sábado, 21 de agosto de 2021

Un héroe entre ratas....(Dedicado a la memoria de Juan Rodríguez Domínguez...1963-1989...D.E.P)


 

Un héroe entre ratas...(Dedicado a la memoria de Juan Rodríguez Domínguez)

(1963-1989...D.E.P)




Minas de Tharsis, octubre de 1986.

 

...Regresaba, con mis amigas del baile del cine, sobre las cinco de la madrugada. Aún las temperaturas, no habían descendido de manera brusca, y estábamos en lo que llamamos veranillo de San Miguel. La ausencia de luna, comenzaba a notarse, al entrar en las callejuelas de la calle Luciano Escobar, al ocupar las sombras de los cuarteles, el reducido espacio entre las filas de casas, y la poca visibilidad que ofrecía la noche nublada, potenciaba y aumentaba la oscuridad. Charlábamos de manera, amigable, afable y cordial de la noche vivida, bajo los síntomas y efectos de la cafeína de los refrescos de cola, fue quizás, por este motivo, por los que mi fino oído, captaba cualquier tipo de ruido, crujidos o chasquidos, proveniente de los envejecidos gallineros o cuarteles de carcomidas maderas, que sujetaban tejas árabes impregnadas de musgos.


Al pasar por uno de los cuarteles, cercanos a mi hogar, unos crujidos y chasquidos llamaron poderosamente mi atención, y pregunté a mis amigas, antes de despedirnos.


..-¿Habéis escuchado, unos crujidos al pasar por el cuartel de Isidora?.


..-¡No!.


Exclamaron todas, al unísono.


..-Bueno, serán cosas mías y del estado de sugestión, que me provoca los ambientes donde reina, oscuridad absoluta..(pensé en silencio).


..-¿Has escuchado, algo raro?.


Preguntó María, antes de despedirnos.


..-Si, como unos crujidos y chasquidos, en el cuartel de Isidora.


Respondí.


..-¡Isidora, no está en casa, hace unas semanas que partió para San Bartolome, a casa de sus hijas!.


Exclamó, María.


..-Si, lo sé, por eso me ha extrañado.


Respondí.


..-No le des importancia, a veces los cuarteles que permanecen cerrados, por un tiempo, emiten ciertos tipos de sonidos.


Asintió María, para tranquilizarme.


Pasados unos días, de nuevo volvía a pasar por la calle, en plena noche, aunque esta vez no iba acompañada. Las concurridas calles del pueblo, que mostraban en verano, cierto regocijo y júbilo, permanecían en los albores de la recién comenzada estación, solitarias, desoladas y desiertas. Aunque las temperaturas no mostraban rigor, severidad y dureza, los vecinos permanecían con las puertas cerradas. Cierto estremecimiento y escalofríos, volvían de nuevo a invadir mi menudo cuerpo, al encarar de nuevo el cuartel de Isidora, con los extraños crujidos y chasquidos, escuchados hace unos días.


Un grito de horror, ahogado, oprimido y apurado, escapó de mi alma, inaudible para el oído humano, al acercarme hasta la puerta y comprobar, como los sonidos escuchados días atrás, no habían sido una invención mía, arrastrado por mi estado sugestivo. Extraños sonidos, llegaban con nitidez, desde el otro lado de la puerta, al mismo tiempo, nauseabundos, fétidos y hediondo olores, emanaban por los bajos de la puerta y penetraban a través de mis fosas nasales, produciéndome, repudio y ganas de vomitar.

Atenazada, por el horror, abandoné aquel cuartel y llegué a casa con rostro pálido, demacrado y macilento.


..-¡Que te pasa hija!


Exclamó, mi madre, al comprobar mi estado de ansiedad y nervios.


..-Mamá, en casa de Isidora, ocurre algo.


Respondí, con voz temblorosa, tartamudeando, atenazada aún por la sensación de horror vivida.


..-¡Que ocurre hija, Isidora, permanece aún en San Bartolomé!.


Exclamó, mi madre.


..-Si, ya sé que está en San Bartolome, pero en el cuartel se escuchan crujidos y chasquidos y por los bajos de la puerta, emana olores desagradables, repugnantes y asquerosos.


Respondí.


..-¡Vamos a comprobar, si lo que dices es cierto!


Exclamó, mi madre.


..-Yo no voy, avisa a hermano, que está ahí con su amigo Juan.


Respondí.


En cuestión de minutos, mi madre, hermano y Juan, estaban junto a la puerta del cuartel de Isidora, en silencio, concentrados, tratando de dar respuestas a los extraños crujidos, chasquidos y fétidos olores. De pronto mi hermano, dio una respuesta a los extraños ruidos.


..-¡Ratas!.


..-Sí.


Asintió Juan, mientras mi madre comenzaba a sentir los mismos síntomas adquiridos por mí.


..-¡Hay que avisar a Isidora, lo antes posible!


Exclamó, mi madre, mientras su rostro comenzaba a adquirir un color macilento.


Al día siguiente, por la mañana, mi hermano y Juan, se trasladaban hasta San Bartolome, necesitaban de forma urgente avisar a los inquilinos del cuartel, sabe dios que panorama encontrarían al abrir las puertas, pues los roedores llevaban ya cierto tiempo pululando, libremente por el cuartel, sabiendo que su voracidad no tiene límites y que son portadoras de muchas enfermedades. Mientras pasaba las horas, multitud de vecinos se concentraban por los alrededores del cuartel, expectantes y curiosos. Por fin, llegaba Isidora, con su marido, acompañada por su yerno e hija, con un estado de ansiedad, adquirido al conocer las noticias. Los vecinos/as pronto agasajaron y tranquilizaron, al matrimonio y familia, ofreciendo infusiones de tila. Antes de abrir la puerta del cuartel, se decidió cual sería la mejor opción, para acabar con ellas y ahí surgió con determinación, entereza y firmeza la figura de Juan, que armado con un “cabo” de azada, penetró en el cuartel ante los gritos desgarrados, de los vecinos.


Oleadas de olores nauseabundos, fétidos y apestosos, impregnaron los alrededores ante los gritos de la muchedumbre, que huían despavorida cuando Juan, con certeros golpes, aniquilaba los roedores y los lanzaba a través del postigo.


..-¡Otraaaa, otraaaaaaaaaa!


Exclamaban todos/as, al ver la figura del roedor emerger por el postigo y caer justo, en mitad de la calle, donde los vecinos/as armados, con escobas remataban al roedor, con evidentes muestras de repugnancia, aversión y desagrado.


Tras mas de dos horas de dura lucha, con lo roedores, un exhausto, cansado y extenuado Juan Rodriguez, abandonaba el cuartel, ante las muestras de cariño del personal congregado y era aclamado, vitoreado como héroe, pues había puesto su vida en peligro, pues los roedores cuando se ven acorralados, muestran agresividad, pudiendo trasmitir la rabia ante un mordisco de sus afilados incisivos. Más de dos docenas de roedores yacian, en mitad de la calle, y los vecinos se preguntaban.


..-¿Por donde, han podido penetrar las ratas, si el cuarto de baño es de construcción reciente y sólida?


El panorama en el cuartel era desolador, al repugnante, apestoso olor que emanaba desde todos los ángulos, había que sumar la cantidad de excrementos, orinas y demás, que habían dejado los roedores en su estancia en el cuartel. Muebles de maderas nobles, presentaban muescas sobre los laterales al ser roídos. El skay del sofá de dos plazas, también había sufrido la voracidad de los roedores, que habían roído hasta llegar a la gomaespuma. Vasos, tazas, jarras, yacían sobre el duro suelo de cemento, estampados y rotos en mil pedazos. Cómoda , ropero y cama, también habían sufrido la visita de las ratas, dañando la ropa que se encontraba en ellos.


Con una exhaustiva investigación se pudo conocer por donde habían penetrado las ratas. El desagüe del lavabo, al quedar sin agua, había sido el lugar por donde lograron salir, ascendiendo por la cerámica y salir hasta la habitación, cuya puerta de acceso al dormitorio y salón se encontraban abierta.


El matrimonio esa noche, tras una primera limpieza, pudo quedarse en la habitación, aunque tuvo que pasar un largo tiempo en el que el amoníaco y legia, por fin pudieron vencer los repugnantes olores.


Un héroe entre ratas....(Dedicado a la memoria de Juan Rodríguez Domínguez...1963-1989...D.E.P)


Relato coescrito por Marcos Tenorio y Juana Maria Tenorio.


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