de abatir a la criatura del averno y recuperar tres cuerpos, pues según sus cálculos, el anciano, temerario, osado y atrevido, también forma parte de los fallecidos.

Lucas, junto con Ismael y Jorge, acompañados por el “mastín” logran llegar al lugar por donde descendieron y se encuentran, con el grupo que ha iniciado el descenso.


...-¡No puede ser, Ismael, estabas decapitado, por la horrible bestia y el joven, su pantalón estaba completamente destrozado por las fauces de la criatura, y este perro, de aspecto famélico, escuálido y flaco, de horrible aspecto, no puede ser la horrible bestia que oímos bramar, aullar y ladrar!.


Exclama Carlos, con el rostro desconcertado, confuso y sorprendido.



En los aledaños de la cueva, numeroso público ha desbordado, la seguridad de los agentes y se disponen a observar, que ocurre en el interior.

Uno de los vecinos, familiar de Jorge, grita con fuerza, exclamando.


...-¡Están sanos y salvos, ya suben junto con el resto de personas!.


Estas son las palabras que sin duda querían escuchar los abatidos padres, que lloran de alegría, mientras se abrazan a los vecinos, que lo han acompañado en estos duros momentos. Por fin en la superficie, Lucas, es recibido como un héroe y aclamado por todos, Carlos, mientras tanto, explica el estado sugestivo a los que fueron sometidos, el junto a su compañero, por la leyenda de la terrible bestia, que se alimentaba de cadáveres de reses,arrojadas.

Tras abrazar a Lucas, con muestras de cariño, María, Juan y Jorge, son conducidos hasta el complejo médico, para curar las heridas del joven, de la continuas caídas recibidas en el interior de la galería. Ismael, abraza al anciano, sin duda todo un héroe, no recuerda nada de lo sucedido, tan solo el terrible bramido y la huida con el posterior, resbalón.


Muchos curiosos, observan a la terrible bestia, que habitaba en el interior, descansar junto al eucalipto. Sus deteriorados ojos apenas vislumbran alguna silueta, Lucas, acaricia su pelo, mientras lo conduce hasta el automóvil, que lo trajo hasta estas tierras para desentrañar el misterio. Maltratado, por su apariencia física, olvidado, abandonado y postergado a vagar por las cuevas, por ser diferente al resto de cánidos, un hombre que conoce bien a estos nobles animales, ha logrado rescatarlo, para que pase junto a el, estos últimos años, encontrando el cariño que le fue negado. Pocos días después, el “mastín” goza de plena libertad, y ladra en el cortijo de Lucas, junto algunos compañeros. Poco tiempo después, el “mastín” falleció, sin lugar a dudas su gran regalo fue el rescate de la oscura galería, por un hombre bueno y noble. Todo el tiempo que permaneció, junto a Lucas, será recordado por todas las personas, que acudían hasta el cortijo, para observarle, debido a la terrible leyenda que pesaba sobre el. Enterrado bajo la sombra de una gran encina, rescatado de la oscuridad, su espíritu vaga por tierras andevaleñas, donde la luminosidad, resplandor y brillo del cielo, lo acompañaran eternamente.



La Cueva.....Un relato de Marcos Tenorio, Màrquez, dedicado a la persona que me motivó, impulsó y estimuló a escribir. Gracias, al enorme talento que poseía.....mi padre...Bartolomé Tenorio Díaz (D.E.P).





 

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