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viernes, 25 de diciembre de 2020

Recuerdos de Tharsis.....El picón de jaras


 

Recuerdos de Tharsis.....El picón de jara


...Pasados los meses del verano y con la llegada del otoño, las horas de sol se acortan de manera considerable y el mercurio baja en los termómetros, dando paso a frías tardes, donde había que hacer buen acopio de leña para las chimeneas, o más sencillo, picón de leña de jaras, para los braseros, que resulta económico y que no supone un coste adicional para la pobre economía familiar, para poder soportar las largas noches invernales, abrigados bajo el confortable calor, que desprende el picón, tras un duro trabajo realizado en los campos, donde este arbusto crece de manera generosa.


Tras las primeras aguas otoñales, recibidas con agrado, por una tierra polvorienta, reseca, curtida y resquebrajada, por el excesivo calor, la dureza del terreno, poco a poco, cede y reblandece, las duras raíces de las jaras, para poder extraerlas sin emplear excesiva fuerza. Las hojas de los árboles caducos, comienzan a desprenderse y poco a poco, sus desnudas ramas, quedan a merced de los rigores del frío, el cual, es necesario, para las formaciones de yemas que vestirán nuevamente con traje verde, sus renovadas ramas, la siguiente primavera.


Un manto de tonalidades, castaño, pardo rojizas, se asientan sobre el suelo húmedo, ocultando los brotes de las primeras hierbas, que emergen con delicadeza, sobre el putrefacto humus, esencial para el buen desarrollo de las nuevas plantas.


Bandadas de golondrinas, se reúnen con sus estridentes trinos, sobre tendidos eléctricos, poniendo una nota blanca y negra, antes de iniciar el duro viaje que las lleve hasta el continente africano, donde pasaran el duro invierno sobre latitudes más confortables, mientras sobre el suelo vestido de verde, aparecen nuevos visitantes, para dar buena cuenta de insectos y larvas.


Ya el viento, de procedencia norte, se deja sentir y los primeros abrigos, guardados con el buen tiempo, despiertan de su letargo estival, para dar calor a los cuerpos. En los salones de las casas, mesa camilla y tarima, resguardadas por enagüillas, aguardan ya, la entrada del brasero.


Los primeros estornudos, denotan la presencia de resfriados, al cual haremos frente con infusiones de poleo, recolectados en primavera.


Aquellos tiempos, lejanos, cercanos en nuestra memoria.


El sistema de calefacción por aquellos tiempos estaba constituido por la chimenea, la cual alimentada por carbón, cepas de brezo, encina u otro tipo de árbol, constituía toda la fuente necesaria de calor, para la realización de comidas y dar calefacción a los cuarteles. Aunque también existía en todos los cuarteles, mesa camilla acompañada de tarima y enagüillas, pues muchas familias aprovechaban el carbón sobrante de la chimenea, para añadirlo al brasero y de esta forma prolongar la fuente de calor. A partir de la década de los años sesenta, poco a poco se imponía en la mayoría de cuarteles, el gas butano, aunque muchas familias desconfiaban y dudaban al principio, poco a poco, fue aceptado por constituir una fuente de energía limpia y cómoda.


El picón de jara



Para la economía familiar, era necesario, que la fuente de calor resultara económica y es aquí donde se aprovecha un arbusto que crecía y aún crece, de modo generoso por todos los alrededores del pueblo, del cual se extrae un excelente cisco, al cual llamábamos picón.


La jara, es un arbusto perennifolio, que suele alcanzar 2 metros de altura y del cual se obtiene de sus sumidades, el tan preciado ládano, que se usa en cosmética para fijar todo tipo de lacas. Para la elaboración del picón, se elegía una zona más bien llana, poblada de jaras, con una corriente de agua cercana, que bien podría ser un barranco, fuente, charca o pozo. Si el año había sido generoso en cuanto a lluvias se refiere, bastaba con arrancar las jaras con la fuerza de ambos brazos, si por el contrario, había sido seco, se utilizaba una herramienta llamada “calabozo” constituida por una afilada hoja de acero, parecida a una pequeña guadaña, la cual segaba las jaras con movimientos precisos de muñeca.


Las jaras, arrancadas o segadas, se iban colocando, formando un circulo alrededor del trozo de terreno, que habíamos elegido para el horno, en cuyo centro se encontraba varios tojos o aulagas, ideales para prender fuego. Una vez completado el círculo con todas las jaras, estas iban colocándose sobre la aulagas o tojos, con las raíces invertidas. Listo el horno, llegaba la hora, de prender fuego, cuando ya el sol se ocultaba por el horizonte.


Las primeras llamas, devoraban, con inusitada fuerza las primeras jaras, que chirriaban y crepitaban, con un sonido característico, mientras las sumidades y aromas de su madera, nos envolvía de fragancias y aromas. A medida que las jaras iban siendo consumidas, con notable rapidez, era necesario rociar de agua, el horno, para que la leña no se consumiera y dejara la madera echa cenizas. Ya al final, cuando todo el circulo de jaras, había quedado reducido a un pequeño “montón” de trocitos de madera color negro, se actuaba con una escobilla, realizada precisamente de jaras nuevas, para apagar las últimas llamas, removiendo de forma cuidada con una horca de madera. Con los trozos de madera gruesos, que no habían quedado echo ciscos, se utilizaba para quizás el mejor momento del día.



Reunidos todos juntos, a modo de hoguera, hasta ellos se arrimaba, trozos de panceta, chorizos y morcillas, de la última matanza y algunas sardinas embarricadas, para dar buena cuenta de ellos, con el pan elaborado por el amigo Leandro y regado con el mosto de San Bartolomé de la torre. Con el crepúsculo, envolviéndonos, era hora de cargar los sacos con el picón, mientras las primeras becadas, comenzaban, a sobrevolar los barrancos, de agua cristalina y pulcra, para dar buena cuenta al abrigo de la noche, de larvas y lombrices. Con el “carrillo de mano” cargado de sacos, y acompañado por el fiel perro, el piconero regresaba para casa. El calor en su hogar estaba garantizado para algunos meses y al día siguiente debería acudir, a su centro de trabajo, allá en la mina, para ganarse el jornal diario.


Recuerdos de Tharsis....El picón de jara


Marcos Tenorio Márquez.

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