martes, 20 de julio de 2021

Recuerdos de Tharsis....Aquellos gazpachos.


 

Recuerdos de Tharsis....Aquellos gazpachos.


...Aquellos gazpachos, bajo sombras

de tejas árabes, majados en hornillas

de barro y madera.


Aquellos gazpachos, de verduras frescas

alimentadas por el agua, de manantiales

de aceites vírgenes y vinagres de jerez.


Aquellos gazpachos, acompañados de

tocinos, veteados de jamón y sardinas

asadas al carbón.


Aquellos gazpachos, de ajos castaños y

blancos, triturados, con tomates, pimientos

y un poco de sal.



Cada casa poseía su formula, aunque, la más conocida y aceptada, es la que yo conocí y así me enseñaron mis padres. La formula para hacer un buen gazpacho, es sencilla, tan solo necesitamos buenas verduras, y en aquellos años poseíamos buenas verduras, sin estar manipuladas genéticamente como sucede hoy día, para hacer frente a las enfermedades y conseguir mayor productividad. Antiguamente las verduras, estaban regadas solo con el agua, de profundos pozos o de manantiales a nivel casi de la tierra. Esas verduras poseían sabor y aroma y enriquecían todo tipo de platos. Para hacer un buen gazpacho, seguíamos estos consejos de mi tío Manuel ”Rigoleto” al cual dedico este pequeño homenaje. En aquellos abrasadores veranos, era habitual, que mi tío, visitara nuestro humilde hogar y mi madre, a sabiendas, de que mi tío era todo un experto en el majado del gazpacho, pues le pedía que nos hiciera un gazpacho. En una silla, con asiento de eneas y con la mesa repleta de todos los ingredientes, mi tío comenzaba, con su formula. Cogía la hornilla de arcilla, forjada en tiempos inmemoriales, por algún gran artesano, y se la colocaba entre las piernas, agarrada por la mano derecha. Con la izquierda, libre, iba cogiendo todos los ingredientes, los cuales ya tenía preparados. Comenzaba con un puñado de sal, al cual añadía tres dientes de ajos castaños, y comenzaba con el ritual del majado. Ya fusionada la sal, junto con el ajo, poco a poco añadía el tomate, pimiento y una rebanada de pan, artesano, forjado a mano, junto con un poco de aceite, para conseguir una textura, suave y cremosa. Ya conseguida, esta sabrosa crema, se añadía el resto de aceite virgen, vinagre de Jerez y pepino picado en trocitos muy pequeños. Por último el agua fresca de Tejera, enfriada en el porrón, y unos trozos de pan duro, completaba todo el proceso de fabricación de un excelente gazpacho andaluz.


Sentados a la mesa, ya solo faltaba el acompañamiento y que mejor que tocino veteado de jamón, comprado a Salva, Farolera o García y sardinas, boquerones, de la costa, adquiridos a Ramona Caro, Lucía Jiménez o Catalina Gomez distribuidos por Acevedo.


Recuerdos de Tharsis....Aquellos gazpachos.


Marcos Tenorio Márquez.

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