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jueves, 9 de septiembre de 2021

El petirrojo y el ruiseñor.


 

El petirrojo y el ruiseñor.


...Mi jardín es un edén, donde las

pequeñas aves encuentran un paraíso

para conjugar y entonar bellas melodías

convirtiendo este pequeño entorno, en

un reducto, donde convergen, trinos

gorjeos, en una sinfonía orquestada

compuesta e interpretada, por frágiles

pajarillos, exaltando y enalteciendo

la belleza de las plantas, las cuales

motivadas e impulsadas por las

armonías, explosionan, cautivando,

a todo ser humano, que contempla

atónito, tan magno, sublime y admirable

espectáculo.



Cautivado, embrujado y hechizado por

la variedad de trinos, puse todo mi

empeño en capturarlas, para encerrarlas

en bellas jaulas, con la intención de que

me ofrecieran sus bellas melodías, todo

el año.

En pocos días, usando todo tipo de

artimañas, gran número de ellas,

ocupaban una zona soleada, en un lugar

privilegiado de mi casa.

Tristes, apenadas y afligidas, revoloteaban

en sus respectivas prisiones, de acero e

hierro, tratando de alcanzar la libertad.

Pronto, sucumbirán y entenderán, que este

es su nuevo hogar, y comenzarán a comer

y beber, cuando el hambre y la sed,

aparezca, y exija, la ración diaria, que

las mantenga con vida.


Los días pasaron, apareciendo la tristeza

y melancolía, que de manera cruel

se apoderó de sus frágiles cuerpecitos

comenzando a fallecer, transformando

aquel jardín, celestial y supremo, en

lóbrego, sombrío y siniestro.


Las bellas plantas, presagiaron la

desgracia, comenzando a marchitar

amustiarse y deslucir, de sus trajes

que las flores, habían creado en torno

a ellas.

El sauce, desde donde cantaba

y rivalizaban, el ruiseñor y el

petirrojo, comenzó a pudrirse

y negras aves, de estridentes

graznidos, ocuparon sus

despobladas ramas.


Enojado, enfadado y enfurecido,

destrocé aquellas malditas jaulas

que aprisionaron a mis frágiles

inquilinos, y desde ese momento

me dí cuenta, de que la fragilidad

de nuestro planeta, pende de un

hilo, cuando tratamos de romper

el eslabón de la cadena.


Desde es mismo día, traté de nuevo

de reparar lo irreparable, pensando

que la naturaleza, me volviera a dar

una nueva oportunidad, y que esta

maldita actuación mía, solo había

sido la maldad, envidia y celos que

acaparamos los seres humanos.


Traté, con angustia, depresiva, que

aquellos árboles y plantas, volvieran

a lucir como antaño, pero todo resultó

inútil.

Aquel bello jardín, donde las aves

me ofrecía sus cantos diarios y las

flores, sus delicadas fragancias

quedó, inerte para siempre.


Ahora, desde mi lecho de muerte, pido

a mis descendientes que no cometan el

error que cometí, un día, y que traten

de enmendar, aquellos tristes momentos.


Desde la invisibilidad, que me ofrece

mi alma, mi espíritu, vaga por estos

suntuosos jardines, que en un tiempo

cuidé con esmero.

Puedo ver, que mis hijos, aprendieron

la lección y aquel jardín, defenestrado

que produjo mi muerte, ahora vuelve

a lucir, como lucía antes de mi

trastorno.


Las aves, han colonizado de nuevo

aquel triste jardín, gracias a mis hijos

que han instalado sabiamente, cajas

nidos y comederos.


Las pequeñas aves, volvieron,

olvidando, sucesos anteriores

perdonando y conmutando, los

terribles daños ocasionados a

sus congéneres. En este jardín

ahora, de mis hijos, vuelve de nuevo

a reinar armonía, musicalidad y

de nuevo sus trinos y gorjeos, hacen

que pueda esbozar una sonrisa, aunque

ya nadie pueda verme, por fin puedo

descansar en paz.


Aprendí la lección, de que existen aves

que no soportan, estar encerradas y

fallecen de tristeza y melancolía, cuando

son privadas de libertad.


La belleza de sus trinos y gorjeos, es

un premio, que nos regala la madre

naturaleza, cuando gozan de libertad

más aún, cuando reconocen que los

humanos, tratamos de satisfacerlas

y complacerlas, cuidando su delicado

entorno.




El petirrojo y el ruiseñor......Un cuento original de Marcos Tenorio Márquez.

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