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jueves, 6 de agosto de 2020

La vieja medalla




La vieja medalla


...Las encinas del “Barrito” se vestían de gala, con la llegada de la primavera y de sus ramas oxidadas y desmejoradas, surgían nuevos brotes, verdes centelleantes, flamantes y radiantes. Un manto, de flores multicolores, adornaban las tierras, de antiguos barbechos, y hasta mis fosas llegaban emanaciones y fragancias de poleo, tomillo y romero. Las jaras, lucían con sus bellas flores blancas, con gualdos y ambarinos estigmas, donde zumbaban abejas, recolectando polen.


El silencio sepulcral, se interrumpía, con el canto de cogujadas, trigueros y alondras. Desde las encinas cercanas, el bello canto del pinzón, aumentaba la sinfonía, orquestada y articulada, para que nada faltara, mientras, recreaba la vista con el simpático vuelo de la abubilla, que se dirigía al nido, para dar de comer a la prole.


Los paseos hasta la ermita, siempre que mi trabajo me lo permitiera, solían ser, una o dos veces a la semana. Unas veces solía ir sólo y otras acompañados por mi mujer y mi perro labrador de color negro azabache. En esta ocasión, acompañado sólo por mi perro, cambié la dirección de mi paseo, abriéndome paso por un sendero de jaras y jaguarzos. A los pies de un viejo arbusto de aulaga, observé un objeto dorado, casi oxidado, me acerqué y lo recogí. Cual fue mi sorpresa, que al girarlo, logré distinguir, sus relieves, y tras frotarlos con mis manos, observé enardecido y entusiasmado, que se trataba de la primera medalla, editada, en honor a nuestra santa patrona, en conmemoración de la primera romería, que tuvo lugar el 24 de mayo de 1987.


Ante mis ojos, aparecía nuestra patrona, con relieves dorados y unas letras donde rezaba...Tharsis, romería en honor a Santa Barbara 1987. El cordel, que sujetaba la medalla, se deshacía, por el paso de los años, al entrar en contacto con mis dedos. Entusiasmado por el hallazgo, continué por el camino, hasta llegar a la ermita, donde recé un padrenuestro y proseguí hasta la fuente, donde enjuagué mi frente, del sudor que brotaba.


Un leve dolor en el pecho, me mantuvo en alerta. Por el carril que conduce al “Barrito”, me dispuse a salir, mientras la dolencia, aparecía y desaparecía, con amagos de fuerte dolor. El corto trayecto, hasta el asfalto, se hacía interminable, entretanto, dejaba atrás un campo, repleto de florecillas, gualdas, rojas y blancas. El estridente canto del triguero, desde un gamón, advertía que la carretera se acercaba, y que algún alma caritativa y buena, me acercara hasta casa.


Un joven profesor, que regresaba desde Cabezas Rubias, me acercó hasta el pueblo, dejándome en la misma puerta de la casa, tras contarle lo sucedido. Ya en casa, llamé a mi mujer y el mismo profesor, nos acercó hasta el consultorio médico. Un médico de origen árabe, me trató con delicadeza y respeto. En tono de humor, para quitar hierro al asunto, me preguntó

 

..-¿Es usted, ciudadano español?

 

..-¡Hombre, claro!

 

Respondí

 

..-Perdone, pero más bien, parece ciudadano de mi país.

 

Respondió, con una leve sonrisa.

 

..-Bueno, muchas personas me confunden, pero aseguro que soy español al cien por cien.

 

Respondí, zanjando la conversación.

 


Con celeridad, me entregó un volante, para que me dirigiera a Huelva, en la ambulancia, pues el dolor parecía algo serio.

El viaje hasta Huelva, discurría con la incertidumbre del dolor que soportaba, no podía suponer la procedencia u origen, aunque todo apuntaba que fuera de origen cardíaco.

Al salir de forma precipitada, desde casa, sin poder cambiarme de ropa, sobre uno de mis bolsillos, aún se encontraba la vieja medalla, hallada cerca de la ermita.


El hospital Juan Ramón Jiménez, recibía mi llegada, y aguardé turno en la sala, tras un primer reconocimiento y examen. Al momento pasé a consulta, siendo recibido por un médico joven, simpático y dicharachero, que me hizo un examen corporal, con innumerables preguntas, a las cuales respondí sin ocultar nada. Tras realizarme la enfermera, algunas analíticas, volví de nuevo a la sala de espera, más tranquilo y calmado.


En la sala, colmada de personas, aquejadas de diversos males, entablé conversación con una joven pareja, a la cual observé muy apesadumbrada.

 

..-¡Que pasa!

 

Exclamé.

 

De momento respondieron, con lágrimas sobre sus ojos, y un llanto se tornaba en desencanto.

 

..-¡Mi hija, de tan solo cuatro añitos, está muy enfermita!.

 

Respondió, con el alma rota.


Al momento, una enfermera salió a la sala.

 

.-¡Familiares de María Esperanza, Garrido!

 

..-Sí, nosotros.

 

Respondieron al unísono.

 

.-¡El doctor quiere hablar con vosotros!.

 

Exclamó, la enfermera.

 

El desasosiego se apoderó de la joven pareja, que caminaba para la consulta del doctor. Yo, entretanto, desatendiendo mi dolor, los acompañé, y esperé al lado de la consulta, que salieran, infringiendo por momentos la leyes que dictan que ningún paciente, debe permanecer en zona de consultas. Al poco tiempo, unos gritos desgarradores, surgieron desde la consulta, seguidos de llantos, que provocaron que mi dolor se acentuara.



Capitulo II


...La puerta de la consulta se abrió, y una joven pareja, abatida por el dolor, se postraba ante mí sin lágrimas sobre sus enrojecidos ojos. Traté de consolarlos, soportando mi tremendo dolor, que por momentos me ahogaba. Tras una ligera calma, el marido comentó, lo que pasaba.

 

..-La tienen que operar, a vida o muerte, su apéndice está perforado, sólo un milagro, podrá salvar a mi pequeña.

 

En esos momentos, ambos, irrumpieron a llorar, originando que varias personas se acercaran y preguntaran, que pasaba.


De nuevo, la consulta abrió sus puertas, y una enfermera con educación exquisita, les llamó. Sentados ante el cirujano que iba a intervenir a su pequeña, abatidos y desconsolados, escucharon estas palabras.

 

..-La operación va a resultar difícil, su apéndice se muestra perforado, la infección la estamos tratando en estos momentos con antibióticos, pero no podemos esperar, hay que operar lo antes posible.

 

Sacando fuerzas de flaqueza, de sus destrozados cuerpos, preguntaron.

 

..-¿Doctor, sobre que hora, van a operar a mi pequeña?.

 

Una pausa, y la respuesta.

 

..-Lo antes posible, la enfermera, les avisará.

 

..-¡Podemos verla!

 

..-Sí, subid, pero solo un momentito eh.


Abandonaron la consulta, mientras yo aguardaba impaciente, algunas respuestas.

 

..-¿Que pasa,la van a operar?.

 

..-Sí, la van a intervenir de urgencias, lo antes posible, solo nos queda encomendarnos a Dios, vamos a subir a verla, antes de la intervención.


En esos momentos, mi mujer me reclamaba, desde consulta nº 5, requerían mi presencia. Ante mí, el joven doctor, que me atendió a mi llegada al centro.

 

.-Bien, he de comunicarle, que todo está perfecto, las analíticas que le he mandado a hacer, no revelan y muestran nada serio, por lo que puede deberse a un dolor debido a la ansiedad, ya que lo he notado bastante alterado y nervioso, le recetaré unos tranquilizantes, y no se preocupe por nada.

 

..-Sus palabras me han tranquilizado, doctor, pues me temía algo peor.

 

..-Pues nada, con el tratamiento de pastillas le aseguro que se encontrará mejor.

 

Dando las gracias al doctor, abandonamos la consulta e introduciendo la mano en el bolsillo, pude comprobar, que la vieja medalla había sido un talismán de buena suerte, por lo que la recogí y llevándola hasta mis labios, la besé, repetidas veces.


En la sala de espera, me encontré de nuevo, con la joven pareja. Sus rostros, denotaban cansancio, agotamiento, extenuación. Acurrucados sobre los asientos metálicos, con las miradas perdida, pregunté.

 

..-¿Han visto a la niña?.

 

..-¡Sí!. 

 

Exclamó, el marido.

 

..-Se encuentra dormidita, toda rodeada de cables y tubos, pobrecita mi niña, mi pobre niña.

 


Traté de tranquilizarlos con palabras de consuelo y aliento y de nuevo requerían su presencia. Desde la consulta, con toda urgencia, les informaron que la operaban enseguida. Hasta la zona de quirófanos, nos desplazamos todos, mi mujer incluida.


En los pasillos esperamos, aferrados a noticias positivas. Las horas transcurrían, lentas, eternas, hasta que un ascensor abría sus puertas y aparecía la pequeña, transportada por un celador, con dos enfermeras a los lados, con oxígeno y entubada. De nuevo, la joven pareja, irrumpió en llantos.


Se abrazaron a mí y traté nuevamente de consolarlos, con palabras de aliento, cargadas de energía positiva. Cuando estaban más calmados, recuperé la vieja medalla desde el bolsillo y ante su presencia se la mostré.

 

..-Esta es la patrona de los mineros, llamada Santa Barbara, y esta mañana al salir a pasear la encontré, sobre un arbusto de aulaga, muy cerca de la ermita, donde todos los años, celebramos la romería.

 


Se aferraron con fuerza a la medalla y con fe inquebrantable, pronunciaron estas palabras.

 

..-¡Santa Barbara bendita, haz que mi niña se recupere, prometo que visitare tu ermita!.

 

Así, con la medalla entre sus manos, esperamos algunas noticias.


Capitulo III


...Las puertas de quirófano, permanecían cerradas. El tiempo nuevamente, transcurría lento, mientras el joven matrimonio, abrazados, continuaban con la medalla entre sus manos.

En quirófanos, un brillante equipo de cirujanos batallaban, para salvar la vida de la pequeña, intensas horas, dónde la tensión se palpaba en el ambiente y el sudor brotaba de la frente.

La esperanza de vida de la pequeña, desfilaba sobre el filo de una navaja. Más allá de quirófanos, la pareja rezaba en silencio, preguntando a cualquier enfermera que salía o entraba.

 

.-Perdonen, no puedo decirles nada, más tarde el cirujano les informará.

 


La tarde , daba paso a la noche y la intervención parecía perpetuarse, ante la incertidumbre de no conocer noticias. Me interesé por su estado y pregunté que si querían algo de comer o beber, siendo la respuesta negativa, que la aceptaba, pues yo en su lugar tampoco podría digerir ningún tipo de alimento. A punto de abandonar los pasillos, que dan acceso a quirófanos, para ir a comer algo junto a mi mujer, abren las puertas de quirófanos y aparece una figura alta, uniformada de riguroso verde. Su estado denotaba cansancio, por el duro esfuerzo realizado. Como un resorte, la joven pareja, caminan hasta el cirujano, con los corazones revolucionados.

 

..-¡Doctor, doctor, cómo está mi pequeña!

 

Exclaman, entre lágrimas.

 

..-Bueno, les debo decir ante todo, que la operación ha sido larga y tensa, la peritonitis es grave, por las toxinas que se esparcen por el cuerpo, se ha reducido la infección, pero debemos ser cautos y precavidos, porque aún la gravedad, persiste, hemos practicado una apendiceptomanía, con tecnica laparoscópica y cómo les dije, debemos esperar, en estos momentos, se encuentra en sala de anestesia, donde se recupera para pasr posteriormente a UCI, donde continuará con el proceso de recuperación.

 

..-¡Cuando, podemos verla!. 

 

 Una pausa y una respuesta.

 

..-Pues cuando pase a UCI, pasareis a verla.

 

..-¡Gracias doctor, muy agradecidos, por su tremendo esfuerzo!.


De nuevo, surgía las incertidumbres, con esta primera información, tras la operación. Las palabras del cirujano jefe, habían dejado un sabor agridulce, la tensa espera se alargaba y el cansancio, comenzaba a cundir en la joven pareja, desalentados por las palabras del doctor. Yo mientras tanto, acudía con mi mujer a la cafetería del hospital a tomar café. Al subir, también llevamos café a la joven pareja, sin duda necesitaban algún estimulante, que les diera algo de ánimo, para superar estas horas tan decisivas.


Sobre las dos de la madrugada, la joven pareja, fue avisada, para que pasaran a la UCI, para ver a su hija tras una ventana, que impedían el contacto directo. La habitación donde estaba alojada la pequeña, ofrecía un espectáculo sobrecogedor, por la cantidad de monitores y aparatos, que controlaban todo el estado de la pequeña paciente. Sin poder articular palabras, de nuevo las lágrimas comenzaron a aflorar, sobre los ojos de ambos. Con la vieja medalla, en las manos rogaron e imploraron, para que la pequeña mejorara, pronto, una enfermera les informó, que su tiempo de visita, había llegado al fin.

La próxima visita sería a las 8 de la mañana, hasta entonces, quedaban más de cinco horas, que sin duda, se harían largas y eternas. Los duros asientos metálicos, nos acogieron, para pasar la noche, aunque antes rogaron que nos marcháramos para el pueblo, dándonos las gracias por tan exquisito comportamiento.

 

..-¡No marcharemos, hasta saber el desenlace y creemos que la pequeña se salvará, Santa Barbara bendita, obrará el milagro!

 

Respondí.


Estas duras horas, nocturnas, la pasamos entre los asientos y paseos, por los largos pasillos, contemplando algunas veces, la noche estrellada de la ciudad. Un nuevo día irrumpía y los rayos de sol penetraron, por las ventanas, iluminando los rostros cansados y abatidos de los padres. Tras un ligero aseo, de nuevo subieron para la UCI, en un día fundamental, para el desenlace. Todo continuaba igual, pero por lo menos no se había producido un empeoramiento de su estado general. En la consulta, sobre las once de la mañana, las recibió el cirujano el cual les indicó que su estado había entrado en una fase de estabilidad, que la situación podría mejorar o...

En esos momentos, temían lo peor, esa pausa del doctor, terminada en puntos suspensivos, crearon un ambiente negativo, desmotivando a la pareja, la cual comenzaba una resignación que tenían que aceptar.


Capitulo IV


...Aturdidos y cabizbajos, volvieron a sus asientos, el pequeño rayo de optimismo, surgido, se volvía de nuevo incertidumbre.

 

..-¡Por Dios, necesitamos una noticia buena que nos tranquilice!.

 

Exclamaron, abatidos.

 

Me acerqué hasta ellos, sabía que necesitaban todo nuestro apoyo, pues no tenían familia aquí en Huelva, por lo que la ayuda psicológica, sería fundamental, para que levantaran el ánimo. Comencé mi charla, recordando, que los malos momentos habían pasado y que la mejoría aunque lenta, sería de manera progresiva.

 

..-La medicina hoy en día, está muy avanzada, además contamos con esta vieja medalla, que nos protege, un talismán, que por lo menos a mí me ha dado suerte, puesto que me temía, que mis dolencias podrían haber sido algo serio y sin embargo solo ha sido producto de mi ansiedad.

 


Lentamente, las horas avanzaban, sin novedad, hasta la hora de visita aún quedaban unas horas y la joven pareja nos pidió que la acompañásemos a tomar café. Nuevamente, nos recordó nuestro comportamiento ejemplar y nos pidió que volviéramos para el pueblo, ya que nos veían cansados y aunque mi dolor había remitido, todavía sentía amagos.

Antes de llegar a la cafetería, la joven madre, pasó a los servicios, siendo avisada por una mujer.

 

..-¡Tenga cuidado, pues la luz no enciende!.

 

..-No pasa nada, gracias señora..-

 

Respondió.

 

De modo intuitivo, la joven madre tocó el interruptor y la luz brilló, un halo de luz blanca, de luminosidad intensa, alumbró su mortecino rostro, sin que la joven madre diera importancia a este echo. Una vez con el grupo continuamos hasta la cafetería, donde la joven madre, sin querer, refirió lo que había sucedido momentos antes en los servicios. De momento, un escalofrío recorrió mi cuerpo, mis vellos erizaron y cogiendo la mano de mi mujer, esta pudo comprobar, como mi rostro palidecía por momentos.

..-¡Estás bien!.

 

Exclamó, algo asustada.

 

..-Sí, estoy bien, no preocuparos.

 

Respondí.

 

..-¡Que le ha pasado, tras contar lo que me sucedió en el baño, parece que le ha afectado!

 

Exclamó, la joven madre.

 

..-Le explico, son cosas sin importancia, las cuales pasan inadvertidas, pero por la situación que atravesamos, con su pequeña en estado de gravedad, creo sinceramente amigos, que se trata de una señal!

 

..-¡Divina!.

 

Exclamaron, al unísono.

 

..-Sí, creo que sí.

 

Respondí, con fe y convicción.

 

En esos momentos, sus rostros, mortecinos, lánguidos y apagados, volvieron a brillar.

 

..-¿Cree, usted en los milagros?.

 

Preguntó el padre.

 

..-Bueno, creer, hay muchas formas de creer, depende de la fe de cada uno, si eres creyente o no, todo va en función de tus convicciones religiosas.

 

Respondí.

 


Faltaban pocos minutos para la visita, pero su optimismo había crecido por momentos. A las ocho en punto, media hora antes de abrir las puertas, una enfermera realizó una llamada.

 

..-¡Por favor, padres de María Esperanza, Garrido!.

 

..-¡Sí, nosotros somos, que pasa...!

 

Exclamaron, excitados.

 

..-Nada, el cirujano quiere hablar con vosotros.

 

Respondió la enfermera.

 

De nuevo, los jóvenes corazones, volvieron a palpitar y el nerviosismo se apoderó de sus estados.

 

.¡Por favor, pasen, cojan asiento!.

 

Exclamó, con una sonrisa

 

..-Debo decirles, que su pequeña está fuera de peligro, al superar las primeras 24 horas.

Pronunciar estas palabras el cirujano y un estado de histeria se apoderó de la joven pareja, irrumpiendo a llorar, un llanto que se tornaba en alegría y bendición.

 

..-¡Muchas gracias doctor, muchísimas gracias, no sabemos cuanto le adoramos, gracias por salvar a mi pequeña!.


Saliendo de la consulta, nos abrazaron y besaron.

 

..-¡Gracias, amigos míos, por vuestra ayuda desinteresada!

 

Exclamaron.

 

Ya mas calmados, recordaron aquel momento del servicio y besaron repetidas veces la vieja medalla.

 

..-¡Gracias Santa Barbara, bendita, bonita, gracias hija mía!

 


Pasamos a la UCI, donde la pequeña nos miraba y sonreía. Una sonrisa dulce, los malos momentos habían pasado, todos nos abrazamos y quedamos y acordamos, para reunirnos todos en Tharsis y visitar la ermita.


Unas semanas después, recibimos la visita. La pequeña de cabellos rubios y ojos azules, irradiaba felicidad. Dentro de la ermita, encendimos unas velas y tras un padrenuestro, depositamos un ramo de flores. Fuimos hasta el lugar, donde encontramos la vieja medalla y depositamos otro ramo de flores, sobre las flores ambarinas y gualdas de la aulaga.

 

..-¿Una pregunta queda flotando en el aire?..-¿Fue el equipo de brillantes cirujanos, quién salvó a la pequeña, o tal vez el poder de la fe?..- creo sinceramente, que ambas cosas.


La vieja medalla


Un relato original de...Marcos Tenorio Márquez.

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