El viejo
eucalipto.
...El viejo eucalipto se nos muere, con
más de un
siglo de antigüedad
ha contemplado desde su
privilegiado
enclave, el paso de los años.
Desde que fuera plantado, a principios
de siglo, ha resistido todo tipo de vendavales
lluvias
torrenciales, temporales y borrascas.
Sobre su
copa, han anidado, gorriones,
jilgueros y
cárabos.
Solitario, aislado, apartado del resto de
congéneres,
creció de forma desmedida, elevándose sobre el resto, vanidoso,
orgulloso, altivo y arrogante.
Presume,
que sobre su copa, preciosos
jilgueros de colores, emitan
preciosas
melodías, anunciando el nuevo día.
Presume que mariposa de bellos colores
polinicen sobre sus delicadas flores,
cuando la tarde, languidece.
Presume, que su alargada silueta
siga iluminada, por una cercana
farola, en las oscuras noches, antes
de que irrumpa el alba.
Adolescentes enamorados, se ha besado
bajo tus ramas.
Abuelos y nietos, han disfrutado, bajo
tu generosas sombras, contando historias
y relatos, de tiempos pasados.
Aspirantes a poetas, se han inspirado,
cuando la brisa fresca, de la tarde, ha
relajado y calmado el ambiente
que tu has creado, con tu presencia.
Sobre tu robusto tronco, se han dibujado
corazones, que el tiempo ha borrado.
Se ha llorado, y también reído.
Se han contado secretos, confesados e
inconfesables.
Se ha mentido, maldecido, cuestionado
pero siempre has permanecido en silencio
inmutable.
Ya la savia, que con tanto vigor, corría
por tus ramas, en tiempos de adolescencia
han dejado de fluir, aunque te resistes
a morir, como el bravo guerrero en el
fragor de la batalla, como el toro
con la estocada dada, como Jesús en su
último suspiro, en el monte del calvario.
Ya no verás los amaneceres, cuando el
sol despunta por la calle, Burgos
y Corrales.
Ya no verás a los chavales disputar
intensos partidos de fútbol, en el
llano de la era.
Ya no verás, el agua del grifo, como
fluye por la regola cuesta abajo, con el
vaivén de avispas y aceisteros.
Ya no verás a mi querido padre,
tomar la mitaílla, rebajada con el
agua de Tejera.
Ya no verás, a Sebastián, pasar para
el huerto, montado en la bicicleta.
Ni tampoco verás a las mujeres,
tender la colada, sobre la verde
hierba.
Cuando mueras, tus cenizas llegarán
hasta el infinito, y podrás de nuevo
contemplar los amaneceres y personas
fallecidas, que te acompañaran para
siempre.
Marcos Tenorio Márquez.
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