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sábado, 25 de julio de 2020

Recuerdos de Tharsis....La "dama" de las 3




Recuerdo de Tharsis...La "dama" de las 3


...Espero el popular autobús de “Damas” para partir para Huelva, allí cogeré otro autobús con destino Cartagena. Mi madre se encuentra abatida, derrotada, pues no sé cuando volveré. Me espera un duro periodo de formación en Madrid, para policía naval. Cuando termine dicho periodo de formación, quizás pueda “arrebañar” algunos días, antes de conocer mi destino final.


Cómo siempre, el autobús viene repleto, cargado de personas, que se dirigen a la capital, en horario de tarde. El último instante, el de la despedida, es duro, doloroso, penoso y en estos momentos los sentimientos afloran a flor de piel y no puedes resistir dejar derramar unas lágrimas, con la familia que besan mi rostro repetidamente, entre sollozos y lamentos. Observo a través de la ventana, y contengo el llanto, como mi familia abatida ven como se aleja el autobús. Una sensación de ahogo, como un nudo que me impide respirar, se apodera de mi garganta, mientras respiro con profundidad, para relajarme de la crudeza de este momento.




Más relajado, pues estoy concienciado de que el servicio militar son 18 meses, que poco a poco irá restando y que esta nueva experiencia, de servir a la madre patria, es un honor que cumplimos todos los hijos nacidos en esta bendita tierra. Sumido en la nostalgia y melancolía, comienzo a recordar mis primeros viajes en esta linea de autobuses, creada por el empresario Arturo Damas, el cual eligió su apellido, como marca patentada de esta empresa de viajes, la cual conecta todos los pueblos de la provincia, con la capital. La “Dama” exceptuando algún taxi, era el vehículo elegido por los “Tharsileños” para realizar sus viajes hasta la capital. Por aquellos años, ante la ausencia de vehículos particulares, (los cuales solo existían unos pocos), no dejaba otra elección que un costoso taxi o este medio, más económico aunque lento, por las continuas paradas que debía realizar entre los pueblos por los que pasaba la línea..(Alosno, San Bartolomé de la Torre y Gibraleón ). Largas colas, aguardaban, la llegada del autobús, procedente de Rosal de la Frontera, en horario matinal y desde Villanueva de las Cruces, en horario de tarde.


Titulo a este pequeño relato la “dama de las tres” porque es el horario que recuerdo con más prontitud y del que guardo, anécdotas, acontecimientos y sucesos. Los viajes hasta Huelva, solían ser sobre todo, para comprar ropa, con motivo de las fiestas locales. En tiempo de verano, acudíamos hasta la capital, para conseguir prendas, para lucir en la fiestas por excelencia del pueblo, la popular velada, mientras que en invierno, acudíamos para conseguir prendas para lucir el día de la patrona de los mineros..Santa Barbara. El viaje hasta Huelva, solía durar dos horas, con paradas en los distintos pueblos por los que pasaba, para recoger viajeros. En horario de mañana, es cuando más personas viajaba, por los compromisos de algunos viajeros, de acudir a médicos u otras cuestiones. Las largas colas esperando el autobús, daba lugar a situaciones, donde la polémica, controversia y porfía, estallaban y explotaban, cuando había que acceder al autobús y había pocas plazas que cubrir. Entonces, el lado menos educado, correcto y cortés de las personas, relucían, dando lugar a insultos, injurias y malos modos, llegando incluso a las manos, pues no importaba si habías llegado antes o después, si eras joven, adulto o anciano. Aquí imperaba la ley del más fuerte, sagaz y espabilado a la hora de subir a bordo y no quedar en tierra.


Recuerdo, al subir a bordo, tras una larga lucha, donde mi madre mostraba un fuerte carácter, para no quedar en tierra, el olor a gasoil, del motor del autobús, fusionado con el de los ceniceros de los asientos, rebozantes de colillas y chicles pegados. Un cóctel de olores que ya comenzaba a hacer estragos en tu pobre y delicado estómago, acentuado por las altas temperaturas reinantes.


Todo comenzaba con un “tufillo” nada más arrancar el autobús, un sudor frío, acompañado de continuos bostezos, que desembocaba irremediablemente en el vómito, al cual contribuía de manera incondicional y absoluta, las curvas “Cantareras” interminables y cerradas. Las continuas paradas, en los pueblos, que recorría el autobús, también hacía estragos, en tu castigado estómago, el cual ya había expulsado todo el contenido que almacenaba. Mi madre siempre previsora, llevaba toallas, donde se alojaba los vómitos y de esta forma el autobús no sufría la descarga de alimentos procesados por los ácidos del estómago. Y es que la sensación de vomitar, perduraba todo el trayecto, y muchas veces aguantabas hasta la llegada a la capital, martirizado, torturado, por los fétidos olores que emanaba desde el interior del autobús, acentuado por las altas temperaturas, estabas deseando llegar a la estación, para ir corriendo como alma que lleva el diablo hasta los servicios, donde el estado lamentable de los mismos, se convertía en todo un suplicio, martirio y castigo.


Una vez superado todo, me gustaba curiosear el kiosko de revistas, que aguardaba en una esquina de la estación, comprar comics del capitán Trueno, tebeos de Mortadelo y Filemón, fisgoneando de manera discreta, prudente y reservada, las revistas para adultos, que tímidamente comenzaban a invadir los kioskos, tras la llegada de la democracia. Si accedías a Huelva, en horario de mañana, una costumbre y norma de mi madre, era tomar café con churros, en el popular café central, contemplando los astados y carteles de corridas de toros, que lucían su envejecidas paredes.


Una vez tomado el café, con los deliciosos churros, los almacenes Arcos, Nuevas Galerías y el Barato, nos acogían para poner a nuestra disposición innumerables prendas para elegir. Casi todo el pueblo de Tharsis, se reunían en torno a estos grandes almacenes y los saludos eran continuos(ya no sabía si estabas en Huelva o en los aledaños del circulo minero).Una vez realizadas las compras, con los distintos “vales” que te extendía el “economato” o algún comercio, comenzaba de nuevo el suplicio, aunque a decir verdad, los viajes de retorno no eran tan desagradables, el motivo podría ser por la llegada de la brisa fresca de la tarde en verano o por la llegada de la noche en invierno, lo cierto es que la sensación de vértigo desaparecía.


Años más tarde, una pastilla con un compuesto llamado “Biodramina”, acababa con el molesto vértigo y los vómitos asociados.


Recuerdos de Tharsis...La “Dama” de las 3


Marcos Tenorio Márquez

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