Recuerdos de Tharsis...¨La ejecución del gol¨
...A finales de la década de los años sesenta, solía acudir a la modesta “garita” que mi querida abuela Romana, poseía en calle Alicante. El estío tardío, a punto de dar paso al otoño, aún se dejaba notar en el ambiente, y los vecinos buscaban aún la sombra que brindaban los cuarteles, para tomar el fresco de la brisa sureña, que agitaba levemente las balsámicas hojas de eucaliptos, envolviendo las callejuelas de fragancias y aromas.
Mi abuela, experta en contar chascarrillos, cuentos e historias, nos alegraba la tarde, a mi y hermana, endulzada con alguna golosina de la pequeña tienda de María “Marra”. Ya cuando la tarde declinaba y el sol escondía su dorado circulo tras el cabezo “Madroñal”, ovaciones, palmas y aplausos, se escuchaba sobre la parte de atrás de la calle, concretamente la calle Málaga justo enfrente del campo de fútbol. Mi abuela, quizás extasiada por la emoción, tocaba las palmas y de su despoblada boca salía esta frase...
...- Goooool del Tharsis.
Quizás repitiendo, la frase que todos los aficionados gritaban al unísono, quebrando la paz y el sosiego, de la tranquila tarde. A temprana edad, desconocía a que se debía aquel griterío y la pasión, de aquellos hombres y mujeres, desbordada en algunos momentos de la tarde. Mi abuela, totalmente profana en cuanto a conocimientos, no sabía dar respuestas, que satisficieran mi curiosidad. Años más tarde, mi padre, me hizo socio del glorioso Club Atlético Tharsis y asistí al primer encuentro, con tan solo seis años. Mi querido padre, forofo e hincha, del fútbol en general, me explicaba todo lo concerniente a este fantástico deporte, llamado balompié, pero que adoptó la palabra de origen Británico “fútbol”, como tantas otras que pululan por nuestro idioma. El vetusto campo de fútbol, donde se disputa los encuentros, era antes un gran solar, rodeado de eucaliptos y algunos huertos en la zona este. A finales de la década de los años cincuenta, comenzó la construcción de vestuarios, cantina, vallado y pequeñas casetas para la venta de entradas. La compañía minera propietaria de los terrenos, no quiso excederse, en dar margen al campo y este quedó excesivamente limitado, poniendo en peligro a jugadores por la proximidad de vallas de ladrillos. Acompañado por mi padre, y su fiel amigo Félix, nos acercamos, hasta la puerta de entrada, donde una multitud aguardaba de manera paciente, la apertura de la puerta. Enseñamos nuestros carnets de socio y pasamos al campo, ocupando una posición cercana a la cantina. Poco a poco, el campo se llenaba, de todo tipo de personas, mayoría varones, trabajadores de la compañía minera, al igual que mi padre y amigo. Con enorme curiosidad, preguntaba a mi padre por todo el mobiliario, que exhibía el interior del campo, donde me sorprendió sobremanera, el marcador, una plataforma que se elevaba a una considerable altura, publicitando el popular refresco “coca cola” con los marcadores de visitante y local, y en lo más alto ondeaban las banderas del club y la de España. Con todo preparado, los equipos saltaron al campo acompañados por unos señores de negro. Pregunté con curiosidad a mi padre, que eran esos señores, mi padre viendo mi rostro dubitativo, esbozando una sonrisa, respondió.
...-Esos, hijo mío, que ves de negro, son el arbitro y una pareja de linieres y son como los jueces que deben imponer unas leyes para que el juego discurra por los cauces que dicta el reglamento.
Las técnicas palabras de mi padre, me sorprendieron, y crearon en mí más dudas. Transcurridos cierto tiempo de nuevo pregunté a mi padre, exclamando.
...¡ Papa, cuando la gente ovaciona y grita de alegría, como cuando me encontraba en casa de abuela.
…-Jajajaja, debes tener paciencia, nuestro equipo es fuerte con muy buenos jugadores, pronto vendrá a eso que se le llama gol.
Transcurridos, varios minutos, desde mi última exclamación, una pequeña ovación podría escucharse sobre el azulado cielo, salpicado de diminutas nubes, una ovación producida por un reducido grupo de aficionados, nuevamente mi curiosidad por saber que había pasado, hizo de nuevo que preguntara a mi padre.
...-¿Papá, que ha pasado ?
...-Pues nada hijo, que ha habido gol, pero del equipo contrario.
La contestación de mi padre, triste, afligida y apenada, sentenciaba, que las cosas no marchaban por el cauce que deseábamos. Con la ventaja en el marcador del equipo visitante, los jugadores marcharon a vestuarios, y en ese espacio de tiempo mi padre aprovechó para acercarse a la cantina y ofrecerme un rico refresco de cola.
Tras el consabido descanso, los equipos volvieron a la cancha, (como diría un argentino) con el 0-1 sobre el marcador. En mis pensamientos, estaba aquellas tremendas ovaciones, que escuchaba desde casa de mi abuela, las cuales quería comprobar en mi primer encuentro al que asistía.
El público presente que abarrotaba el campo, comenzó a aplaudir y animar a los jugadores, nacidos todos en esta bendita tierra, y esa motivación, hizo que el equipo desmotivado por el resultado adverso, comenzara a hilvanar jugadas desde el centro del campo, con un incansable Ponce, que surtía de balones a los rápidos extremos, que colgaban balones al área, buscando a los delanteros, y como dice el refrán tanto va el cántaro a la fuente que al final.... y un centro medido de Sebastián el de la Viva, fue rematado de manera, formidable y magnifica, por el centro delantero Durillo, desatando en el público el delirio, éxtasis y una fuerte ovación con la palabra mágica, se elevó por todos los rincones del pueblo.
Quebrando el sosiego de gorriones
que elevaban sus frágiles cuerpos
sobre el cielo, mecidos por la brisa
sureña.
Quebrando el silencio de las minas
cuyo malacate, producía, centelleantes
sonidos, sumándose a la fiesta.
Quebrando, la calma de abuelas y
abuelos, entregados a la consecución
del café, tras la consabida siesta.
Quebrando, la serenidad, de los pocos
vecinos, al cual el balompié, no había
seducido, sentados a la sombra de
los eucaliptos.
Quebrando la tranquilidad de un
pueblo, donde el balompié, ayudaba
a mitigar los estragos de las minas
y por unas horas el pueblo olvidaba
y sonreía.
Recuerdos de Tharsis...”La ejecución del gol”
Un relato de Marcos Tenorio Márquez.
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