martes, 25 de octubre de 2022

La higuera "loca"


 

La higuera “loca”


...De pequeña, cuando acompañaba a mi abuelo al huerto, me gustaba degustar los ricos higos negros, de la gran higuera, que cubría con sus tortuosas ramas, gran parte de la choza y corral de las gallinas.

Sin embargo, la otra gran higuera, rodeada de chumberas, no nos obsequiaba, con exquisitos frutos, permaneciendo en un rincón del huerto, olvidada, apartada, triste y enmudecida. Ni los bulliciosos gorriones, negros estorninos y bellas oropendolas, visitaban aquel enorme árbol, el cual sólo ofrecía pequeños frutos, de amargo sabor.


En mi inocencia infantil, ávida de respuestas, que satisficiera, mi curiosidad, preguntaba a mi abuelo, con rostro circunspecto y serio.


..-¿Abuelo, porqué esa higuera, no ofrece sabrosos higos negros, como esta otra?


..-Esa higuera, es loca, hija mía.


Contestaba, mi abuelo.


Aquella respuesta de mi abuelo, me dejaba con dudas y volvía a preguntar.


..-¿Y porqué está loca?.


Mi abuelo, observando mi rostro y sonriendo, haciendo gala de ironía, guasa y gracejo andaluz, me daba esta respuesta.


..-La higuera se volvió loca, porque un año que presumía de poseer exquisitas brevas, de color negro azabache, una bandada de grajillas, despojaron sus ramas y no dejaron un mísero fruto, desde entonces, al comprobar que no podía presumir, alardear y fanfarronear, ante las otras, por poseer los mejores y exquisitos frutos, que atrajeran a todas las aves del contorno, quedó abatida, hundida, volviéndose loca, al comprobar que al año siguiente, sus ramas albergaban pequeños frutos, de sabor desagradable, de los cuales rehuían todas las aves.


..-Oh, abuelo, vaya historia, me da pena que la pobre higuera quede ahí olvidada, recluida, apartada y que solo sirva para dar sombra..-¿Se podía curar?.


Preguntaba a mi abuelo, con rostro serio, propiciando que mi abuelo sonriera, mostrándome solo los dientes premolares, de su despoblada boca.


..-Claro, hija, que se puede curar, aunque sus efectos no son inmediatos, tendría que pasar un largo tiempo, antes de que vuelva a deleitarnos con ricas y sabrosas brevas.


..-¡Por favor, abuelo, haz de nuevo, que la higuera, comience a dar exquisitos frutos!.


Exclamé, con algunas lágrimas, sobre mis ojos.


..-Lo intentaré, pequeña, aunque no te puedo garantizar, que quede curada, esa higuera es vieja y no sabemos si podrá resistir, la tremenda cura.


Pasado un largo tiempo, de nuevo me encontraba, con mi abuelo en el huerto.


..-¡Ahora es el tiempo, propicio, adecuado y favorable...hija!.


Exclamó mi abuelo, entrando en la choza, para coger una enorme hacha y una vieja escalera de madera.

Ajena a lo que allí sucedía, yo jugaba con los gatos, mientras mi abuelo, se dirigía a la enorme higuera “loca” dispuesto a curarla.


..-¡Abuelo, abuelo, que vas a hacer, vas a cortar la higuera!.


Exclamé, con rostro serio.


..-Tu calla, como te dije, voy a curar la higuera, aunque ahora deba emplear estos métodos, bastante dolorosos.


Replicó, mientras ascendía, por aquellos peldaños de madera.


..-¡Vas a curarla, con una hacha!.


Exclamé.


..-Jajajajaja.


Volvió, de nuevo a sonreír mi abuelo, mientras agitaba la enorme hacha.


..-¡Sí, la voy a curar y esta es la mejor solución...jajajajaja!.


Exclamó mi abuelo, entre fuerte risotadas.


Ignorante, a lo que allí ocurría, yo seguía jugando con los felinos. Transcurridas casi dos horas, mi abuelo había dejado la higuera, con solo media docena de ramas, totalmente pelada. Su vegetación, frondosa, exuberante, espesa y densa, había sido reducida y ya apenas daba sombra. Sonriendo y en plan metafórico, pronuncié estas palabras.

 

..-¡Abuelo, la has dejado igual que el maestro barbero, deja a hermano, cuando corta el pelo de su larga cabellera!.

 

..-Jajajajaja.

 

Volvió, a sonreír mi abuelo.


A la mañana siguiente, nos dirigimos, al huerto de Dolores “Rambla”. Allí, a los pies de grandes pinos piñoneros, unas higueras de sabrosas brevas, nos daba la bienvenida, entre cánticos de mirlos, estorninos, oropendolas y rabilargos.

Armado con una sierra, mi abuelo cortaba, varias ramitas vigorosas, que renuevan las higueras con cada primavera.

Con las ramas cortadas, nos dirigimos de nuevo al huerto, para injertar las yemas de las ramas cortadas en la higuera de Dolores, en la higuera loca, con un sistema al cual mi abuelo llamaba..”escudete.

Con una navaja, bien afilada, mi abuelo cortaba un trocito de corteza, con cuidado de no dañar la yema interior y la injertaba en las rama de la higuera loca, donde antes había echo una incisión en forma de cruz. Una vez injertada , cubría la zona de cinta plástica, dejando al descubierto un pequeño brote. Esta labor la realizó, en todas las ramas que había cortado.


..-¡Ya solo queda esperar, hija...y que la madre naturaleza haga su labor!.


Exclamó mi abuelo, poniendo punto y final a su trabajo.


Transcurrido casi un mes, de los injertos, mi abuelo visitaba de nuevo la higuera, para ver la evolución de las ramas injertadas.


..-¡Bien, parecen que han cuajado...voy a retirar la cinta plástica!.


Exclamó.


Desde ese momento, mi abuelo visitaba la higuera con cierta regularidad, hasta el momento que aquellos pequeños injertos se convirtieron en grandes ramas, comenzando a dar pequeños frutos, que más tarde se convertirían en sabrosas brevas, atrayendo bullicios gorriones, negros estorninos, bellas oropendolas.


..-¡Oh abuelo, que maravilla, has curado la higuera, eres un magnifico médico!.


Exclamé, mientras besaba el rostro, de mi abuelo, surcado de infinitas arrugas.


..-Gracias, hija a ti, por recordarme que la higuera estaba enferma y necesitaba una buena cura...jajajajajajaja.


Ha transcurrido, mas de cincuenta años y visito el huerto. La gran higuera, que un día mi abuelo recuperó, ha sido cortada. Los nuevos inquilinos, alegan, que la higuera ofrecía mucha sombra, para cultivar la tierra y por eso decidieron cortarla. Abandono el huerto, entre lágrimas, recordando con nostalgia, aquellos años que acompañaba a mi abuelo, hasta el huerto, donde saboreaba las exquisitas brevas y jugaba con los gatos.



La higuera “loca”...Un cuento de Marcos Tenorio Márquez

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