Recuerdos de Tharsis...El juego de la lima
...El
verano con sus altas temperaturas, había resquebrajado la tierra,
convirtiéndola en seca y polvorienta, donde las hierbas que lucían
un bonito color en primavera, habían quedado deslucidas, apagadas, y
sólo un color, pálido y macilento, impregnaba los tallos, ramas y
hojas.
La llegada del otoño, con sus generosas lluvias saciaba, y aplacaba la tierra, que rápidamente desaparecía, engullida por las grietas, y un olor a tierra mojada, comenzaba a invadir al pueblo, creando una sensación de bienestar, bien recibidas por los lugareños. La hormigas con alas, también llamadas “aluas” por estos lares, salían de sus hormigueros, y eran recolectadas por los aficionados, para la puesta de trampas.
Las primeras bisbitas, collalbas, colirrojos y lavanderas comunes, comenzaban a invadir los terrenos, donde comenzaba a despuntar los primeros brotes de hierba verde. Sus gráciles movimientos, en busca de alimentos, eran observados por los niños, cuando nos dirigíamos al colegio y en nuestros calzados, adherido, al cuero, podríamos observar pétalos amarillos, de la infinidad de plantas que colonizaban, todo el terreno de la iglesia.
Con la llegada de la estación otoñal, nuevos juegos surgían, para deleitarnos en las cortas tardes. Los juegos de verano quedaban para la primavera siguiente y es ahora, donde, buscábamos entre viejos baúles y cajas, un utensilio, fundamental, para poner en practica el juego, me refiero como no, a la lima. Los alrededores de la iglesia, ofrecían un lugar extraordinario, para disputar intensas partidas y hacia allí nos trasladábamos, y en muchas ocasiones, fuimos testigos de la llegada de personas y coche fúnebre, donde el cura Don Gregorio, daría el último adiós al fallecido, en una solemne misa.
La lima, es un instrumento de acero templado, con las superficies finamente estriadas en uno o dos sentidos, para desgastar y alisar metales y otras materias duras. En talleres, nuestros padres nos obsequiaban con las limas y escofinas, desgastadas por el duro trabajo y que ya no servían para desarrollar trabajo. Sin embargo, para nosotros era un autentico regalo, para poner en práctica el juego. Una vez desprovistas del mango de madera, un extremos punzante, relucía, para ser clavado en la superficie del terreno, reblandecido por las incesantes lluvias caídas.
Para el desarrollo del juego, se dibujaba una especie de muñeco en el terreno, con la misma lima, consistente en una esfera circular de varios metros de diámetro, dividida en cuatro partes, por rayas, a esta esfera se le añadía un cuadrado al que se llamaba “sombrero” y unos semicírculos a lo lados, llamados “orejas”. Ya en la parte de abajo del circulo, se hacia una especie de escalera, dividida en 5 o 6 porciones y para terminar, a un lado de este muñeco, se hacía otro circulo más pequeño llamado “huevo”.
Con el muñeco dibujado, dábamos comienzo el juego, comenzando desde abajo, clavando la lima en todas las porciones, una vez concluido el recorrido, había que lanzar la lima al huevo para que quedara clavada en su interior. De conseguir clavar la lima, hacías en las porciones unas aspas, y las llamabas “río”. Este lugar sería para ti, como tu descanso, en las siguientes veces y el compañero tendría que saltar sin pisar, en tu “rio”. Había veces que la lima no clavaba por algún motivo, siempre por causa de alguna roca, entonces cedías el turno al compañero, que iniciaba la ruta. Ganaba el juego quién más “ríos” conseguía. Recuerdo aquí a verdaderos especialistas, para intentar clavar la lima en el interior del huevo, algunos optaban con la típica parábola, otros, de manera directa, e incluso lanzándose en plancha y arrojando la lima, antes de caer sobre la hierba, todo valía, para conseguir ganar .
Así entretenidos, las cortas tardes del otoño e invierno, daban paso al crepúsculo, donde bandadas de verdecillos, bisbitas, collalbas, lavanderas, colirrojos, pardillos, jilgueros, emprendían el vuelo para pasar la noche al abrigo de las bajas temperaturas. Grupo de personas se acercaban hasta la iglesia, para escuchar la misa impartida por Don Gregorio o Olegario, mientras nosotros regresábamos a casa para tomar un buen cola cao, al calor del brasero de picón y ver programas infantiles como..Un globo, dos globos. tres globos, hacer los deberes que nos puso D, Mario Rabadán y acostarnos hasta el día siguiente, con la familia Telerín, que ponía final a la franja infantil.
Recuerdos de Tharsis...El juego de la lima
Marcos Tenorio Márquez
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