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martes, 30 de agosto de 2022

Recuerdos de Tharsis...Días de lluvia


 

Recuerdos de Tharsis....Días de lluvia.


...El viento sopla de poniente y los primeros cirro stratos, aparecen por el horizonte. Los ancianos observan la llegada de las nubes, percibiendo como las nubes bajas, van cubriendo el cabezo de la “Divisa” presagiando.


...-Pronto tendremos, agua, amigo Pepe, cierra el cortijo y vente.


Bandadas de gorriones, chapotean, en los charcos junto al grifo, señal inequívoca, de que se acerca una borrasca. El cielo cubierto de negras nubes, disminuye la visibilidad y en todos los hogares, se enciende la luz artificial, Simón precavido y previsor, propone a su esposa.


...-Busca, Josefilla, las velas que guardaste en el armario, pues creo que pronto, estará esto, como la boca de un lobo.


Los primeros rayos, iluminan el ennegrecido cielo haciendo desaparecer la energía eléctrica. Se cumplieron los presagios de Simón, y en todas las casas, brillan de manera tenue, sutil y delicada, el fino halo de luz, de las velas, que iluminan las estancias. Tras el rayo, suena el trueno, con las abuelas husmeando tras las ventanas. Ana, mujer de fuertes convicciones religiosas, coloca detrás de la puerta, una cruz de sal y repite una y mil veces, esta oración:


...-Santo Dios, Santo Inmortal, líbranos señor, de todo mal.


Después de varias horas, de lluvias torrenciales, una ligera tregua es dada, momento que aprovechan, las personas de las casas, para recoger las aguas de los tejados, caídas sobre utensilios dispuestos bajo las canales.


El agua, pulcra, cristalina y limpia, se usará en multitud de tareas en el hogar, aunque María, sabe donde irá destinada:


-Mira, Ramón, que agua mas buena, para endulzar las aceitunas, que trajiste del huerto.


En días de estos, de pequeños, nos aferrábamos a las sábanas y mantas, mientras mi madre, nos suplicaba y pedía, que despertáramos, ya que el desayuno estaba sobre la mesa. El vuelo de una “alpargata” ponía fin a la pequeña resistencia.


Otras veces, cuando las borrascas profundas, desalojaban cantidades brutales de agua, había que usar el ingenio y talento, para no asistir a clase:


...-Vamos, ya está bien de cama, que son las ocho, vamos a tomar el desayuno.


Pregona mi madre, babucha en mano.


...-Mamá, me duele la garganta, creo que tengo fiebre.


Típica escusa, mil veces puesta en practica, aunque poco efectiva, ya que esta medida acarreaba que tendrías que acudir al consultorio médico, donde normalmente te recetarían, las temidas inyecciones, sobre tus nalgas, colocadas por el practicante Don Jesús.


Con el plan descubierto y dilapidado, nos dirigimos hacia la escuela, bajo el enorme escudo que nos brinda, un paraguas portugués.

Ya en clase, Don Martín, nos reprimenda y comenzamos a estudiar, observando la lluvia tras los vidrios de las ventanas.


Que lejanos recuerdos, que nunca olvidaremos, de aquellas grandes borrascas, que nos visitaban todos los años, recién instalado el otoño. Sobre el golfo de Cádiz, ahí se quedaban, girando al contrario que las manecillas de un reloj generando frentes de agua y fuertes vientos, las cuales regaban los sedientos campos, para disfrute de agricultores y pastores.


El olor a tierra mojada, no se olvida, así como leer un buen libro, con el calor del brasero, chimenea u otra fuente de calefacción, mientras las gotas de lluvia, descienden haciendo fluir el liquido tan necesario para la vida.


Las charcas en el pueblo, de tierras secas y resquebrajadas, volvían a recuperar el agua evaporada, para disfrute de ranas, sapos, tritones y salamandras.


Por las calles del pueblo, se respira un aire, envuelto en leña quemada, es el brezo, que calienta el picón, para que los hogares recuperen el calor que el frío les arrebató.

Ya en las largas noches, recuerdos y anécdotas, del fenecido estío, nos devuelve la nostalgia, mientras agitamos el vaso, que contiene el dado, jugando al parchís.



Los primeros días de lluvia, convierten al pueblo en una bella estampa, con el resurgir de brotes verdes de hierbas y otras plantas, tan necesarias para el desarrollo, de las semillas, que el agricultor plantó, en las polvorientas tierras, de nuestros campos.




Recuerdos de Tharsis....Días de lluvia.


Marcos Tenorio Márquez


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