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domingo, 15 de septiembre de 2019

Recuerdos de Tharsis...Aquellos bailes en el casino (Mi bautismo de fuego)

Recuerdos de Tharsis...Aquellos bailes en el casino.

Mi bautismo de fuego.

Me cuenta Manuel, residente en San Bartolomé de la Torre, y emigrante, que ha pasado parte de su vida, en Alemania..
 
..-Recuerdo, los bailes que se hacían en el Circulo Minero, sobre mediados de la década, de los años cincuenta, entonces, Tharsis, era un pueblo de mucha vida, y muchos jóvenes de los pueblos de alrededor, nos trasladábamos, hasta aquel magnífico edificio, para pasar un buen rato. Por la
mañana, regresábamos para el pueblo, campo a través”.

Mi incorporación a los bailes fue tardía, pues ya rebasaba los 17 años y estaba a punto de cumplir 18. Recuerdo un mes de febrero de 1981, sobre mediados.
 
..-¡Este sábado vamos a venir al baile!
 
Exclamaba mi buen amigo Francisco.
 
..-¿Pero el baile, es para los socios, y yo aún no he cumplido 18?.
 
Pregunté.
 
..-Eso no importa, conozco personas que llevan viniendo desde los 16 y nadie les dice nada, cuando te pregunte el portero..-¿Eres socio?..Tu dices que si y ya está.
 
Respondía Francisco, para dar tranquilidad.

Toda la semana, antes de mi incorporación, me llevé pensando, me preguntaba.
 
..-¿Como será el baile!...¿Hay que saber bailar?.
 
Estos interrogantes encontraron respuestas, el día que por fin, acudía al local. Mi gran duda durante toda la semana, sería.
 
..¿Que ropa me pongo?..Es imprudente llevar camiseta negra de AC/DC y tejanos, o encorsetado con un traje de niño pijo.
 
  Estas dudas me causaba inquietud, intranquilidad y preocupación. Pronto hallé la respuesta, busqué en el baúl de los recuerdos (como diría una joven Karina) y allí encontraba prendas de todo tipo, algunas pertenecientes a mis primos. Sin dudar, elegí un conjunto de pantalón tergal y un jersey de cuello “V”. Con este conjunto me plantaba ante las puertas del gran Circulo Minero. Mi nerviosismo y ansiedad ascendía, cuando ya se acercaba la hora de entrar en aquel antro, acompañado por mis amigos.

El portero me preguntaba que si era socio.
 
..-¡Si!.
 
Exclamé, con algunas dudas. Las personas que guardaban cola, desde atrás, empujaban para poder entrar y en esos momentos pude acceder al local, llevando una fuerte impresión. El Circulo Minero estaba abarrotado de personas. En un rincón del mismo, una plataforma servía para que el conjunto en cuestión (Los Bombines y Sandra) tocaran los temas de moda en el momento. Abajo, una pequeña pista de baile, flanqueada por los bancos de la sala de billar, con la madera color verde y sus asientos acolchados, recubierto de skay color burdeos, daban descanso a los jóvenes y no tan jóvenes, que se habían marcado unos bailes, agitando sus melenas o su incipiente calva.

Media docena de camareros, con su riguroso traje, pantalón negro, camisa blanca, se afanaban para servir las mesas de reuniones de amigos, dispuestas por la zona de las ventanas. Sobre sus bandejas relucían la bebida de moda hasta el momento, ginebra, marca “Burdons” para los humildes y “Larios” para los altivos con delirios de grandeza, flanqueadas con refrescos de cola, naranja o tónica. Con total timidez, recorrí un corto espacio, hasta llegar a la mesa donde nos aguardaba nuestra reunión, en la sala de televisión. El olor a laca impregnaba el lugar otorgando un ambiente vintage, como de otra época. Jóvenes galanes lucían peinados, bien marcados, dónde no sobresalía ningún pelo rebelde. Con movimientos robóticos, cuidaban que su imagen no se deteriorara, para lucir ante sus idolatradas novias, que sonreían ante los chistes fáciles que estos contaban, no importándoles si estos provenían de alguna persona de aspecto físico poco atractivo o que bailaba en la pista de manera poco ortodoxa.
 
 Estos jóvenes en su mayoría narcisistas, acudían a cada instante a retocar su imagen, ante el espejo situado en la gran sala. Ellas por el contrario acudían en parejas para también retocar su rostro, pintalabios, rimel y un sinfín de objetos, las mantenía en plena forma, cubriendo alguna imperfección que hubiera surgido.

Las mesas, abarrotadas de botellas de ginebra y refrescos, ofrecían un aspecto de abundancia. Algunos tipos, preparaban sus cuba libres, a base de ginebra, tres cuartas partes de ginebra y una parte de cola, otros por el contrario más precavidos sólo empleaban una pequeña porción de ginebra.


Después de beber unos cuantos cubatas, llegaba mi bautismo de fuego, me tenía que enfrentar a la pista de baile, donde un comité de expertos no quitaban los ojos de encima a las personas novatas que se habían incorporado en esos momentos. No recuerdo que tema sonaba en esos momentos, pero sí recuerdo la pista abarrotada, de personas de todas las edades, que bailaban de forma anárquica, sin importarles la estética ni la armonía. Para no llamar la atención, me introduje sobre la zona centro, oculto de miradas indiscretas y allí moví las caderas, hasta que la música de una balada lenta, me hizo retornar a mi asiento. Pasadas casi tres horas en el interior del local, bebiendo como un cosaco, apetecía salir un rato al exterior y respirar un poco de aire puro, aprovechando el momento que los integrantes de la banda, reclamaban un merecido descanso.

El paseo, abarrotado de personas, ofrecía una imagen nostálgica, al ser recordada hoy día. Un olorcillo de hamburguesas, a la plancha, llegaba hasta mis fosas nasales, desde el kiosko de Cati. Como un sabueso, seguí la pista y pronto estaba devorando una rica hamburguesa, acompañada de una fría cerveza marca “Cruzcampo”. Saciado, volvía de nuevo al local, aunque antes había saboreado un “canuto de marihuana”. En esos momentos pensé, solo faltaría que este conjunto llamado “Los Bombines”, tocara un tema de Bob Marley, para completar la faena. No fue así y Sandra, comenzó a cantar boleros, ante el delirio de los veteranos de guerra, que ocupaban la pista de forma masiva, acompañado de sus parejas.
 
Seguimos con nuestra afición, beber cubatas, pues la música no nos interesaba. Algunos compañeros, atrevidos y decididos, con litros de alcohol corriendo por sus venas (como cantaría Ramoncín)charlaban con jóvenes de risa fácil, para demostrar que estaban locamente enamorados. Ellas por el contrario, viendo el lamentable estado de su interlocutores, lo mandaban a freír espárragos.
 
..-¡Hombre, te lo llevo diciendo mil veces, que para ligar hay que dejar el alcohol!
 
Exclamaba, algún compañero, mientras degustaba su undécimo refresco de cola. Las horas pasaban rápidas, y algunas parejas comenzaban a abandonar el local, ante mesas abarrotadas de todo tipo de botellas. En silencio, exclamé
 
..-¡Vaya faena, les espera a los camareros!.

Con el sol a punto de irrumpir, por la corta de Filón Norte, enfilé mi vuelta a casa, con una resaca de órdago. En mis tímpanos, aún resonaba el último tema tocado por la orquesta, nada más y nada menos que “You Are The One That I Want” de John Travolta y Olivia Newton John. Donde asistí quizás al momento más divertido del baile. Aspirantes a Travoltas, con tupés incluidos, bailaban ante sus orgásmicas novias, que babeaban sintiéndose, por momentos la reina del baile, contempladas por un público expectante y resacoso. Al día siguiente, después de una transfusión de música rock, que desinfectara mis oídos de lo escuchado en el baile. Me reunía con mis amigos en el bar el “Trompe”. Todos juntos ante unas frías cervezas, recordamos las anécdotas del baile pasado. Desde ese día alternaba los bailes del casino junto con los de cine “Emilita”, de gran recuerdo para los que peinamos canas. También debo decir que los pantalones tipo tergal y jersey cuello “V” no me los volví a poner jamás. Desde aquel momento mi camiseta de AC/DC y mis tejanos LEE, me acompañaron a todos los bailes.

Recuerdos de Tharsis...Aquellos bailes en el casino.

Mi bautismo de fuego.

Marcos Tenorio Márquez.

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