Recuerdos de Tharsis...Había una vez, un circo.
...Con esta popular frase, de la canción de los payasos de la tele...Gabi, Fofó, Miliki y Fofito, que nos alegraron nuestra infancia en las tardes calurosas de veranos y frías de invierno, inicio un nuevo relato, para nuevamente sumergirnos en la nostalgia, esbozar una sonrisa y también unas lágrimas, recordando aquellos tiempos lejanos, que permanecen alojados en algún lugar de nuestro cerebro, reactivándose cuando alguien ofrece y presenta una ilustración, fotografía o cuadro, y se hace un relato del mismo.
El relato que os propongo hoy, está dedicado al circo, pues por Tharsis, debido a su actividad minera, la economía familiar era superior a la de otros pueblos limítrofes y por ello los grandes circos, incluían en sus giras nuestra pedanía, que gozaba de gran número de habitantes, antes de que el éxodo masivo llegara.
Con
enorme ilusión, deseos y ganas, se esperaba la llegada de estos
grandes circos, que venían acompañados de un sinfín de vehículos,
entre los que destacaba sin ninguna duda, las grandes jaulas destinadas a las fieras (leones, leopardos, tigres, osos, güepardos, etc...).
La ubicación de estos grandes circos, que necesitaban una amplia zona de terreno, para levantar su enorme carpa, no encontraba impedimentos, inconvenientes y obstáculos, en nuestra pedanía, ya que disponíamos de dos zonas que yo recuerde, para tal fin. Una de ellas, es la que aparece en la ilustración y la otra ubicada en el llano de la era, como era conocido por Tharsis, la extensión de terreno que se extiende frente al campo de fútbol.
La llegada de estos grandes circos, era todo un acontecimiento en el pueblo y pronto los alrededores, donde estaba ubicado, se transformaba con la llegada masiva de vecinos, curiosos, por ver las grandes fieras, que nos observaban completamente, indiferentes, impasibles, ante la muchedumbre que las observaban asombradas, pasmadas y boquiabiertas.
Algunos
vecinos poseedores de asnos, mulos, caballos u otro animal,
demasiados viejos o enfermos, encontraban aquí la oportunidad de
deshacerse de ellos y venderlo a un precio razonable, para saciar el
apetito de estas grandes fieras, en sus reducidas jaulas.
Tan
sólo faltaba las mágicas noches, pues estos circos ofrecían dos
actuaciones. Con la llegada del crepúsculo, las farolas del casino y
paseo, se encendían, iluminando, alumbrando, con sutilidad, los
alrededores, recordándonos que pronto comenzarían la función. Un
éxodo masivo de vecinos, se producía, hasta los terrenos donde
estaba enclavado la enorme carpa. Personas de todas las edades,
acompañadas y sin acompañar, admiradoras, simpatizantes y adeptas,
de este tipo de espectáculos, acudían para rendir culto a los
grandes artistas, artífices y creadores de un arte milenario, nacido
en la antigua Roma.
La
primera actuación, quizás la más espectacular, estaba destinada a
las fieras, cuyo domador, látigo en mano, hacía indicaciones a cada
una, para que tomara su lugar sobre grandes taburetes, para
ofrecernos todo un repertorio de piruetas, incluidos los felinos
saltos, sobre el aro en llamas. De esta forma daba comienzo, las
actuaciones, que iban sucediéndose, con todo tipo de
artistas(Funámbulos, equilibristas, trapecistas, prestidigitadores y
malabaristas).
Como no, podían faltar los payasos, que ponían la nota de humor, ante tanta tensión acumulada, de esta forma, las dos horas y media largas, de las actuaciones, se nos hacían cortas y el circo anunciaba el final con grandes aplausos, por parte del respetable. A la salida del mismo, las caras de felicidad, se reflejaban en el rostro de cada persona, satisfechas por el espectáculo ofrecido, por un módico precio.
El circo más espectacular que yo recuerde, llegaba hasta nuestra pedania, sobre el mes de mayo de 1977, su nombre...Gran circo Australia. Ubicado sobre el antiguo llano de tierra, enfrente del casino, su gran carpa y la cantidad de animales desplazados, presagiaba que nos ofrecerían grandes actuaciones, como así sucedió, y todos los que asistimos aquel día a las actuaciones, lo recordaremos con nostalgia y melancolía, de unos tiempos en los que estas grandes atracciones, nos alegraba la vida por unas horas.
Caravana de colores, recorre
tierras andevaleñas, asfaltadas
de negro azabache.
Vetustas carreteras, flanqueadas
por jaras y barrancos
acogen a los artistas, que descansan
fatigados, extenuados, de su última
actuación en el pueblo de Gibraleón.
Minas de reflejos dorados, burdeos
y verdes, cobaltos, gualdas, cobrizos
reciben a los comediantes, con las
primeras luces del alba y entre rugidos
de locomotoras, las primeras bandadas
de grajillas ya dirigen, hacia las Magras.
En las esquinas del pueblo, abuelos y
abuelas, quedan mirando, recordando
aquellos tiempos del casino viejo
donde el circo, colmaba de ilusiones
sus jóvenes corazones, y unas lágrimas
descienden por sus mejillas, al recordar
aquellos hijos e hijas fallecidos, los
cuales los acompañaron, en aquellos
tiempos.
Todo el pueblo, acude hasta el
llano del casino, buscando sobre
todo las enormes fieras, encerradas
en pequeñas jaulas, por cuyas
rendijas asoman grandes zarpas.
Con la caída de la tarde, las
grandes carpas ya están
montadas, pronto su interior
se convertirá en todo un
espectáculo, donde malabaristas
funambulistas, acróbatas y graciosos
payasos, nos harán sacar una sonrisa
en esta tierra nuestra, tan necesitada
de acontecimientos culturales.
Recuerdos de Tharsis....Había una vez, un circo.
Un relato de Marcos Tenorio Márquez.
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