Recuerdos de Tharsis
El malacate.
Paseo por las inmediaciones donde antes se
alzaba altivo el gran malacate, cierro los ojos
y recuerdo su enorme
estructura de acero e hierro revestida de
negro. Desde su privilegiada atalaya se observaba
el pueblo casi en su
totalidad. Silencioso, cómo un faro en la oscuridad, que
orientara los barcos, hasta buen puerto,así se
distinguía,desde
cualquier rincón del pueblo. Desde pequeño,cuando
acompañaba a mi abuelo Juan al huerto, preguntaba..
¿Abuelo?.. ¿Que
es aquello?.. mi abuelo alzaba
su mirada de reojo y respondía
¡Aquello!....una pausa para pensar
la
respuesta y respondía....aquello que ves allí tan negro,es un
malacate donde llevan a los niños traviesos.
Mi curiosidad de ese modo quedaba
apaciguada,así mi abuelo con dicha
respuesta me mantenía alejado de aquel
lugar,peligroso para cualquier persona ajena,dónde
los hombres bajaban a la contramina desde
un enorme ascensor.
Poderosos cables de acero los conducían al interior
de la mina. Una vez en el interior cada uno tomaba su destino,
los
estibadores colocaban gruesas vigas
para sujetar el techo de las galerías
y procurar que no se produjera
derrumbes. Los picadores con picos y barrenas taladraban el
duro mineral,sus rostros ennegrecidos levemente
iluminados
por la tenue luz del
candil,reflejaban la dureza del
trabajo, gotas de sudor
afloraban sobre sus
torsos,ennegrecidos,trazando,perfilando y coloreando la piel,
impregnada de partículas de color ébano,destacando sólo el
blanco de los ojos. Brazos de acero,surcadas
por venas de titanio, transportaban el mineral
en vagonetas,hacia el
exterior de la mina. Terminada la jornada,
cansados y agotados, regresaban al exterior, dónde la
luz de sol,cegaban
sus ojos,delicados y sensibles,por la oscuridad reinante,existente
e imperante.
Tras la ducha regresaban a sus hogares, sus mujeres
habían estado rezando a Santa Barbara,para que les
protegiera y
ayudara. Tras la comida una pausa,un cigarrillo encendido y
los hijos que se acercaban y preguntaban curiosos
¿Papá?
¿Cómo te ha ido hoy en la mina ?..-bien hijo, me ha ido
bien.....siempre la misma respuesta para mantenerlos felices y
que no sufrieran. Una reparadora siesta hasta la
tarde,dónde el café estimulaba y reformaba. El gran
circulo minero
reunía a buen número de mineros, que tras la dura jornada
relajaban su cuerpo y mente,con el chasquido de las fichas de
dominó,naipes de la baraja española,o las carambolas
del billar. Otros por el contrario acudían a los
huertos que
se ubicaban por los alrededores del pueblo,entre
pepinos,tomateras y pimientos,lograban recaudar un sustento
extra
para ayudar al mísero
sueldo. Terminado el trabajo,las
herramientas quedaban bien guardadas,en
pequeñas
chozas,construidas con piedras de la mina,recubiertas de
carbasa e impregnadas de cal,los tejados sostenidos por vigas
de madera,relucían con los reflejos dorados de las
tejas,apaciguando las extremas temperaturas.
Los bailes en los
cuarteles constituían un
aliciente para contactar con
jóvenes mineras. Miradas
insinuantes,sugerentes,provocaban los primeros amagos,intentos e
indicios de un posible noviazgo,que terminaba ante el
altar de la ermita,tras unos años e incluso décadas de
respeto,deferencia y cortesía. Los domingos el fútbol
acaparaba
toda la atención,para terminar por la noche ante la gran pantalla
de cinemascope,dónde parejas de novios ya formalizadas
acudían para dar sus primeros
besos,contemplando películas,emotivas,románticas y
apasionadas de todo tipo de
género...suspiraban las novias con Clark Gable,ellos con Vivien
Leigh. Mientras "Que verde era mi valle" entristecían con
el amor imposible de un cura y una feligresa, bajo el marco
de las minas de Gales, para terminar con "Las
uvas de la
ira" magistral,lírica y comprometida, dirigida ambas por el
genial director John Ford. Los lunes vuelta al trabajo,siempre
bajo la insinuante sombra de la muerte,que aguarda en
cualquier rincón preparada con la guadaña,para segar la vida
del
pobre minero que trataba de olvidar e ignorar los peligros de la
mina,silbando una alegre canción.
Una sirena a deshora alertaba a la población,los corazones
comenzaban a palpitar.... ¿Qué ha pasado?.....las
primeras
noticias llegaban hasta el
lugar........... ¿Un derrumbe en la
mina?... la angustia y la
inquietud se
apoderaba de la población,poco más
tarde los infortunados mineros eran
izados a la superficie. Sus cuerpos
tapados con sábanas blancas,impregnadas de rojo de la
sangre. Momentos de intenso dolor de llanto y
angustia,como un
puñal clavado en el corazón, así
recibían los familiares a las victimas. El
último adiós,dónde todo el pueblo
participaba,consolaban a las familias de la tragedia pasada.
En el epitafio de la lápida,de mármol negro con letras de
color dorado...Rezaba
Tu desconsolada esposa,padres e hijos jamás te olvidaran.
Marcos Tenorio Márquez 2011.
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