El gran duque
Habita el gran duque, en el roquedo
de la corta del oro, entre grandes piedras
desprendidas, arbustos de brezos y
madroños.
Cuando se oculta el sol y la
penumbra se adueña del bosque,
el gran duque, con su majestuoso
vuelo, abandona su refugio diurno
para adentrarse en la profundidad
de la noche, entre olivos tortuosos
encinas centenarias, alcornoques
desprovistos de corcho, jaguarzos
y tojos.
Bajo la tenue luz, de la pálida luna,
espera paciente, sosegado y calmado
que alguna despistada presa, haga acto
de presencia, para abalanzarse sobre ella.
Con la llegada del alba, antes de que el astro
rey, inunde de colores dorados, la dehesa, se
retira hasta su morada, donde descansará
tras una noche ajetreada.
Produce escalofríos, su lúgubre y tenebroso
canto, cuando caminamos a solas por algún descampado.
Entre tinieblas, observamos su silueta
con penacho de plumas, sobre su cabeza.
Sus ojos anaranjados, brillan con fuerza,
cuando es sorprendido por la luz de alguna
linterna, entonces, agranda sus plumas
y nos amenaza, en aptitud desafiante e
inquietante.
Hace mucho tiempo, que el número
de grandes búhos reales, sigue disminuyendo
por la presencia del hombre, ese extraño ser
que maneja el mundo a su antojo,
introduciendo enfermedades, entre los
animales que
sustentan su dieta.
Algunos cazadores, mediocres e idiotas
disparan sobre el gran duque, por creer que
es una alimaña, que amenaza la caza, esa
preciadas presas, en la que sin duda, tiene
mucho que ver, la mala gestión realizada
al poner en serio peligro, el equilibrio de
la naturaleza.
El gran duque
Marcos Tenorio Márquez
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