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domingo, 11 de octubre de 2020

Recuerdos de Tharsis...El Arbolete


 

Recuerdos de Tharsis...El Arbolete


...Dentro de las costumbres ancestrales, transmitidas de padres a hijos, a lo largo de la vida, nos encontramos sin ninguna duda, con la costumbre más arraigada y establecida, desde tiempos inmemoriales, a los habitantes que escogieron estas tierras mineras, para asentarse, procrear y crear vínculos, que fueron transmitidos de generaciones en generaciones, hasta nuestros días, donde unas leyes dictadas desde Bruselas, ponían punto y final, a una afición heredada de nuestros antepasados, demostrando, que el impacto entre las aves, es imperceptible.


Llegada la estación otoñal y con las primeras aguas caídas, emergen los primeros brotes de hierba, entre el pasto reseco color dorado. Estas primeras aguas, son bien recibidas por todos los aficionados, que esperan el cambio de tiempo que ocasione el movimiento de fringílidos, pues es cuando las semillas de que se alimentan, comienzan a escasear, produciéndose movimientos continuos de un lado para otro, de las aves reunidas en grandes bandadas, de las cuales, muchas se separan reuniéndose en grupos pequeños y también aves solitarias, que son las que acuden bien al reclamo.


Con la llegada de los primeros fríos sobre el ecuador del mes de octubre, los aficionados, comienzan a preparar las aves, “campeándolas” para que de nuevo sientan, la naturaleza, lejos de las paredes de cal, de las casas. Comienzan también a retocarse, arboletes naturales, las llamadas “chaparras”, encinas jóvenes, ideales para colocar varetas impregnadas de “liria”.

Estos arboletes naturales, como son llamados en Tharsis, ocupaban lugares estratégicos, y su ubicación era todo un secreto, transmitidos de padres a hijos. Por lo contrario, lo más común en aquellos tiempos, era la instalación de arboletes, cortados de ramos de encina, y puestos en llanuras, como si se tratara de un árbol natural sujetados por grandes rocas, las cuales eran camufladas con el pasto reseco del alrededor.


La preparación del lugar, comenzaba la tarde del viernes, pues debido a la escuela, había que esperar al fin de semana o ir días festivos, como el 12 de octubre o 1 de Noviembre. Al llegar a casa y arrojar la maleta, sobre algún mueble, salíamos a cortar el arbolete, en el caso de que en el lugar elegido no creciera de modo natural ninguno.


Las encinas de mediana altura era el árbol elegido y tras realizar un corte con el hacha, uno de los ramos caía hasta nuestros pies, para ser preparado, por manos artesanas, hábiles en el manejo de hacha, para que luciera con una perfecta copa, con una altura de 1´90 centímetros.

Antes de partir para casa, quedábamos el arbolete, sujetados con las rocas y como dije anteriormente, camuflado con pasto del alrededor.

Posteriormente, acudíamos a una higuera para sustraer “chupones” jóvenes para hacer los canutos. Las varetas donde iría alojada la liria, podría obtenerse de infinidad de arbustos, árboles u otras plantas aunque a mi particularmente las que más me gustaban eran la de los chupones de olivo, que brotaban desde el suelo pegadas al mismo tronco. Por último, lo más valioso, el pegamento llamado “liria” se obtenía de suelas de zapato de “crepé”, (goma que usaban estos zapatos). Para hacer este importante pegamento, acudíamos a las innumerables esterqueras del pueblo o a las zapaterías, donde nuestro amigo Paco Ceto, te las cedía de manera gentil. Una vez las suelas en nuestro poder, había que cortarlas en trocitos, e introducirla en una lata, con un poco de “perrubia” (resina, obtenida de los árboles en fase de crecimiento) la cual endurecía nuestro pegamento, para ser amasado con soltura, una vez finalizada la cocción. De esta forma obteníamos un pegamento el cual se asemejaba mucho a las ramas secas de arboles, de color marrón oscuro o claro.

Con los reclamos jilguero, verdecillo (Chamariz), pardillo (jamás), pinzón (pinzote) verderón (verdón) y lúgano, se completaba todo para salir de madrugada. Por fin llegado el momento, nos reuníamos en el lugar señalado, no sin antes esperar por algún retraso o llamar en la puerta del compañero que se había quedado dormido. Con todo el equipo, partíamos, hacia el campo, andando, con las jaulas sobre ambas manos, cambiando de vez en cuando, debido al frío que se dejaba sentir en la madrugada.


Una vez llegado al lugar, aguardábamos, hasta las primeras luces del alba, calentados por las generosas llamas que brotaban de un tojo o aulaga. Con las primeras luces del alba, comenzamos a sujetar los canutos en las ramitas del arbolete, y amasar la “liria” para impregnar las varetas. El más alto del grupo, es el encargado de colocar, las varetas en los lugares elegidos de manera estratégica. Por último colocamos los reclamos, bien ubicados, para estar pendiente de ellos y que no sufran el ataque de algún alcaudón (cascay real). Comienza a pasar las primeras aves y el nerviosismo cunde en el grupo, pues cada uno aportábamos nuestro mejor reclamo.



..-¡Vaya porquería de jilguero, ha pasado una buena banda y no ha abierto el pico, dale “voleta”!.


..-Ese verdón...¿Tu crees que es macho, o tienes encerrada una “lola”?... acaban de pasar tres y no ha piado.


..-¡Voy a coger la jaula de ese pardillo y va a ir a parar de Alosno para allá!.



De pronto, entre discusiones, una bandada de verdecillos, (chamarices) quedan prácticamente pegados en las varetas, tras realizar una buena labor, el reclamo del compañero, que sonríe con orgullo y satisfacción. Veloces carreras y galopadas, son emprendidas hasta el arbolete, para recoger las aves, machos de vientre y pecho color amarillo y soltar las hembras, para regresar de nuevo hasta el refugio, entre jaras, encinas, pared de huertos u otras zonas. Sobre las diez de la mañana, un intenso aroma de ramas secas de jaras, que crepitan al ser quemadas, nos invita para arrimar, hasta ella (tocino,pancetas, chorizos, morcillas, lomos, solomillos etc..).


..-¡Hora de comer!.


Exclama el compañero, que ha iniciado el fuego. Y son estos momentos, los que realmente, crean afición, los que crean una amistad con los amigos que perdurará a lo largo de toda una vida, donde contamos vivencias, anécdotas, entre tragos de una fría cerveza, rodeado de jaras, brezos, encinas y trinos, gorjeos de pájaros que seducen, cautivan e ilusionan nuestros jóvenes corazones.


Recuerdos de Tharsis.....El Arbolete.

Marcos Tenorio Márquez

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