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lunes, 15 de agosto de 2022

Recuerdos de Tharsis....La plaza

Recuerdos de Tharsis.....La plaza


...Las calles Cervantes, Zorrilla y Calderon, junto con el antiguo economato, forman una plaza, sobre cuyo centro se alzaba, majestuosa, la antigua plaza de abastos.


No poseo datos de su construcción, pero si recuerdo la forma de su edificación, dos cubiertas voladizas separadas unos treinta metros. Sus columnas de hierro forjado, sostenían un armazón de hierro, de dos aguas, donde reposaba una techumbre de chapa galvanizada, que evacuaba el agua de lluvia con rapidez, repartiéndola sobre un terreno, de escoria fina.


Cerrando la plaza en toda su extensión, el economato, de grandes ventanales y una puerta central, de dos hojas, protegida por un alpende, cuyas columnas de hierro forjado, y techo, eran idénticas a las que sostenían las cubiertas, descritas anteriormente.


La plaza por su parte, poseía tres zonas de acceso, dos de ellas, ubicadas a ambos extremos de la calle Zorrilla. Colindando con la tienda de Bartolomé, Sebastiana y la ferretería de Repiso, se encontraba una gran puerta de hierro forjado de dos hojas, para que pudieran acceder camiones y otros vehículos, que traían productos para el mercado, en el otro extremo, colindando con la tienda de “Sensi” se encontraba otra más pequeñas, para favorecer el paso de las personas próximas a esa zona del pueblo, por último al final de la calle Cervantes, cercana al taller de Felix Rojas, la ultima puerta, que completaba todos los accesos a la plaza.


Antes de entrar por la gran puerta grande, a la derecha, se encontraba dos despachos, de sabrosos “tejeringos” del cual tengo realizado un nostálgico relato, completado con una ilustración. Traspasando la puerta, a la derecha, la ferretería de Repiso, con sus puertas de madera color verde, de dos hojas, con vidrieras. El olor característico que despedía, su dependencia, por los productos, enseres y pertenencias que contenía, hacía que tus fosas nasales, recibiera fragancias agradables, asociadas sin duda, a los artículos puestos a la venta. Siguiendo la misma calle Calderón, dentro de la plaza, se encontraba un despacho de pan, cuyo pan de quilo era muy popular entre la población. En la parte izquierda y tras pasar la puerta, la tienda de Bartolomé y Sebastiana, cuyo producto estrella sin duda era el sabroso bacalao, que cortaba Sebastiana o Bartolomé, con un gran cuchillo de enorme hoja, cuya base reposaba en madera noble, ajustada al mostrador.

A continuación la tienda del “Corraleño” que recibía este nombre del dueño del local, tienda especializada en productos de motocicletas y bicicletas, era continúa la venta de cajitas de parches, cubiertas, tacos de frenos y todo lo relacionado con esos medios de locomoción. Sobre la zona central la carnicería de Rigores y un despacho de pan, para terminar con la tienda de la “Sensi” una mercería, que ofrecía a parte de los productos, típicos de este tipo de establecimientos, otros que nada tenía que ver con la mercería. Ya a las espaldas de calle Cervantes, estaba unos cuarteles, con una pequeña oficina en donde trabajaba mi tío Juan y Fernando Capela (d.e.p), estos cuarteles estaban destinados a guardar los pesos y balanzas, propiedad de la compañía minera, los cuales eran alquilados por las distintas personas que trabajaban, en el mercado, para el peso de los artículos puestos a la venta.


Más adelante, una pequeña oficina de anticipos, desde donde Pepe el de la “Posá” firmaba y entregaba el anticipo a las personas, cuyo miembro estaba en nómina de la compañía minera. Este tipo de anticipo era algo normal en aquellos duros años y la compañía en gesto solidario, ofrecía esta pequeña ayuda para llegar a fin de mes. Esta zona donde se guardaba las balanzas y oficina de anticipo, poseía un voladizo, de columnas con techo idénticas a las descritas.


La tienda de los hermanos Delgado, llamada “Palmita” ofrecía artículos de oro, plata, papelería, y todo tipo de prendas de vestir. Era común estos tipos de comercios, pues no se dedicaban a un articulo en cuestión, puesto que ofrecían de todo un poco. En tiempo de reyes tanto “Sensi” como “Palmita” ofrecían también una larga lista de juguetes, para las delicias de los pequeños. Estas tiendas, como la mayoría del pueblo, poseían una lista, donde las personas pagaban de manera mensual, los productos retirados en el momento.


Volviendo a las cubiertas voladizas, descritas anteriormente, sus mostradores eran de ladrillos, recubiertos de cemento, con su color característico, en donde reposaban grandes placas de granito de color burdeos, con puntos de color negro. En la parte superior, la carnicería de Salva y Farolera, nos ofrecían productos de cerdo, ovino y caprino, dichas carnicerías impregnaban el aire de intensos aromas, cuando el jamón de cerdo era cortado y envuelto en papel de traza. Siguiendo el gran mostrador, los “diteros” nos ofrecían prendas de vestir, pagadas a plazo, donde la moda de la época la marcaba el “tergal”.

Colindante con los mostradores de pescaderia estaba la tienda de “García” una pequeña tienda acomodada dentro de la estructura. Un pequeño pasillo delimitaba los mostradores, para que las personas pudieran acceder sin tener que rodear, y aquí nos encontramos con la pescadería, cuyos mostradores diferentes, no poseían el granito, en su lugar, una base pronunciada, permitía que el producto fuera expuesto para ser observados por las personas. Dichos mostradores estaban diseñados, para que el hielo al derretir sobre el pescado, fluyera al final del mostrador, que conectaban con las regolas, al no existir alcantarillado. Las pescadera Ramona Caro (d.e.p) Lucía Giménez (d.e.p) Catalina Monterde y otras que no recuerdo, nos vendían y ofrecían, pescado fresco de la costa, (con gracia y salero) traído en un vetusto camión por Acevedo. La mojarra, junto con sardinas, jureles y chicharros por su bajo coste y abundancia, era lo más vendido.


La otra cubierta voladiza, estaba destinada a la venta de frutas frescas. Llegadas desde varios puntos de pueblos limítrofes, la sandía junto al melón en el verano, eran los reyes, así como los sabrosos plátanos de Canarias, uvas de San Bartolomé de la Torre, verduras para los ricos gazpachos de tomates, pepinos, pimientos, regados solo con agua.


El viernes de cada semana, hacía su aparición los “baratillos” que extendían sus roídas mantas, sobre el fino escorial. Mi madre nos compraba algún juguete para satisfacer, nuestros deseos de imaginación infantil.





Acompaño a mi madre, hasta la plaza

bajo la generosa sombra que me brinda la

sombrilla, en este sofocante mes de julio

vísperas de veladas, aromas de fiesta.


Fragancias de sierra, de costa, filtran el aire

que respiro, inundadas de sombras, ofrecidas

por las cubiertas negras, enlutadas, por las vidas

que se cobra las minas.



Agolpadas frente a los puestos, pacientemente

las personas conversan, murmullan, antes de ser

servidas, cautivadas, hechizadas por los olores

que desprenden el jamón recién cortado, sandías

y doradas de la costa.


La escoria negra, impregna el terreno, hace juego

con las cubiertas y bajo la sombra, baratillos de

juguetes, de mil colores, avivan, realzan, otorgan

y empapan de alegría y júbilo a los niños y niñas

que observamos impávidos...los juguetes.


El ajetreo, es continuo, se respira humanidad,

personas que viene y va, entran, salen,

dialogan, conversan, aireados por la brisa

fresca del abanico.

 

Pronto, la plaza cerrará y las voces callarán

silenciaran, hasta la llegada de un nuevo

día, que nos devuelva de nuevo...la vida.





Recuerdos de Tharsis....La plaza....Un relato de Marcos Tenorio Márquez


Dedicado a mis queridos padres...Bartolomé y Quiteria (D.E.P)





 




 

1 comentario:

  1. Me ha gustado mucho. Enhorabuena. El dibujo está realizado con gran realismo.

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