viernes, 13 de octubre de 2023

El gran jabalí









El gran jabalí

 
...Recibí en mi domicilio, una caja de madera agujereada, la cual contenía en su interior, una pareja de podencos paterninos. Una escueta nota al pie de la caja, acompañaba a la pareja de canes en la que podría leerse.


.."Sobrino Ismael, saludos desde Paterna, de tu tía y mío...cómo sé que eres aficionado a las cacerías, ahí te mando estos dos ejemplares de podencos, cuídalos, que te darán muchas tardes de alegría”.


Entonces, recordé a mi tío Juan, cuando desde pequeño, lo acompañaba en las cacerías que hacían en Minas de Tharsis, y en la cual me enseñaba los entresijos del arte de la caza, tanto en ojeo de perdiz, caza en mano del conejo, tiradas de tórtolas y torcaces, y demás lances cinegéticos.

Aunque la caza que más me atraía, era la caza del jabalí. Ya desde pequeño cuando tuve un encuentro con este fascinante mamífero, en el cual pude contemplar su ferocidad y bravura, al arremeter contra varios perros de una reala, los cuales quedaron prácticamente destrozados, por sus enormes colmillos, para desaparecer poco después por la espesura del monte, quedé estupefacto, emocionado, por la ejecución del lance. Cuando mi tío Juan, llegó hasta mi, temiendo lo peor, no daba crédito a lo que había observado.


Mi tío me abrazó y pudo contemplar, a unas decenas de metros, perros agonizando, con enormes heridas infringidas, dónde la sangre brotaba sin cesar, siendo las zonas afectadas vientre , lomo, extremidades y parte de la cabeza.

Bajo tremendos ladridos de dolor, los animales fueron posteriormente sacrificados, para que no sufrieran, poco se podía hacer por sus vidas, después del encuentro con el feroz y bravo jabalí.


Por la noche, al calor de un buen fuego con leña de encina, mi tío contaba la leyenda del gran jabalí, al cual habían observado de manera fugaz algunas veces, en la zona del “Lagunazo”, en aquel monte de brezos y tojos, lugar irreductible dónde se encuentra en una verdadera fortaleza.


...-Se dice, que su piel es tan dura que repele los perdigones de las escopetas, y sus enormes colmillos son capaces de abrir en canal cualquier perro, que se interponga en su camino.

Con la mirada fija en mi tío, seguía estos relatos con gran interés, y poco a poco fue surgiendo en mi, la afición por la caza del jabalí, al cual respetaba y admiraba.

Cuando mi tío Juan, por motivos laborales, tuvo que marchar de Tharsis, a Paterna del Campo, el vinculo que me unía desapareció, pero no así mi pasión por la caza.


Una vieja escopeta marca Lamber, fue regalada antes de partir, así como un perro raza "pointer" que mi tío tenía como favorito y admiraba.

A la edad de dieciocho años, recién cumplidos ingresé en la sociedad de cazadores de Tharsis, mi mayor deseo.


Poco tiempo después, ya mostraba destreza con las armas, abatiendo innumerables conejos y perdices, con certeros disparos, con la paralela, regalo de mi tío y de la cual estaba muy orgulloso.

Por aquel tiempo, la caza mayor en Tharsis no contaba con muchos adeptos, pero casi todos los años se organizaban varias monterías, en los campos pertenecientes a la compañía de Minas de Tharsis. Los días previos a mi primera montería, en los cuales ya asistía como cazador, se hacían interminables.

Por fin llegó el día soñado. Desde primeras horas de la mañana, tenía todo preparado, escopeta, canana con cartucho con postas para el jabalí y mi perro, al cual llamaba “Rey”.


La batida sería en los terrenos llamados "El Lagunazo", allí se encontraba según los relatos de mi tío, el gran jabalí, su hábitat perfecto, entre jaras, brezos, tojos y rocas. Después del desayuno, reunidos todos los cazadores, marchamos rumbo hacia los terrenos, dónde comenzaría la montería.


La reala de perros, donde distinguían los podencos, estaba formada de multitud de razas cruzadas, los vulgarmente llamados "chuchos".

Tras cruzar los llamados "Llanos del rey" la reala fue soltada por terrenos, donde podría distinguirse multitud de arbustos de monte bajo ,"guadaperos, torbiscos, jaguarzos, jaras y tojos", salpicados de rocas y cruzados por barrancos de poca altura.


Varios “bichos” fueron levantados, por la impetuosidad de los perros, que con sus ladridos hicieron que salieran de sus escondites, para ser guiados ante las puertas, que esperaban ansiosas su encuentro. Cuarenta escopetas, dispuestas en linea en el cabezo de la "Utrera", esperaban con ansiedad la llegada de los primeros suidos, parapetados tras jaras y jaguarzos, desde allí se obtiene una amplia zona de visión, al carecer la parte baja del cabezo de vegetación arbustiva.


Con las voces de los "urreadores" y la reala, que actuaban en abanico, los primeros "guarros" fueron entrando a las puertas, sonando los primeros disparos, y el olor a pólvora se extendió abrazándose con la muerte, para poner punto y final a la vida, ante el delirio de sus ejecutores.
La sinfonía de la muerte, tocada con precisos instrumentos, oscilaba desde un lado al otro del cabezo, y voces humanas, ladridos y alaridos, retumbaron, atronaron y resonaron en la amplitud del azulado cielo.


Poco a poco, la reala de perros y los "urreadores" fueron escudriñando, los terrenos..."Los Llanos del Rey, la Casa Chica, las Peñitas, la Cruz del Niño". Sólo faltaba el "Lagunazo" dónde según la leyenda de mi tío, residía el gran jabalí. Al pié del"dique" en terreno, dónde el agua fusiona con la tierra, formando un barrizal, se podría advertir la presencia de"guarros" y unas enormes huellas sobre el barro, llamó la atención de los "urreadores.

...-Eh, mirad, que huellas de pezuñas, es increíble, este "bicho" debe ser enorme .

Replicó, uno de los "urreadores"...que pronto se encontró con varios amigos alrededor y cuyos rostros palidecieron de terror.


Los perros de la reala, entraron en aquel imponente sotobosque, conformado de jaras, jaguarzos, tojos y rocas, pero abandonaron el lugar lanzando fuertes alaridos.


...-¡Que extraña criatura alberga, este lugar, para que los perros huyan despavoridos!.

Exclama Román, realero.


Sin tiempo para descifrar dicho misterio, los últimos disparos, suenan en la lejanía, algunas piezas más son abatidas. Los tímidos rayos de sol desvanecen dando paso a las sombras y el realero con la trompeta, llama a los perros, que acuden a la llamada.

Los mulos con los carros, se acercan hasta el lugar para cargar las piezas abatidas. Grandes jabalíes, de enormes colmillos, son izados al carro por varios hombres. En torno al carro se juntan los cazadores y urreadores, para comentar la jornada de caza. Comento con los compañeros, mi primera experiencia, cómo cazador, en caza mayor, totalmente diferente a la caza menor, por la envergadura de las piezas a batir, y la adrenalina que se derrocha en la espera, donde las manos tiemblan en la empuñadura.

De pronto, uno de los urreadores, hizo referencia a las pisadas que había sobre el barro y fango, en un extremo del dique "Lagunazo",a lo que presté mucha atención, agudizando el oído.


...-Llegamos a las inmediaciones del dique, donde la tierra se fusiona con el agua, formando un barrizal, había "revolcaderos" de guarros, pero nos llamó la atención unas enormes pisadas sobre el barro, que creo sinceramente que pertenece a algo espectacular que no hayamos visto nunca, posteriormente los perros huyeron despavoridos al penetrar en la mancha que hay en el cabezo.

Replicó, un asustado urreador.


Yo, que había seguido con enorme interés el relato del urreador, pregunté.


...-¿Cómo eran las huellas?.


...-Pues eran enormes, calculo, cómo las de un enorme toro o parecido, no me quiero imaginar que sean de un jabalí, pues creo que no existen, y si existiera debería ser monstruoso y aterrador.

Replicó de nuevo el urreador, con cara de incredulidad.


De nuevo recordé la leyenda que comentaba mi tío, de un gran jabalí que habita en aquellos terrenos, y que se esconde en las numerosas cuevas que hay diseminadas por el cabezo, sepultadas por el sotobosque de jaras, tojos y aulagas, haciendo imposible que los perros penetraran en dicho entorno, y los que lo hacían salían sistemáticamente destrozados o no volvían a ser vistos jamás. Con el crepúsculo acechando con sus sombras infinitas, cazadores y urreadores, regresan para el pueblo.



Los realeros hacen las ultimas llamadas a los perros, con innumerables bajas y deserciones.

Continúo todo el camino pensativo, la leyenda que comentaba mi tío tiene tintes de ser real, y estoy dispuesto a desenmascarar dicho misterio. Por fin, la comitiva llega al pueblo, las piezas abatidas son expuestas sobre el llano de la plaza de abastos, e innumerables personas se acercan hasta el lugar para presenciar los enormes jabalíes, que yacen sobre el suelo, tras los encuentros con las escopetas, mostrando sobre sus cuerpos, los impactos de balas y postas.

Capítulo II


A la mañana siguiente, decido dar una vuelta con los cachorros que ha regalado mi tío, quiero probarlos para que vayan haciéndose al campo. El lugar elegido será los llanos del Belicano, dónde abundan las liebres. Los llanos poseen manchas diseminadas de jaras y jaguarzos, el viejo rastrojo de la sementeras, posee suficiente comida para que conejos, perdices y liebres, acudan a comer, así como bandadas de alondras y calandrias, que le dan un aspecto musical al ambiente con sus preciosos trinos y gorjeos.
En un extremo, de la finca, llamada "Las Fiñas" varios chavales están cazando fringílidos (verderones, pardillos, jilgueros) con una sustancia pegajosa llamada liria (liga). Para ello, sobre un chaparro, colocan unas varetas impregnadas de esta sustancia. En unas jaulas de maderas, tienen los reclamos de jilguero, pardillo, verderón, verdecillo y lugano, cuando acuden al reclamo, dichas aves, quedan impregnadas en la liria al posarse sobre las varetas. .
De vez en cuando, los perros levantan algún conejo o liebre, que emprenden veloz huida, cohibidas por los ladridos de los perros que las persiguen sin tregua. La marcha continua, con los perros disfrutando y desde allí emprendí camino hasta la casa del Campillo, un encerrado de ovejas y una cabaña, donde reside un pastor.


Desde la casa, se divisa el cabezo del "Lagunazo" con sus rocas y su infranqueable manto de arbustos, Juan el viejo, me saluda de manera afectiva, acompañado de dos mastines. Guarda sus ovejas, en un fabuloso majal de hierba fresca, nos sentamos sobre unas rocas y charlamos un rato. Comenté la jornada de caza del día anterior, dónde abatimos varias piezas de notable envergadura. Sin comentar nada de las huellas aparecidas, Juan el viejo, me habló de un fabuloso animal, que había visto aunque de manera fugaz, cuando visitó su pequeño huerto en una noche donde las estrellas, iluminaban de manera sutil, ocultando la enorme silueta, dificultada por el color oscuro de su pelaje que se fusionaba y aliaba con la noche para pasar desapercibido.

...-¡Quedé sobrecogido de terror, pasé varias noches sin dormir, no creo que exista un animal semejante, tuvo que ser una ilusión óptica o algo parecido!.

Exclamó Juan, con rostro serio.


...-Pues te debo decir Juan, que el relato que me has contado puede ser real, ayer mismo varios urreadores observaron unas pisadas descomunales, en un extremo del dique, y mi tío que vive en Paterna, también hace años que me comentaba de un fabuloso animal que vive en esas cuevas del cabezo del “Lagunazo”.

Repliqué.


La curiosidad por ver las huellas aparecidas en el barro, hizo que esa tarde me llegara a casa de Román, que reside en una humilde choza de barrio en Umbría Madroñal. Vive con su anciana madre, que gentilmente me saludó para que pasara a su hogar. Bajo la luz que emanaba del candil, me ofreció una taza de café que acepté encantado. Román, se encontraba en casa de un amigo, así que esperé un rato, acompañando a la señora hasta que regresó Román.
El frío del ambiente exterior ya se notaba en el pueblo, y la anciana disponía de un brasero de picón de jara, que movía con una badila en una mesa de madera con enaguas de color verde.
Sentados los tres en la mesa le expliqué a Román mi visita.


...-Bueno, amigo Román, llevo desde ayer con la curiosidad de las pisadas que viste en el dique, y siento deseo de visitar el lugar antes que llueva y el agua las borre, mañana me puedes acompañar hasta el lugar exacto..

Repliqué.


...-Perdona Ismael, pero quedé horrorizado, jamás he visto huellas cómo esas, no quiero volver a ese lugar, comprendes, pero es así, tengo miedo, aunque no lo creas...yo te digo el lugar exacto donde las observé, pero ten cuidado, no sabemos a que bestia te puedes enfrentar.

Replicó, Román, con rostro serio.


Poco después Román, describió el lugar exacto, al cual reconocí inmediatamente.

Con saludos para el y su madre abandoné la humilde choza, estaba seguro, que a la mañana siguiente visitaría el lugar acompañado de mis dos podencos paterninos. La noche se me hizo larga, aguardaba la mañana para salir rumbo al dique. Por fin amaneció una luminosa mañana, unas nubes por el horizonte presagiaba que tarde o temprano tendríamos lluvias, me tenía que dar prisa, para que la lluvia no borrara las huellas sobre el barro. Después del desayuno, me dispuse a salir, acompañado de mis dos podencos, los cuales mostraron dinamismo, agilidad y deseos con rápidas carreras. Mientras caminaba, rumbo al extremo del dique, mi cerebro concebía como podrían ser aquellas pisadas, que tanto estupor y asombro causó en Román y sus compañeros. El paseo, hasta el dique, lo realicé por el cabezo de las "Culebras" bajando hasta "Aguavieja", el recorrido transcurría por terreno de monte bajo, donde jaras, jaguarzos y tojos, se fusionan con algunos guadaperos, que contenían algún nido, abandonado, de urraca. En algún momento mis podencos levantaban alguna perdiz que emprendía un vuelo rápido pero corto. La hierba aún fresca de la mañana, contenía gotas de rocío de la noche anterior, impregnando mis botas, de agua. Las primeras avefrías ya ocupaban los terrenos sin arbustos, con su característico penacho y sus bellos colores, levantaron vuelo en grupos de una treintena, ante el desafío de mis podencos. Sobre el cabezo de la casa chica, en lo que fueron las ruinas de una antigua choza de pastor, me senté a fumar un pitillo.

A unos cientos de metros sobre mí, se vislumbraba una pequeña porción de agua entre cabezos, sin duda estaba cerca de mi objetivo y mi corazón comenzaba a palpitar. La incipiente sequía había bajado el nivel del agua, formando un extenso llano, donde el barro, fango y lodo constituían todo un edén para que los jabalíes pudieran deshacerse de los molestos parásitos, que ocultan bajo su pelaje.


Poco a poco, mientras avanzaba, la adrenalina comenzó apoderándose de mi organismo, aumentando la presión sanguínea y el ritmo cardíaco. Recordaba las palabras de Román, al no querer acompañarme, pues su estado emocional no lo aconsejaba.


...-¡Tanto terror, puede causar unas simples pisadas!.

Exclamé en silencio, mientras daba las últimas caladas a mi cigarrillo.


Las escasas y exiguas lluvias de otoño, me permitieron que entrara por el gran barranco que desemboca en el dique, cuyo caudal apenas llevaba agua. A pocos metros, dónde se perdía la vegetación, y comenzaba el barrizal y fango, sentí como mis vellos comenzaban a erizarse, mientras mis podencos comenzaron a presentir alguna presencia que nos vigilaba desde la espesura, algo oculto entre la maleza, acechaba bajo el espeso abrigo vegetal que ocultaba cualquiera criatura por muy gigantesca que fuera. Mi estado emocional y sugestivo, comenzó a crear formas, a medida que me acercaba hasta la zona donde fueron observadas las pisadas. Mis botas, impregnadas de barro y fango, ralentizaban mi pasos, al hundirse sobre la superficie blanda...en silencio pensé, exclamando.


...-¡Vaya imprudencia y osadía he cometido, si la bestia apareciera ahora, no tendría la mas mínima oportunidad de quedar con vida!...


De pronto, unas pisadas humanas sobre el barro, me condujeron hasta dónde estaban las enormes huellas...mis podencos, no se alejaban de mi lado, presentí cómo erizaban los pelos del lomo, uno de ellos comenzó a inquietarse y lanzar tímidos ladridos. Faltaba pocos metros para llegar, y por fin logré visualizar las tremendas huellas, que seguían una trayectoria, hasta desaparecer en el margen del dique, donde comienza, la exuberante vegetación de enormes juncos, eneas y otras plantas que crecen sobre un nivel bajo de agua.


...-¡Oh,Dios mío!.

Exclamé, en silencio, mientras me agachaba, para tomar medidas.

Mi rostro comenzó a tornarse blanquecino, pálido, aquellas huellas moldeadas, perfectamente, eran superior a la superficie de mi mano abierta. Una idea rondó por mi cabeza, abandonar aquel lugar, me encontraba tan solo con mis cachorros, indefenso, sin armas, abandonado a mi suerte, que la extraña bestia apareciera, en esos momentos y embistiera.

Sacando fuerzas de flaqueza me incorporé, y pude comprobar que la bestia había bajado por un sendero, pues hasta allí se encaminaban las huellas. Abrí la palma de mi mano, nuevamente para hacerme una idea del diámetro de la pisada.


...-¡Increíble, no puede ser, mi mano penetra en la huella sin tocar los extremos!.

Exclamé.


Me levanté y quise seguir hasta dónde se perdían, en aquel sendero entre rocas y monte bajo impenetrable, pero desistí. Horrorizado, me dí media vuelta junto a mis perros, grabado sobre mi cerebro quedaron las tremendas huellas. Más tarde recordé lo bueno que hubiese sido hacerle unas fotos con alguna referencia, para hacernos una idea ante lo que nos enfrentábamos. Mientras me alejaba, unas negras nubes aparecían sobre el horizonte, amenazando lluvia. El cuerpo del delito iba a ser borrado, pero mi curiosidad había sido complacida, mientras, aumentaba en mí la obsesión, primero, para observar dicho animal y luego para dar caza.


Capítulo III.


Las noticias en Tharsis, se difundían, de manera que cada uno aportaba su opinión sobre las huellas, y varias hipótesis fueron surgiendo cada día, en el estanco de "Domingo" entre aguardientes y vino de garrafón. Se hablaba de un tipo de jabalí, cruzado con cerdo domestico, otros por el contrario opinaban que era broma del guarda de la compañía, el cual se hospeda en el pueblo abandonado del "Lagunazo".

Yo mientras, callaba, no quise contar que había presenciado las huellas, por temor a que se desatase una locura colectiva y se montara una verdadera jauría humana, para dar caza al extraordinario ser que habita en dicho paraje. Mi estrategia era diferente, pues consideraba que para poder ver a dicho animal debía actuar sólo o en compañía de un experto cazador.


En la pequeña aldea de Minas de Herrerias, conocía a un experto cazador, furtivo casi toda su vida, y el jabalí es su pieza favorita. Posee una colección de colmillos de incalculable valor así como varias cabezas disecadas de enormes jabalíes. Responde al nombre de "Tio Mesa" y vive con sus ancianos padres, en el bloque "Romanera". Pensé en visitarlo, pues conoce a la perfección todas las costumbres de este bello animal, para ello, una tarde me trasladé hasta Minas de Herrerias, la cual se encuentra sumida en una gran depresión, pues la actividad minera ha cesado, dejando en el paro a muchos mineros. Me acerqué hasta su casa, propiedad de la antigua compañía minera, me recibió un señor entrado en años, sobre su rostro se podía percibir los duros años trabajado en la mina, pues sus ojos denotaban ceguera parcial de las oscuras galerías.


Amablemente me hizo pasar a su hogar, en un extremo se encontraba su mujer, sentada junto a la chimenea con fuego de leña de encinas. Se disponía a tostar pan para hacer unas ricas tostadas, impregnadas de manteca blanca de cerdo. Pregunté por su hijo "El tío Mesa", el apodo de tío, se lo habían puesto los vecinos del pueblo, por su carácter, campechano, jovial y espontáneo.


...-Mi hijo ha ido a dar una vuelta con los perros, no para en casa, le gusta mucho el campo y en casa se aburre, pero perdone...¿Quien es usted?.

Preguntó su curioso, padre.


...-Perdone que no me haya presentado antes, soy de minas de Tharsis, y conozco a su hijo a través de mi tío Juan, de Paterna, he venido a visitarlo para mantener una charla con el, mi nombre es Ismael.


...-Encantado de conocerte hijo, tenemos conocidos en Minas de Tharsis, pero acomódese y deja que te ofrezca una taza de café con las tostadas que preparo.

Replicaron los padres de "Tio Mesa".


Sentados frente al generoso fuego, las tostadas recién horneadas, derretían la manteca, y el aroma del café recién servido humeaba sobre las tazas. Al poco rato, una puerta se entreabría y aparecía la figura de "Tio Mesa", con semblante serio se acercó hasta el salón dónde nos encontrábamos.

Inmediatamente me incorporé para saludarle, no me reconoció en un primer momento, aunque después, tras contarle que yo era sobrino de Juan recordó algo.


" Tio Mesa" es de constitución fuerte, con un metro y setenta y tres centímetros de estatura. Su cabello rubio y ojos azules, dan la sensación de ser un habitante de las frías tierras del norte de Europa. Posee una fina barba, bien cuidada, con la piel del rostro enrojecida y deshidratada, nos ofrecen sin duda la imagen de un hombre de campo.

Sobre su cintura luce un enorme cuchillo "jabatero". Sus manos, fuertes, agrietadas por el duro trabajo, poseen dedos, robustos y fuertes y sobre sus antebrazos luce muñequeras de cuero, ofreciendo una imagen rústica, de leñador de alta montaña.


Tras fumar unos pitillos, me condujo hasta una habitación dónde guarda sus trofeos. Ante mí varias cabezas de grandes jabalíes, venados, y un enorme búho real al cual había criado desde pequeño. Algunas fotos con grandes piezas adornan la habitación, y sobre una caja de madera, los colmillos de ejemplares enormes de jabalíes que guarda con recelo.

Tras fumar un nuevo pitillo, le expuse brevemente el motivo de mi visita.


...-Verás Mesa, el pasado sábado, asistí a mi primera montería, en terrenos de la compañia deTharsis, no pude abatir ningún ejemplar, pero lo que me llamó la atención, fue sin duda el relato que comentó uno de los "urreadores", el cual junto a unos compañeros habían observado pisadas, en el dique del "Lagunazo" de un enorme ejemplar de jabalí...ayer mismo pude presenciar in situ las huellas, y quede horrorizado, abrí la palma de mi mano, para ver la envergadura de dicha huella y no tocaba los extremos, estamos sin duda ante un fenómeno insólito de un ser excepcional que nos brinda la madre naturaleza.


...-De verdad que es cierto, lo que me dices, que tu mano abierta se introducía en la huella.

Replicó, Tio Mesa.


...-Si, quería saber el diámetro de la huella, para sacar una referencia y posteriormente hacerme una idea, de cómo puede ser la bestia.

Repliqué.


Tio Mesa, de su escritorio, cogió un cuaderno, arrancó varias hojas y las dispuso de modo que
yo colocara la mano abierta sobre las mismas para dibujarla, posteriormente, alrededor de la mano dibujada, dibujaría la pezuña del jabalí sin que tocase los extremos, de esta forma obtendría el tamaño aproximado de la bestia.


...-¡Es increíble, inaudito, no me lo puedo creer!.

Exclamó , sintiendo cómo su rostro palidecía por momentos y el color rojo se transformaba en blanco nacarado.


...-Así es Mesa, yo también cuando escuché el relato del urreador, me quedé impresionado y mi obsesión fue visitar las huellas, que por desgracia con las lluvias caída la pasada noche, pueden haber borrado.

Repliqué.


...-No importa, Ismael, quiero visitar el lugar cómo sea, jamás en mi vida he visto huellas cómo esta , debe ser excepcional, puede ser del tamaño de un rinoceronte..-¡Pero, cómo puede pasar inadvertido!.

Exclamó, Mesa, sintiendo escalofríos, temblores y espasmos, pese a ser un cazador curtido, avezado y experto.


...-Puede pasar inadvertido Tio Mesa, el lugar dónde habita es un lugar inhóspito, rodeado de rocas, tojos, zarzamoras, cuevas y toda una red de laberintos increíbles, formados de forma natural o por los antiguos mineros que trabajaron las minas del "Lagunazo". En alguna ocasión he visitado el lugar, pero jamás me podría imaginar que en sus entrañas, pudiera habitar un ser de este calibre, la piel deber ser tan compacta que el mismo animal ha podido formar su propia red de túneles, en esa maraña impenetrable, pues sólo las zarzamoras ya constituyen un enclave difícil de penetrar.

Repliqué.


...-Exacto, Ismael, lo has explicado muy bien, por eso debemos actuar con cautela, no quiero llamar la atención de los cazadores locales, pues lo primero que harían es prender fuego, a todo ese ecosistema, poniendo en peligro la importante fauna que alberga en su interior...bueno Ismael, quiero acudir al lugar cuanto antes, la curiosidad me ciega, quiero visitar los lugares por donde se mueve la bestia y si tenemos aún suerte presenciar las huellas.

Replicó, Tio Mesa.


Pasado unos días, me puse en contacto con Tio Mesa, a través del teléfono de la pequeña central que poseemos en Tharsis, la cual dirige de modo eficiente, Bety. Con mi citroen dos caballos me acerqué hasta Herrerias, donde recogí a Tio Mesa, que venía bien preparado. Aparte de su enorme cuchillo “jabatero” traía consigo unos binoculares, marca super Zenith, fabricados en Japón, de buena calidad, cuyo objetivo de 20x50, esta montado con las prestigiosas lentes Carl Zeiss. Llegamos, por la vieja carretera de escoria, que conduce hasta el pueblo del "Lagunazo" dónde habita la familia "Camalarga". En una casa cerca del antiguo poblado minero, pudimos observar la figura del padre de ellos, con sus amplias barbas y sus perros mastines, guardando un rebaño de ovejas con algunas cabras, mas arriba pastaban unas vacas de raza Holandesas. Por su carácter esquivo y huraño, decidimos no visitarlo. Rodeando la imponente corta del "Lagunazo", nos llamo la atención un túnel que se introduce hasta el cabezo, rodeado de vegetación autóctona en las cuales destaca los brezos, con flores de bellos colores. El túnel desemboca en una pared vertical de varios metros, en cuyo imponente muro sobre los agujeros, habita una importante colonia de grajillas.

Continuamos más adelante hasta llegar a una fuente, flanqueada por una imponente higuera de higos blancos, dónde nos bajamos para beber el agua de su importante manantial, un agua fresca y cristalina, que nos aplacó la sed.


Continuamos por un sendero, la vieja carretera de "Aguavieja" que enlazaba Tharsis, con el "Lagunazo", en estado de abandono, sólo seguida por el carro de la familia "Camalarga" cuando se acercan hasta Tharsis, a vender los productos de sus animales. Dejamos el coche a un lado del carril, a unos cientos de metros, pudimos observar el dique del "Lagunazo".


Las últimas lluvias caídas, no habían mejorado su nivel, que continuaba casi igual que la ultima vez que visité el lugar. Bajamos hasta el dique, flanqueado por el imponente sotobosque, de arbustos, zarzamoras, madroñeras y todo tipo de vegetación, que forman una pequeña jungla. Al caminar, nos daba la sensación como si alguien nos observara, desde esa pequeña selva infranqueable, sensación la cual también advirtió mi amigo Mesa, que de vez en cuando paraba para observar el lugar con sus binoculares.

Llegamos hasta las inmediaciones del dique, dónde estuve días anteriores, las lluvias caídas las noches anteriores, habían borrado las huellas. Mesa, llegó hasta las inmediaciones del sotobosque, por donde había salido la bestia, aunque esa entrada entre rocas y vegetación era tan sólo una de las innumerables entradas, que poseía el sotobosque repartidas a lo largo de todo el dique.


Su amplia experiencia en el mundo de los jabalíes, dictaminaron, que aquella entrada era utilizada, a menudo por guarros, que entraban al dique a revolcarse sobre el barro y comer las raíces y bulbos de plantas que crecían en los aledaños del dique. Subido sobre una roca visionó con sus binoculares toda la zona, de pronto sobre un pequeño llano, sobre el sotobosque, advirtió la presencia de algo. A duras penas penetró unos metros en aquella jungla, abriendo paso con el cuchillo jabatero y sus poderosos brazos. A una decenas de metros pudo por fin visualizar el objeto, que no era otra cosa que el cadáver de un perro, prácticamente destrozado.

El fuerte olor a putrefacción en el cadáver, había atraído alguna alimaña, pues estaba medio comido, pero aún conservaba carne por lo que la fecha de su fallecimiento era próxima y coincidía con la montería de la semana anterior. Yo que había seguido a Mesa desde el dique pregunté.


...-¿Que es, Mesa?.


...-No te lo vas a creer, se trata del cadáver de un perro de la montería pasada, pues aun conserva carne...el bicho que le atacó lo dejo prácticamente destrozado y creo que se ensañó con él, a juzgar por las tremendas heridas que posee por todo el cuerpo.

Replicó, Mesa, con claros signos de resolver el misterio que encerraba aquel paraje tan siniestro.


Capítulo IV


Aunque eso debería esperar otro día, la tarde con sus sombras aumentaban al ponerse el sol sobre el horizonte, aquel paraje encerraba un misterio, que Mesa y yo trataríamos de resolver tarde o temprano, para ello trazamos un primer plan que consistiría en construir un refugio a unas decenas de metros de la entrada. Pertrechados, contra las rocas y vegetación de la zona, construiríamos un pequeño chozo con tronera, para visualizar la entrada por dónde la bestia salía para alimentarse.
Aunque ese primer plan debería esperar un tiempo, pues necesitábamos luna llena, y estábamos en cuarto creciente, que ofrecía poca visibilidad. Aparte necesitábamos un arma de fuego, pues en la noche no se sabe que alimaña podría rondar por esos parajes. Con estos planes nos retiramos hasta nuestro hogares, quedaba un largo camino hasta Herrerias, y vuelta hasta casa. El primer plan, para poder observar a la bestia, había comenzado, tan sólo habría que aguardar unas fechas, hasta la luna llena.

Pasados unos días desde la reunión con Tio Mesa, una nueva noticia conmovió al pueblo, Juan Antonio, un pastor que guarda sus ovejas en los terrenos de la casa chica, presenció cómo sus ovejas corrían de modo incontrolable cómo atenazadas por algo diabólico, al volver su mirada observó de manera fugaz cómo una extraña criatura de aspecto monstruoso penetraba en la espesura del sotobosque y desaparecía. Atenazado por el miedo, terror y pánico. abandonó el rebaño y se dispuso a recorrer los kilómetros que los separaba de su hogar. Sobre su rostro, se podía adivinar la sensación vivida. Con claros síntomas de paranoia, locura y alucinaciones, fue atendido por sus padres, los cuales no daban crédito de lo que había ocurrido, ya que su hijo permanecía con la mirada perdida, atenazado, oprimido impidiéndole expresar, de manera correcta, que había sucedido, para abandonar un rebaño y llegar a casa completamente asustado, impresionado y alarmado.

Pasadas unas horas, bajo los relajantes efectos de unas tazas de tila, comenzó a exclamar repitiendo la misma frase.


...-¡No puede ser cierto lo que he visto, no puede ser cierto lo que he visto!.


...-Relájate hijo, no temas, ya estás en casa a salvo, ahora debes contarnos que ha sucedido para que podamos ayudarte.

Respondía Silvestre, padre.


Más calmado, con la casa abarrotada de vecinos, comenzó un relato seguido con enorme interés por todos los presentes.


...-Me encontraba guardando el ganado, cómo cada día, en los terrenos de la casa chica, una mañana normal cómo todas, pero de pronto veo cómo todas las ovejas comienzan a correr de un modo descontrolado, giré la vista y sobre el monte vi como una figura monstruosa se perdía entre las zarzamoras, no pude adivinar de que se trataba, ya que desapareció de manera fugaz, aunque en esas décimas de segundo, pude contemplar la aterradora figura, penetrar en las zarzamoras, sin que estas con su afiladas púas frenaran el avance.


Al momento, un corrillo de vecinos a su alrededor, comenzaban a realizar preguntas, con inusitada curiosidad.


...-¿No habrá sido imaginaciones tuyas, ha podido ser un mulo, burro, cualquiera sabe, incluso un perro, jabalí?.

Toda una batería de preguntas, que Juan Antonio, respondió de modo categórico.


...-Nada de eso, llevo muchos años guardando ganado y jamás vi algo parecido, la verdad que no puedo imaginar de que animal se trata, pero lo que sea es monstruoso.


...-¡Bueno, cálmate hijo, ahora lo importante es recuperar el ganado, pues no sabemos dónde habrá ido a parar!.

Exclamó, Manuela.


La noticia cómo era de esperar, se expandió como reguero de pólvora, por todo el pueblo, llegando a mis oídos, ya que vivo unas calles más arriba, concretamente en la calle Luciano Escobar. Sin tiempo que perder, me acerco hasta la casa de
Juan Antonio.


...-¡Hola, se puede!.

Exclamo.


...-Sí, pasa hijo, no veas el revuelo que se ha formado esta mañana, con mi hijo.

Replicó, Manuela.


...-Sí, ya me he enterado, estas noticias causan impacto, y la gente muestran curiosidad...y
Juan Antonio, se encuentra en casa.

Replico, aguardando con impaciencia el relato de Juan Antonio.


...-Pues ahora está dormido, estaba cansado, pero lo noté bastante excitado y tu sabes que él es muy tranquilo, cuenta algo de un bicho muy grande, no sé, la verdad, espera a que se levante para hablar con el.

Replicó, Manuela.


...-No Manuela, no quiero molestarlo ya otro día charlamos con más tiempo.

Repliqué.


La bestia que ansiaba ver, había de nuevo aparecido de modo fugaz, cómo ocurrió con el también pastor Juan el viejo, lo que podría pasar con esta noticia, es que el pueblo y los cazadores locales, se organizaran para dar caza a la bestia y lo echaran todo a perder, pues la criatura podría desaparecer y no volver jamás por estos parajes.

Cómo intuía, pasados unos días de la visión de Juan Antonio, muchos curiosos llegaban hasta el lugar, muchos de ellos portaban escopetas con postas, balas y también perros. Ante la maraña de vegetación impenetrable, densa e inaccesible, nada podían hacer y pronto desistieron. Quedaban unos pocos días para que la luna entrara en su fase de luna llena, y un primer plan trazado por mi y Mesa, para poder ver a la bestia cobraba fuerza.


Por fin llego el día, los preparativos comenzaron a mediodía, cuando recogí a Tio Mesa, en las Herrerias, y desde allí partimos hasta el "Lagunazo", para no llamar la atención, dejamos el coche semi oculto, mucho antes del dique, y desde allí fuimos andando hasta las inmediaciones del paraje, dónde habíamos estado días anteriores.


Nuestro pequeño equipo estaba formado por una escopeta, cuchillo "jabatero", binoculares, hacha, y un serrucho de poda para cortar las ramas, que nos harían falta para hacer el chozo, y observar con mucha suerte la entrada de la bestia. A medida que la tarde avanzaba, el pequeño chozo fue tomando forma, la numerosa vegetación de la zona nos ayudó en su ejecución. Poco antes del crepúsculo, nuestro chozo estaba terminado, la adrenalina comenzaba a apoderarse de nosotros, cuando la noche de forma gradual nos envolvía. El canto lúgubre, del búho real, que anidaba en la corta, comenzaba a percibirse. Poco a poco, la luna llena con todo su esplendor comenzaba a reflejarse sobre el agua del dique. La visión que teníamos de la zona era perfecta, no podíamos movernos en aquel pequeño chozo, pero mirábamos a través de sus troneras el espacio por dónde debería aparecer la bestia. Los primeros jabalíes fueron apareciendo, seguidos por algún zorro y otras alimañas, que ante la seguridad que ofrecía la noche, salían a cazar por los terrenos anexos al dique.

El silencio de la noche se quebraba por momentos, con el croar de las innumerables ranas que poblaban las aguas del dique. Pasaron unas horas y nada, nuestro inquilino no aparecía, pensé por momentos que el revuelo que se había formado días anteriores, por la noticia de Juan Antonio, habría afectado a nuestra bestia, desapareciendo del lugar y tomando otros sitios del vasto territorio que poseía como propio. Poco a poco, las horas pasaban lentamente, la fría noche del mes de Octubre, llegaba a su fin y por el horizonte se vislumbraba claridad, los jabalíes con la llegada del día, retornaban de nuevo a la seguridad del sotobosque.



Ya íbamos a salir del chozo, cuando por una de las entradas al sotobosque, vimos cómo la vegetación se movía, algo monstruoso caminaba por el entramado de túneles. Salimos fuera, y presenciamos cómo se agitaba la vegetación, cómo si un fuerte viento huracanado soplara con fuerza. A medida que avanzaba hacia lo más profundo, la intensidad disminuía, hasta desaparecer.

La noticia de la extraña bestia, aparecida en los terrenos del "Lagunazo" no había pasado desapercibida para el guarda local de los cazadores, el guarda habita en una de las casas reformadas del poblado del"Lagunazo" se dedica entre otros asuntos a la caza de alimañas, zorros, meloncillos, jinetas, todo tipo de animales que se alimentan de especies cinegéticas, (conejos, liebres y perdices) pero que en ningún momento desdeña en dar caza a jabalíes, ciervos y otros animales.


Conocedor de todo tipo de trampas y artilugios, para dar caza a animales de gran envergadura, no dudaría en ningún momento de preparar lazos para atrapar a la criatura. Advertimos su presencia, que nos vigilaba desde unas rocas, nosotros en silencio recogimos todo el material, y nos encaminamos hasta el coche, a un centenar de metros observamos cómo el guarda visitaba nuestro pequeño chozo, tarde o temprano, las noticias llegarían hasta el.

Nos fuimos con la esperanza de volver otro día, la bestia había estado a pocos metros de nuestra presencia, pero su fino olfato, había detectado alguna anomalía, en un cambio brusco de viento y no quiso salir de su refugio, nos quedaba bastante incertidumbre, las próximas fechas serian vitales para una vez por todas ver su imponente figura.


Capítulo V


Pepe, el guarda de aquellos terrenos, se había informado bien de que una extraña criatura rondaba por aquellos parajes. Sin tiempo que perder y dado la envergadura del animal, preparó varias trampas, consistente en lazos de cables de acero y las dispuso por todo el vasto territorio dónde el animal habita.


Con una amplia abertura del lazo, las colocaba en las entradas y salidas, por donde los guarros pasan, para revolcarse sobre el fango y lodo, el lazo lo sujetaba a una roca o arbusto, con la intención de atrapar y ahogar al animal, cómo una especie de soga. Bien conocedor del terreno escogía, los lugares más frecuentados por los guarros.


Yo mientras tanto, había mantenido una charla con Juan Antonio, que se quejaba de que la gente no lo creyera.


...-¡Pues yo te creo, Juan Antonio!...y tengo varias razones para creer, la primera son unas enormes huellas aparecidas en el dique, la segunda, es la versión que escuché días atrás, de Juan el viejo, el pastor que habita en el "Campillo" y ahora la tercera esta tuya, creo por las huellas aparecidas en el dique de que se trata de un enorme jabalí, pero aún no lo sabemos.

Repliqué.


...-No te lo puedo asegurar, pero sea lo que sea es monstruoso, a mi me dio la sensación de un enorme oso grizzly, pero no dije nada, la gente me tomaría por idiota, lo que sé es que desapareció de forma fantasmal en esos parajes anexos al dique.

Replicó un asustado, Juan Antonio.


...-Puede ser buena tu versión, de que se trate de un oso, escapado de un circo, pero el oso es un animal onnívoro , que se alimenta de todo lo que encuentra en el campo, come frutos, bulbos, raíces y todo animal que le sirva de alimento, e incluso las ovejas, hubiese atacado y en casos extremos, no dudaría en atacar al hombre, las huellas que vimos en el dique no se trata de un oso, pues el oso posee zarpas, es un plantígrado que apoya toda la superficie en el suelo y estas huellas eran de pezuñas... por lo tanto se puede tratar de un enorme jabalí, que la naturaleza de forma prodigiosa haya engendrado.

Repliqué.

Las trampas preparadas por Pepe, el guarda, la tarde anterior, iban a ser visitadas, llegado el día, Pepe acompañado por su perro de raza braco, flanqueaba el sotobosque, buscando los primeros lazos, sin que nada los hubiese tocado. Continuó más adelante bordeando los barrancos con las entradas al dique y nada. A punto de terminar de ver todas, advirtió que uno de los lazos dispuesto sobre una joven encina había desaparecido, se acercó hasta el arbusto y pudo comprobar que había sido arrancado de cuajo. La encina, de casi dos metros, se encontraba a una distancia considerable. Abriendo paso hasta el arbusto, pudo comprobar que estaba destrozada, manchas de sangre teñían la vegetación circundante. El lazo no se encontraba en la encina, pues había sido partido por la fuerza bruta del animal. Armando de valor, continuó siguiendo el rastro que había dejado la criatura malherida, pero a unos metros comprobó cómo algo monstruoso avanzaba en dirección suya, destrozando la exuberante vegetación, que no oponía resistencia alguna. En esos momentos de incertidumbre, pensó en la insensatez que había cometido al enfrentarse solo con la defensa de un cuchillo "jabatero" a una criatura desconocida que irremediablemente le embestía. La vegetación que rodea al guarda, entorpecía sus movimientos e impedía una huída. Sin tiempo para gritar y pedir auxilio, el cuerpo de Pepe, fue embestido a la altura del pecho, quedando prácticamente noqueado.

Aturdido, trató de reaccionar, pero nuevamente la bestia se abalanzaba con una segunda embestida que le alcanzó el cuello, seccionando la yugular, con sus enormes colmillos y la sangre comenzó a brotar, tiñendo de rojo, el color verde de su cazadora, mientras la vida expiraba. El cuerpo de Pepe yacía rodeado de un reguero de sangre que brotaba sin cesar. La bestia, una vez consumada su venganza, desapareció en aquella jungla de arbustos y zarzamoras. La imagen que ofrecía el cuerpo de Pepe, era dantesca, con innumerables heridas mortales, al igual que ocurrió con el perro, la bestia se había ensañado con el hombre, había pagado caro el tributo por dar caza de un modo ilegal y salvaje. Pocos días después, Ramón Diaz, que trabaja en el mantenimiento de la casa bomba del dique, extrañaba que su gran amigo Pepe, no aguardara a las puertas de la casa, para ofrecerle café, pues la ruta de Ramón desde Tharsis, pasa a poca distancia de la casa. Sólo el fiel perro de raza braco, permanecía por el alrededor de la casa, lanzando lastimeros ladridos, comunicando que algo terrible había sucedido a su dueño. Esta circunstancia hizo que Ramón, bajara de la motocicleta y llamara a la puerta de madera, sin obtener ninguna respuesta.


Preocupado, comenzó a buscar por alrededor de la casa, mientras el perro hacía gestos, que Ramón no comprendía, indicando el lugar en el que yacía el cuerpo sin vida.


En el cobertizo, se encontraba la motocicleta, utilizada diariamente por Pepe, para visitar los lugares del coto, este hallazgo, sin duda reveló que algo había sucedido, pues la motocicleta y el perro constituyen para el guarda un apéndice de
su cuerpo.


...-¡Que raro, me parece esto, pues está la moto, pero Pepe no está!.

Exclamó Ramón, en silencio.


Sobre el cabezo a unos cientos de metros se encontraba, como cada día Francisco "Camalarga" y hasta allí dirigió sus pasos Ramón. Al llegar hasta él pregunto por Pepe.


...-¿Francisco, has visto a Pepe por aquí?...hace  días que no le veo y la moto está en el cobertizo.

Replicó, Ramón.


Francisco, es duro de oídos y no escuchó una primera pregunta.


...-¡Cómo, que dices!.

Exclamó, Francisco.


Una segunda pregunta por parte de Ramón, intensificando el sonido, fue ejecutada.


...-¿Que si ha visto usted al guarda Pepe?.


...-Ah, el guarda, hace días que no lo veo... ¡Pasa algo!.

Exclamó, Francisco, preocupado.


...-Hace días que que no le veo, y en el cobertizo se encuentra la motocicleta y el perro ronda por la casa lanzando lastimeros ladridos, me parece todo muy raro.

Replicó, Ramón.


A su vuelta para Tharsis, Ramón, comentó la noticia en la zapatería de Melchor Gomez, al recoger unas botas que tenía para reparar, Melchor, prestó mucha atención, pues Pepe era un excelente guarda, experto y conocía a la perfección el terreno por dónde caminaba. Desde la zapatería de Melchor, hasta la barbería del maestro "Chaparro". La noticia se difundió y propagó rápidamente. Pepe contaba con buenos amigos en Tharsis y pronto se organizó un grupo de personas para salir en su búsqueda, aunque antes de buscar tuvo que ser derribada la puerta de su casa, pues podría haber fallecido en su interior. Descartada la posibilidad de fallecimiento, en el interior de su vivienda, fue avisada la guardia civil, comenzando la búsqueda que se alargó entrada la noche. Sin que la primera búsqueda diera resultado positivo, el centenar de personas se retiraron a sus casas para continuar a la mañana siguiente. Con mayor número de personas comenzó una segunda búsqueda. Se miraba sobre todo en pozos y otros sitios de extremado peligro, pero sin ningún resultado. Hasta que llegaron al imponente sotobosque de vegetación exuberante e impenetrable.


Bordeando el sotobosque, en una tupida maraña de jaguarzos, los perros penetraron unos metros y se escucharon unos ladridos. Por fin un reducido grupo de personas, llegaron a la altura de los perros, y pudieron presenciar in situ, la dantesca escena, delante de sus ojos. Cómo si una fuerte batalla, se hubiera librado en aquel extremo del sotobosque, aparecían arbustos destrozados, teñidos de sangre de color rojo y semioculto entrela vegetación, el cuerpo destrozado de Pepe. Muchas personas no pudiendo resistir la escena, trataron de cerrar los ojos, aunque otras, sufrieron náuseas, al contemplar vísceras y otros órganos esparcidos entre los arbustos. El grupo de personas que encontró el cadáver, tuvo que recibir asistencia médica. Poco después se avisaba al nutrido grupo que intervino en la búsqueda, que el cuerpo del guarda había aparecido. Con la llegada del juez de Valverde, el cadáver fue trasladado hasta el camposanto para realizar una autopsia en lo que quedaba de su maltrecho cuerpo.


Capítulo VI


La psicosis se adueñó de las personas, que habían encontrado el cadáver, algunos incrédulos que pensaban que todo era una farsa, tuvieron que cambiar de opinión, pues solamente una criatura monstruosa era capaz de descuartizar, desmembrar y despedazar, el cuerpo de una persona adulta.

.
Consternado todo el pueblo, por la perdida de Pepe, los días siguientes se organizaron batidas hasta el lugar de los hechos. Varias rehalas de perros y cientos de cazadores, salieron dispuesto a dar caza a la bestia. Se peinó la zona y los perros lograron entrar en sus entrañas, abatiendo innumerables jabalíes y también alimañas, pero ni rastro de la bestia. Yo no quise participar en aquellas batidas, sabía que la bestia no aparecería, su fino olfato había detectado a muchos kilómetros la presencia humana y de perros. Había huido del lugar por las innumerables salidas que contenía el sotobosque. Pasaron unas semanas, desde el triste suceso, el clima de tensión poco a poco se iba calmando, un nuevo guarda de coto fue nombrado. Apodado "Lechuga", habita en un cortijo cercano al dique. Mientras tanto, me entrevistaba con mi amigo Mesa, querían saber las causas de por qué atacó la
bestia y se ensañó de ese modo con el guarda, hasta prácticamente destrozarlo. Transcurridas unas semanas del suceso, con todo en calma, nos acercamos hasta el lugar de los hechos...Mesa, con toda su experiencia dio una vuelta por el terreno, y comprobó la existencia de lazos de cable de acero para dar caza a jabalíes.



Algunos de los lazos contenían jabalíes, estrangulados, por el abrazo mortal del cable de acero, en periodo de descomposición, por las semanas que habían transcurrido, desde que fueron instalados por el difunto guarda Pepe. Con los acontecimientos que surgieron semanas atrás y las posteriores batidas, el lugar parecía tranquilo, nuestra bestia había desaparecido.


...-¿Pero dónde habría ido, un animal de esas características, pues por su tamaño no podía pasar desapercibido?.

Me preguntaba en silencio.


Francisco, tiene novia en Puebla de Guzmán, varios días a la semana, visita a lomos de su moto de cuarenta y nueve cc marca Puch Condor, a la joven. Una de las noches, al volver para el pueblo, la triste luz del faro no alumbraba suficiente por lo que tenía que aminorar la marcha. A la altura del cabezo de los "Machos", una criatura monstruosa, cruzó de sur a norte en dirección al cabezo, y se esfumó en la oscuridad de la noche al abrigo de jaras y jaguarzos de la zona. El tremendo impacto que causó en Francisco la visión, hizo que abandonara el trayecto de la carretera y precipitara fuera de ella, cayendo por un pequeño terraplén. Atenazado por el terror de la visión, abandonó la moto. Con claros signos de pánico sobre su rostro, se dispuso a recorrer hasta el pueblo, una distancia de varios kilómetros en poco tiempo. Los síntomas que había sentido Juan Antonio, semanas atrás, se manifestaron en Francisco, cuando comentó los hechos el día después de la tremenda visión,que lo dejó prácticamente, alucinado.


Sin duda, de nuevo, la bestia había aparecido de manera fugaz, cómo las veces anteriores, sembrando el terror, sobre el que la pudo observar, aunque de modo momentáneo. La noticia nuevamente causó impacto en el pueblo, y la psicosis se apoderó de la población que intuía un serio peligro en un encuentro casual con la bestia. Presentía que la bestia tarde o temprano aparecería, pero no sabía ni cuando ni dónde. Por el relato de Francisco, al comentar que cruzó de sur a norte, estaba seguro que la bestia había vuelto a su hogar, en el tremendo sotobosque, que ahora sí estaba seriamente amenazado por los habitantes del pueblo. Los acontecimientos se precipitaron, días después, de la visión de Francisco.


Un tremendo incendio se produjo, provocado, en varios puntos del sotobosque. Las llamas comenzaron a devorar la pequeña jungla de plantas autóctonas: zarzamoras, brezos, jaras y todo tipo de vegetación, dónde aulagas y tojos semisecos, elevaban las llamas a gran altura. En poco tiempo el fuego destruyó, lo que la naturaleza había tardado años en construir. Cantidad de animales sucumbieron, asfixiados y quemados. Multitud de aves, que vivían cobijadas bajo su manto abandonaron el lugar. Las rocas quedaban desnudas de sus abrigos vegetales, e innumerables cuevas aparecían sobre el cabezo.

Cuevas que enlazaban lugares secretos, desconocidos por la población, aparecían, así cómo pozos de minas, que estaban ocultados por la exuberante vegetación. Días después, el panorama que ofrecía la zona era desolador, el color negro y gris, había sustituido al multicolor de las plantas y arbustos del ecosistema. La bestia no volvería a ocupar estos lugares, ahora desolados, había pagado caro el tributo por el fallecimiento de Pepe el guarda.



Semanas después del incendio, las fuerte lluvias caídas, arrastraron cantidad de sedimentos, hasta el dique, ennegreciendo sus aguas. Tan solo se había salvado de las llamas una pequeña porción de terreno, anexa al dique, por la parte del ladrón. Un manto de zarzamoras se extiende, por el barranco, que desciende por terrenos tortuosos, con higueras diseminadas y adelfas, que poco a poco van siendo engullidas por sus ramas de púas afiladas. Quizás la bestia, pudiera haber permanecido en sus entrañas, mientras el fuego devoraba la zona del cabezo y la parte norte de los terrenos anexos, al dique. Con curiosidad, por ver los terrenos antes ocultos, nos acercamos yo y "Tio Mesa", hasta el cabezo que baja hasta el dique. Innumerables cuevas y pozos, aparecen descubiertos, desentrañando secretos. Antiguas galerías de minas que conectan, al interior del cabezo, permanecen abiertas. De pronto, sobre una de las galerías con amplitud de puertas, advirtió Tio Mesa, unas pisadas sobre el suelo embarrado, unas huellas que sin duda coincidían con las que aparecieron meses atrás en el barrizal del dique .



...-¡Ismael, ven, observa estas huellas!.
Exclamó Mesa, con signos inequívocos de haber descubierto la guarida dónde habita la bestia.


...-¡Ostias, pero si son idénticas a las que aparecieron en el dique!.

Exclamé, con claros síntomas de temor, pánico y horror, al comprobar que eran iguales.



Tio Mesa, penetró unos metros en la galería, observando que las huellas se adentraban hacia el interior. Sin una luz que le guiara en la oscuridad, pronto abandonó dicha empresa. Reunido conmigo, acordamos una visita para el día siguiente. La visita a la galería sería peligrosa, por la envergadura del ser que la habita, o la hubiera habitado, ya que el terreno con el incendio producido había cambiado. La mañana siguiente amaneció nubosa, negras nubes sobre el horizonte así cómo la dirección del viento presagiaban lluvia. Recogí a Mesa, en Minas de Herrerias, el desafío para nosotros iba a ser difícil, al no saber a lo que nos enfrentábamos. La misión de desenmascarar a la bestia, había comenzado. Bien preparados con linternas, escopetas, cuchillo "jabatero, comenzaba por fin una aventura apasionante y peligrosa. Sobre la casa de bombas dejamos el coche, para ascender por una pendiente, resbalosa, al no quedar vegetación, sólo tierra impregnada de barro.


El terreno, antes impenetrable, ofrecía una imagen totalmente distinta, las lluvias caídas de manera torrencial semanas anteriores, habían infringido profundas huellas en el contorno, que al no contener vegetación, habían erosionado la tierra, quedando las piedras desnudas. Una lluvia fina, comenzaba a descender desde el oscuro cielo, sobre nosotros, convirtiendo el lugar en sombrío y lóbrego. Al llegar a la altura de la galería, comenzamos a preparar el material que nos conduciría hasta el interior, con linternas de petaca sujetas en cascos de minero por medio de fixo, para tener ambas manos libres para sujetar la escopeta. Sobre nuestras cinturas lucían cuchillos "jabateros" de amplia hoja, para defendernos en caso de necesidad. Comenzamos un descenso suave, hasta el interior, sobre el suelo de la galería se podía observar huellas de jabalíes de buen tamaño, que se fusionaban con los de la bestia, por lo que intuíamos que la galería tenía salida hacia el exterior.


El silencio era total, sólo quebrado por las continuas gotas de agua que caían desde el techo. A un centenar de metros se llegaba a una sala con varias salidas, la abertura izquierda comenzaba con un ascenso y a lo lejos se vislumbraba claridad, el fuerte olor a azufre disminuía a pocos metros de la boca, que daba a un barranco sin caudal de agua, con vegetación alrededor semi ocultando la galería por dónde entraba y salía la bestia, a una amplia zona de monte bajo diseminados con eucaliptos, madroñeras y brezos. Volvimos para atrás sobre nuestros pasos hasta llegar a la sala, dónde cogimos por la otra abertura derecha, aún mas larga, que nos conducía hasta la pared vertical, donde anida una importante colonia de grajillas, semioculta, con vegetación y seguida también por jabalíes.


La primera exploración arrojó un resultado positivo. Dichas galerías, comunican ambas partes del cabezo, por dónde aparece y desaparece la bestia, sin que sea advertida su presencia, pero aún quedaba más galerías que explorar y en una de ellas quizás estuviera el refugio dónde la bestia permanece durante el día, agazapada, esperando la llegada de la noche. Poco a poco el cerco se iba cerrando, nuestro enfrentamiento con la bestia se acercaba a medida que explorábamos el cabezo, pero aún quedaba galerías por visitar y poco tiempo, pues la tarde de sombras infinitas iba cubriendo todo y la noche era aliada de la bestia. De vuelta para casa, con la noche acechándonos, al cruzar el puenteromano a la altura del dique, observamos cómo algo trataba de guarecerse de la lluvia que caía.


Actuamos de pronto, como resortes sincronizados, bajando del vehículo y alumbrando con las linternas el lugar, pero sólo pudimos ver cómo desaparecía en la espesura de las zarzamoras, una criatura diabólica. La tremenda visión nos dejó cohibidos y eso que tan sólo fue unos segundos.

En silencio pensé, el sufrimiento que tuvo que soportar Pepe, cuando la bestia embistió, para dejarlo literalmente destrozado. Comencé a temblar, por fin aunque fugazmente, habíamos presenciado la bestia, como ocurrió a Juan el viejo, Juan Antonio y Francisco.

No había dudas, tras el gran incendio sufrido un mes atrás, en su hábitats natural, donde el cabezo y sus galerías ayudaron a la bestia a escapar y alejarse de la zona. Ahora un mes después y tras volver de un tiempo ausente, había encontrado refugio en la pequeña porción de terreno que el fuego no había devorado. Tras los muros del dique, se extiende una zona de zarzamoras, adelfas e higueras diseminadas, que llega hasta la carretera que enlaza Tharsis con Puebla de Guzmán.

El arroyo nace en el cabezo de "Madroñal" las aguas recogidas en sus cumbres bajan hasta sus pies,formando un barranco, que serpentea por las tierras bajas, hasta el mismo dique dónde sus aguas se fusionan con las de la mina del"Lagunazo". Aguas de color rojizo de las entrañas de la mina, que desaparecen tras cruzar por debajo del puente Romano en el campo infinito de jaras jaguarzos y brezos. Este barranco flanqueado por adelfas de bellos colores, se abre en abanico al llegar hasta el muro del dique, dónde lo bordea formando una maraña impenetrable de zarzamoras, adelfas, jaguarzos e higueras. Un hábitats excelente, para que en sus entrañas encuentre refugio multitud de mamíferos, aves y reptiles.


Capítulo VII.



Diseñaba y planificaba junto a Tio Mesa, el ataque definitivo contra la bestia, que quedaba arrinconada sobre la porción de terreno antes descrita. Para ello deberíamos contar con una rehala de perros dónde estarían por supuesto los podencos paterninos, regalo de mi tío Juan de Paterna del Campo. También deberíamos cambiar las postas por balas, pues la dura piel de la bestia rechazaría dicha munición...Tio Mesa poseía varios rifles de cerrojo marca Remington. Las balas para hacer daño a la bestia serian del tipo Winchester Magnum calibre 300. Tio Mesa, cómo cazador experto se decidió por los rifles, pues a diferencia de las escopetas, el rifle posee mayor poder a una distancia considerable en detrimento de el radio de acción de las postas que abarcan un amplio terreno al se disparadas desde la escopeta con cartuchos, pero con menor poder de penetración.

Los preparativos para dar caza a la bestia, habían comenzado. La rehala formada por perros de distintas razas, donde sobresalen los podencos paterninos estaba formada de, presa canario, bracos y algún dogo, hasta llegar a un total de veinte de la prestigiosa rehala de Daniel "El Herrerito" que los cedió gentilmente a Tio Mesa, para dicha
misión.


Un pequeño sabueso, para rastrear cerraba el equipo. La estrategia sería muy fácil, pues el muro del dique constituye una barrera infranqueable para que la bestia, pueda huir, pero necesitaríamos al menos unas personas, para que guiaran los perros hasta, las entrañas de la porción de terreno dónde se encuentra la bestia, oculta. Para ello nuevamente me entreviste con Román y otros amigos que aceptaron a duras penas, pues la psicosis de las pisadas y los posteriores acontecimientos surgidos, habían causado mella en sus pobres espíritus.


Una mañana soleada amanecía sobre Tharsis, yo y Mesa, teníamos todo preparado, para la aventura con tintes peligrosos que nos esperaba. Los urreadores, fueron llegando a mi casa mientras Tio Mesa y Daniel "El Herrerito" junto con la rehala de perros, aguardaban junto a la entrada del carril, que conduce hasta el "Lagunazo". Reunidos todos, planeamos la estrategia a seguir.

Yo y Tio Mesa, nos acercaríamos andando hasta los terrenos adyacentes, cercanos al muro, sin levantar sospecha, con el viento de cara, para que la bestia no nos pueda delatar con su fino olfato, para apostarnos sobre rocas en lo cabezos circundantes, mientras Daniel, con los urreadores, y la rehala de perros, avanzarían por el barranco peinando la zona. Sin hacer el menor ruido y con el viento de cara, nos apostamos obteniendo una amplia visión de toda la zona. Pasadas una hora, los rehaleros soltaron los perros, junto con mis podencos. La rehala, como estaba planeado avanzaba por el barranco, ladrando y levantando jabalíes de poco tamaño, encamados sobre la solana, también algunos zorros, fueron sorprendidos por los perros que se apresuraron a huir.


De lejos, Tio Mesa y yo, escuchábamos los ladridos y voces de los urreadores, que avanzaban a buen ritmo por el barranco. Nuestros rostros, reflejaban la tensión que estábamos viviendo cada uno, con los rifles Remington, con mirillas, observando la zona por dónde la bestia debería aparecer de un momento a otro. Las voces y ladridos, se escuchaban más nítido, los primeros jabalíes de buen tamaño comenzaban a salir de sus guaridas, mientras el nerviosismo, ansiedad se apoderaba de mi, debido a mi inexperiencia en este tipo de caza, sintiendo que un disparo sin sentido, podría echar todo a perder.


A un centenar de metros, de la llegada de los perros, una figura monstruosa enorme, emergió de pronto desde la espesura, por la parte dónde estaba apostado Tio Mesa, que encaró su rifle y aguardó que la bestia se pusiera a tiro.

Un disparo seco sonó de momento...impactando en la dura piel de la bestia, que embestía con todo, acercándose hasta la posición donde se encontraba mi amigo. Sin tiempo para cargar de nuevo el rifle, y ante la proximidad de la bestia, Mesa abandonó el arma y huyó hacia donde me encontraba, lanzando gritos de terror.


...-¡Socorroooooo, auxilioooooo!.

Las poderosas zancadas de la bestia, dieron alcance, debido a que el terreno como sucediera con Pepe el guarda, obstaculizaba la huida.


Atenazado de terror, Mesa, sacó como pudo el cuchillo, para hacer frente a la bestia descomunal, que lucía unos colmillos enormes, los cuales lograron clavarse en el brazo, para zarandear , agitar y sacudir a continuación, el cuerpo, que oscilaba de un lado para otro, tiñendo de sangre el entorno.

Como si de un muñeco de trapo se tratara, la bestia arremetía una y otra vez contra el cuerpo ya sin vida de Tio Mesa. Todo esto ocurría en décimas de segundo, pues existía entre yo y mi compañero un trecho, el cual me impedía actuar con celeridad, en cuanto se produjo el violento ataque.


Temblando de terror, pero con rabia, logré a duras penas ponerme a la altura de la bestia, cegada, obcecada y empeñada en destrozar el cuerpo ya sin vida de mi compañero. Mis manos temblorosas, bailaban en la empuñadura, pero la sensación de vengar a mi compañero, pudo contrarrestar el miedo y efectué un disparo a corta distancia que impactó sobre la zona del cráneo produciendo la muerte instantánea del animal, cayendo abatida junto al cadáver de Tio Mesa. Los perros, pronto llegaron junto a la bestia, mordisqueándola, mientras yo me derrumbaba, junto al cadáver de mi amigo, y las primeras lágrimas comenzaron a aflorar de mis enrojecidos ojos.


Al poco tiempo llegó Daniel y los urreadores. La dantesca escena se volvía a repetir, una nueva vida humana se había cobrado, pero la bestia estaba abatida. Rodeando la boca casi a la altura de los ojos, podría observarse la tremenda cicatriz, que le había causado el cable de acero de Pepe el Guarda.

Horas después el cuerpo sin vida de Tio Mesa, era transportado hasta Minas de Herrerias, donde permanecería. Al día siguiente, tras oficiarse una misa por su eterno descanso, el cuerpo de Tio Mesa, acompañado de una gran multitud de personas, se dirigía hasta el cementerio de Puebla de Guzmán.

Sus ancianos padres, agradecieron las muestras de cariño y condolencias de todas las personas que acudieron al duelo. Los responsables, que amortajaron el cadáver, no permitieron que el cuerpo de Mesa, se pudiera observar, pues el shock e impacto de la imagen sería perjudicial para los ancianos y las personas que lo visualizaran. Con llantos que contagiaron a los presentes, los ancianos padres se retiraron a la espera de la autopsia.


Consumada la autopsia se procedió al enterramiento del gran cazador, entre aplausos y lágrimas. Numerosas coronas, fueron depositadas junto al nicho. En silencio, el grupo de amigos que habíamos intervenido en la aventura nos quedamos hasta última hora en el cementerio. En cuanto a la bestia, hicieron falta casi una decena de hombres, para transportarla, hasta el camión, que aguardaba junto al carril.


Los que la observaron quedaban estupefactos, anonadados. Transportada en el camión, fue llevada hasta el pueblo, y depositada en el llano del casino. Personas de numerosos pueblos, del Andévalo Occidental, viajaron para observarla. Un prodigio de la creación, algo insólito que la naturaleza nos brinda en algunos momentos de la vida. Infinidad de fotografías, junto a la bestia, por parte de fotógrafos locales, inmortalizaron la imagen para la posteridad.

En cuanto a mi persona y las personas implicadas en la aventura, fuimos sometidos a innumerables preguntas, por parte de las fuerzas locales y provinciales.

Desde el cielo, Tio Mesa nos sonreía, por fin habíamos acabado con la leyenda, que tanto terror y miedo, había causado, a la población.



FIN

El gran jabalí......Un relato original de Marcos Tenorio Márquez.


 



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