Páginas

viernes, 27 de agosto de 2021

Recuerdos de Tharsis...Talado de eucaliptos centenarios... El cárabo.


 

Recuerdos de Tharsis...Talado de eucaliptos centenarios... El cárabo.


.Mes de mayo de 1992. Modernas motosierras, ávidas de madera fresca, actúan con inusitado desenfreno, guiadas por la manos expertas de hombres curtidos, avezados y expertos en la tala de grandes árboles. El inmenso cinturón de eucaliptos centenarios que rodeaba Tharsis, sucumbe, cede y claudica, ante los dientes de acero de estas flamantes máquinas, ante la pasividad, apatía e impasibilidad, de un pueblo.



Comprendo que algunos de estos grandes eucaliptos tuvieran que ser sacrificados, para la construcción de casas u otros edificios, pero lo que nunca comprenderé es que tuvieran que ser sacrificados todos, con la excusa de hacer un parque en el antiguo “vacie” que albergaba estos grandes ejemplares. El eucalipto, tan apegado, ligado y unido a la vida del minero, poseía un encanto especial en nuestra pedanía, amen de ser refugio de innumerables aves, que encontraban un excelente lugar para anidar. Recuerdos muchas tardes de verano, pasear bajo las sombras que ofrecían de forma generosa sus grandes ramas, impregnarme de las fragancias de la bellas flores que visten de color blanco cada primavera sus encorvadas hojas. Asistir a las sinfonías de los melódicos trinos de las aves, que bajo la intimidad de la frondosidad nos ofrecían todo un repertorio de gorjeos, donde sin duda el ruiseñor sobresalía por la belleza, delicadeza y encanto a la hora de atraer a la hembra. También los eucaliptos, era lugar para la reunión de mineros, que aprovechaban las tardes, para sentarse bajo sus sombras y charlar de los temas de actualidad de aquellos momentos. Este lugar de reunión, cercano al campo de fútbol, fue bautizado de forma simpática como “La Moncloa” pues allí se debatía sobre todo, temas de política, eso sí, tras la llegada de la democracia de nuevo a España.



Pienso (y hablo a agua pasada),que estos grandes ejemplares que ocupaban una zona en la que no ofrecían, obstáculo e impedimentos, para construir casas u otros edificios, tuvieron que ser respetados y bajo sus pies, una capa de tierra fértil, bien cuidada, hubiera albergado lo que hoy conocemos en el nuevo parque...(merenderos, barbacoas, columpios, toboganes y todo lo referente a un parque)...con la ventaja de que estos grandes eucaliptos ya estaban plantados y formaban parte de la historia de Tharsis.

Tras esta breve introducción, paso a relatar, esta historia real, que ocurrió, cuando los eucaliptos eran derribados.


El Cárabo.


...-¡Marcos, un nido de búho, ha sido derribado, estaba en un gran eucalipto!.


Exclamaba, mi querido padre.


...-¿Un nido de búho, cercano al pueblo?.


Pregunté, con ciertas dudas


...-Sí,vamos, te conduzco hasta el lugar.


En un corto intervalo de tiempo, estábamos visualizando un espectáculo, dantesco, terrible, espantoso. El chirriar de las cadenas de las motosierras, en su afán de introducirse en la madera, invadía de sonidos desagradables, molestos e irritantes la zona. El serrín, como la sangre vertida, de cualquier soldado, en el fragor de la batalla, se expandía en todas direcciones, llevadas, conducidas, por el aire que azotaba con fuerza, desde poniente. Con heridas mortales, ocasionadas, al pie de sus enormes troncos, los ejemplares caían, sin remisión, formando un estruendo, y las grandes sombras que nos brindaban, sus ramas, desaparecían para siempre, poniendo fin, a más de cien años de historia.


Triste final, para un icono de este milenario enclave minero llamado Tharsis. Una vez abatidos, eran descuartizados y el último sonido que nadie que haya nacido en esta bendita tierra haya querido escuchar, ponía fin a la vida. Con lágrimas en los ojos, recordé todos lo momentos de mi infancia, vividos, bajo sus frondosas sombras, luego en un ejercicio de resignación, observé hasta donde mi querido padre me había guiado.


Bajo los pies de un enorme tronco de eucalipto, descuartizado, por los dientes de acero, se encontraba el ejemplar que mi padre me había hablado.


...-¡Esto es un cárabo, papa, es una especie de rapaz nocturna!.


Exclamé, pues cuando mi padre me comentó que era un búho, pensé en mi ave favorita, el gran duque o su primo más pequeño el bello, búho chico.


Con mimo lo recogí, con cuidado, de que sus garras impactara contra mi brazo. Era un ejemplar joven, sin duda se había salvado, al poder volar. Según me comentaba mi padre, el nido se encontraba, en un gran eucalipto, cercano, donde se encuentra hoy día la oficina de la extinta empresa de Martín Caro (d.e.p).


Mostraba signo de stress y debilidad general, lo llevé hasta el garaje y lo introduje, en una caja y al poco rato le ofrecí carne de pollo, que engullía con extremada avidez. En unos días recobró toda la fuerza y crecía de modo rápido, hasta casi alcanzar la forma adulta. Poco tiempo después terminado el ciclo de cautividad y viendo que su evolución era la idónea, le dí libertad en el cabezo del Madroñal.


El cárabo es una rapaz nocturna, desconocida, aunque común, pues pasa casi todo el tiempo mimetizada en la frondosidad de grandes árboles. El ulular del cárabo es muy característico, y tiñe de misterio la noche. Sus presas favoritas son lo roedores siendo un gran azote para ratas y ratones, aunque tampoco desdeña algunos ejemplares de aves. Esta ave, bastante común en Tharsis, antes de la desaparición de los grandes eucaliptos, pasa desapercibida, debido a su plumaje, no así por el ulular, siendo confundida con otros ejemplares de búhos como lechuzas o mochuelos.

Y hasta aquí mi pequeño homenaje hacia una magnifica ave, azote de roedores indeseables, cuyo canto nos sumergía en el misterio más absoluto aquellas noches de tiempos pasados, cuando los enormes eucaliptos, formaban parte de nuestro precioso entorno.


Recuerdos de Tharsis...Talado de eucaliptos centenarios... El cárabo.


Marcos Tenorio Márquez.

No hay comentarios:

Publicar un comentario