De
este cielo azul que vemos
suben
y bajan estrellas
se
ve el sol y la luna,galaxias y planetas.
Cuantos
hombres enamorado de ellas
que
nos hacen ver,lo que no han visto
y
no se preocupan de la tierra
donde
hay millones de seres humanos
pasando
hambre con sed y en la miseria.
Científicos
del mundo, sanad vuestras
conciencias,dad
de comer al hambriento
y
dejaros de sol,de luna y estrellas.
El
asombroso caso del jabalí herido.
Reunidos
en torno a mi padre,en la esquina de la casa de Pepa Viñas,los
zagales sentados en el duro cemento,se disponían a escuchar una de
tantas historias,cuentos y leyendas,que mi progenitor,tenía
preparada esa tarde, noche. Después de disputar un partido en el
llano de la era,el sudor y la tierra adherida,era la nota
predominante, que impregnaba los menudos cuerpos de los chavales en
la calurosa tarde, noche Tharsileña. Bajo la tenue,sutil y leve haz
de luz que llegaba desde la farola,invadida por cientos de
polillas,donde varias salamanquesas,daban buena cuenta,de las
mismas,mi padre comenzaba su relato.
...”Bartoliqui”....
¡¡Cuéntanos un cuento de esos de cacerías,que usted tan bien
cuenta!!...exclamaba Mario.
...Bueno,hijitos,os
contaré un cuento,relato o leyenda, que me pasó en mis años de
juventud y al que titulo...”El asombroso caso del jabalí herido”.
Con
inusitado interés,poseídos por el extraordinario “don” que mi
padre poseía para contar relatos,cuentos y leyendas...los zagales
atónitos,asombrados y estupefactos,juntaban sus reducidos cuerpos,
para que el calor que desprendían hicieran mas amena la
audición,sobre todo para no perder detalles de la fantástica
historia.
….Hace
ya muchos años,en mis años de juventud,cuando el hambre rondaba en
cada instante mi estómago,pidiendo algo de alimento para
mitigar,apaciguar y atenuar la sensación de vacío que mi órgano
poseía...me construí un arco con rama de adelfa,pues la adelfa
posee una extraordinaria flexibilidad y elasticidad...con una cuerda
de esparto, unida a los extremos,ya tenía construido el preciado
arco para cazar...solo faltaba las flechas,que deberían ser largas y
rectas. En primer lugar quise utilizar las de gamón,pero pensé..son
muy frágiles y parten con facilidad,para mi propósito..así es que
no la usaré. Pensando que tipo de ramas usaría para las
flechas,pasé junto a un huerto,que poseía varios olivos
centenarios,en el tronco de los mismos, desde su base,infinidad de
ramas golosas o chupones, crecían formando una densa colonia de
brotes,cercanos al metro y medio de longitud. Con agilidad
felina,salté el muro de rocas de la mina,y corté con mi navaja que
pertenecía a mi querido padre,una veintena de estas ramas. Toda la
tarde,estuve preparando aquellas ramas...largas,rectas y algo
flexibles. Una vez afiladas,ya tenía preparado mi equipo para salir
a cazar un desprevenido conejo,perdiz o liebre. A la mañana
siguiente,bastante temprano,salí a probar mi arco con las flechas de
olivo. Agazapado tras unos matorrales,esperaba junto a una charca de
agua,la llegada de algún distraído,confiado e incauto
conejo....pero nada,allí solo aparecía,algunos
mirlos,cogujadas,trigueros,collalbas
y
cientos de gorriones,para abastecerse de agua y placar la sed...a
punto de salir de mi escondrijo,bastante aburrido,escucho un ruido
bronco,áspero y tosco...me mantengo en silencio sin mover una
pestaña,cuando a través de la tronera observo un jabalí
joven,nacido sin duda este mismo año. Algo angustiado e
inquieto,logro templar mis nervios,y me dispongo a disparar contra el
animal que bebe de forma apacible,sin detectar mi presencia. De
certero disparo logro impactar mi afilada flecha en una de sus nalgas
y me dispongo a lanzarme contra el para abatirlo con mi navaja....el
animal herido,con lastimeros gruñidos,emprende veloz huida a través
de monte bajo donde destaca brezos,aulagas,jaguarzos y jaras. En su
huida logra partir un tramo de la flecha,aunque la parte afilada se
encuentra alojada en la nalga. Con desilusión regreso a casa,los
días siguientes trato de buscar infructuosamente al animal,sin
conseguir mi objetivo. Pasados unos años, ya con mi trabajo en la
mina,logro comprar una escopeta paralela marca “Lanber” y con
ella salgo a cazar acompañado de mi fiel perra “Lucera”...me
encuentro cazando casi a las orillas del dique “Lagunazo”
escondido tras unos juncos la llegada de ánades reales,cuando de
nuevo a escasamente una decena de metros, observo un gran jabalí que
se dispone a dar un baño de barro para desparasitar su cuerpo de las
molestas garrapatas ,chinches u otros parásitos. Recordando aquella
vieja historia que me ocurrió hace años con un joven jabalí.
Apunto esta vez mi escopeta, sobre la cabeza, y de certero disparo
logro abatir a la bestia,ante los ladridos de mi perra, que de forma
cómplice, secuaz y colaboradora,se ha mantenido callada durante el
lance. Casi enterrado en el fango,encuentro el gran jabalí,
emanando abundante sangre de su cabeza. Con duro esfuerzo logro
arrancarlo del barro y al dar la vuelta me llevo la mayor sorpresa de
mi vida,sobre una de sus nalgas crecía de modo frágil,un pequeño
olivo.
...Asombrados,perplejos
y sorprendidos,los chavales esbozaban una sonrisa...esa noche sin
duda,sus infantiles cerebros recrearían la historia de mi padre,
mientras soñaban en sus apacibles lechos,con aquel asombroso
jabalí,mientras mi padre degustaba el último trago de
aguardiente,para a la mañana siguiente, retornar a la mina.
...Un
relato original de Bartolomé Tenorio Díaz.
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