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jueves, 21 de octubre de 2021

Recuerdos de Tharsis....Había una vez, un circo...

Recuerdos de Tharsis...Había una vez, un circo.



...Con esta popular frase, de la canción de los payasos de la tele...Gabi, Fofó, Miliki y Fofito, que nos alegraron nuestra infancia en las tardes calurosas de veranos y frías de invierno, inicio un nuevo relato, para nuevamente sumergirnos en la nostalgia, esbozar una sonrisa y también unas lágrimas, recordando aquellos tiempos lejanos, que permanecen alojados en algún lugar de nuestro cerebro, reactivándose cuando alguien ofrece y presenta una ilustración, fotografía o cuadro, y se hace un relato del mismo.


El relato que os propongo hoy, está dedicado al circo, pues por Tharsis, debido a su actividad minera, la economía familiar era superior a la de otros pueblos limítrofes y por ello los grandes circos, incluían en sus giras nuestra pedanía, que gozaba de gran número de habitantes, antes de que el éxodo masivo llegara.

Con enorme ilusión, deseos y ganas, se esperaba la llegada de estos grandes circos, que venían acompañados de un sinfín de vehículos, entre los que destacaba sin ninguna duda, las grandes jaulas destinadas a las fieras (leones, leopardos, tigres, osos, güepardos, etc...).

La ubicación de estos grandes circos, que necesitaban una amplia zona de terreno, para levantar su enorme carpa, no encontraba impedimentos, inconvenientes y obstáculos, en nuestra pedanía, ya que disponíamos de dos zonas que yo recuerde, para tal fin. Una de ellas, es la que aparece en la ilustración y la otra ubicada en el llano de la era, como era conocido por Tharsis, la extensión de terreno que se extiende frente al campo de fútbol.


La llegada de estos grandes circos, era todo un acontecimiento en el pueblo y pronto los alrededores, donde estaba ubicado, se transformaba con la llegada masiva de vecinos, curiosos, por ver las grandes fieras, que nos observaban completamente, indiferentes, impasibles, ante la muchedumbre que las observaban asombradas, pasmadas y boquiabiertas.

Algunos vecinos poseedores de asnos, mulos, caballos u otro animal, demasiados viejos o enfermos, encontraban aquí la oportunidad de deshacerse de ellos y venderlo a un precio razonable, para saciar el apetito de estas grandes fieras, en sus reducidas jaulas.
Tan sólo faltaba las mágicas noches, pues estos circos ofrecían dos actuaciones. Con la llegada del crepúsculo, las farolas del casino y paseo, se encendían, iluminando, alumbrando, con sutilidad, los alrededores, recordándonos que pronto comenzarían la función. Un éxodo masivo de vecinos, se producía, hasta los terrenos donde estaba enclavado la enorme carpa. Personas de todas las edades, acompañadas y sin acompañar, admiradoras, simpatizantes y adeptas, de este tipo de espectáculos, acudían para rendir culto a los grandes artistas, artífices y creadores de un arte milenario, nacido en la antigua Roma.

La primera actuación, quizás la más espectacular, estaba destinada a las fieras, cuyo domador, látigo en mano, hacía indicaciones a cada una, para que tomara su lugar sobre grandes taburetes, para ofrecernos todo un repertorio de piruetas, incluidos los felinos saltos, sobre el aro en llamas. De esta forma daba comienzo, las actuaciones, que iban sucediéndose, con todo tipo de artistas(Funámbulos, equilibristas, trapecistas, prestidigitadores y malabaristas).

Como no, podían faltar los payasos, que ponían la nota de humor, ante tanta tensión acumulada, de esta forma, las dos horas y media largas, de las actuaciones, se nos hacían cortas y el circo anunciaba el final con grandes aplausos, por parte del respetable. A la salida del mismo, las caras de felicidad, se reflejaban en el rostro de cada persona, satisfechas por el espectáculo ofrecido, por un módico precio.

El circo más espectacular que yo recuerde, llegaba hasta nuestra pedania, sobre el mes de mayo de 1977, su nombre...Gran circo Australia. Ubicado sobre el antiguo llano de tierra, enfrente del casino, su gran carpa y la cantidad de animales desplazados, presagiaba que nos ofrecerían grandes actuaciones, como así sucedió, y todos los que asistimos aquel día a las actuaciones, lo recordaremos con nostalgia y melancolía, de unos tiempos en los que estas grandes atracciones, nos alegraba la vida por unas horas.



Caravana de colores, recorre

tierras andevaleñas, asfaltadas

de negro azabache.

Vetustas carreteras, flanqueadas

por jaras y barrancos

acogen a los artistas, que descansan

fatigados, extenuados, de su última

actuación en el pueblo de Gibraleón.


Minas de reflejos dorados, burdeos

y verdes, cobaltos, gualdas, cobrizos

reciben a los comediantes, con las

primeras luces del alba y entre rugidos

de locomotoras, las primeras bandadas

de grajillas ya dirigen, hacia las Magras.


En las esquinas del pueblo, abuelos y

abuelas, quedan mirando, recordando

aquellos tiempos del casino viejo

donde el circo, colmaba de ilusiones

sus jóvenes corazones, y unas lágrimas

descienden por sus mejillas, al recordar

aquellos hijos e hijas fallecidos, los

cuales los acompañaron, en aquellos

tiempos.


Todo el pueblo, acude hasta el

llano del casino, buscando sobre

todo las enormes fieras, encerradas

en pequeñas jaulas, por cuyas

rendijas asoman grandes zarpas.


Con la caída de la tarde, las

grandes carpas ya están

montadas, pronto su interior

se convertirá en todo un

espectáculo, donde malabaristas

funambulistas, acróbatas y graciosos

payasos, nos harán sacar una sonrisa

en esta tierra nuestra, tan necesitada

de acontecimientos culturales.


Recuerdos de Tharsis....Había una vez, un circo.


Un relato de Marcos Tenorio Márquez.



 

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