martes, 9 de marzo de 2021

Recuerdo de Tharsis...Miércoles de ceniza


 

Recuerdos de Tharsis...Miércoles de ceniza.


...Haciendo ejercicio de memoria, vagos recuerdos, se alojan en alguna parte de mi cerebro, debido a los años pasados, los cuales quiero precisar, concentrándome, para conseguir ajustar, como si de un puzzle se tratara, todas aquellas evocaciones y menciones, que fueron captadas en su día, y que el tiempo no ha logrado borrar. En nuestra infancia y adolescencia, recordamos un día muy especial, el miércoles de ceniza, así titulo este nuevo relato, dentro del apartado que en mi blog designo a los recuerdos del pueblo.


El periodo de carnaval, se inicia, precisamente con el que titulo el relato, y quizás el día del que guardo más recuerdos, pues este día estaba dedicado exclusivamente a embadurnar los rostros, a jóvenes adolescentes, con harina. Ante el reto y desafío que suponía, para las jóvenes mineras, salir por las calles del pueblo, patrulladas, rondadas y vigiladas, por multitud de jóvenes, armados con bolsas de harina, dispuestos a impregnar a la mayoría de féminas, sin importar la edad. Salía a relucir con orgullo, quizás, el poder físico, que siempre el hombre ha ejercido sobre la figura de la mujer, por ello, a veces, se producían asaltos, violentos, feroces e impulsivos como si una manada de hienas hambrientas, abatieran un cebra, en la sabana africana, obviamente, metafóricamente hablando, quedando la victima totalmente embadurnada del color blanco, característico de la harina.


El viernes de carnaval, sin duda, todo gira en torno al entierro, que en cada pueblo, designa la identidad que posee, como Tharsis, es tierra minera, pues, que mejor, que llamar al entierro...”De la piedra de mineral”. El entierro de la piedra de mineral, así como miércoles de ceniza y pasacalles, han tenido ciclos en los cuales, ha alternado años, en los que la respuesta por parte de las personas, fueron excelentes, masivas, con otros años en que ese espíritu carnavalero, había bajado, debido a los cambios generacionales. Un gran repunte del carnaval, tuvo en Tharsis, los últimos años de la década de los ochenta y primeros de los noventa, con la iniciativa de varios grupos de jóvenes, que sin duda transmitieron, ánimos y estímulos, para que el carnaval recobrara el espíritu festivo, que goza en otros pueblos de la provincia. Bien organizados, como si de un funeral se tratara, comitivas de viudos y viudas, lloraban de manera desconsolada la piedra de mineral, que alojada en un carro, tirado por un mulo, seguía una ruta que acababa en la corta de Sierra Bullones, donde un obispo leía en clave de humor, gracia e ingenio, pasajes de corte “chirigotescos”. Saturados de alcohol y sustancias nocivas, el realismo, desarrollado en cada escena, demostraban y constataban, las ansias de jarana, juerga y cachondeo, que esta popular fiesta necesita.


El sábado de carnaval, toda la atención giraba, en torno a los bailes de disfraces, que se organizaban en el circulo minero y cine “Emilita” donde multitud de personas disfrazadas, pugnaban por llevarse el premio a los mejores disfraces tanto individual como grupo. Algunos disfraces, majestuosos, sublimes y esplendorosos, llevaban el sello de sus diseñadores/as, otros por el contrario, realizados con prisa, prontitud y celeridad, aportaban originalidad como ejemplo el de jeques árabes o imitando a los integrantes del grupo de rock ZZ Top.


Para terminar este breve repaso de los carnavales, recordamos los populares pasacalles y personas, que popularizaron la fiesta en años difíciles, donde la participación era nula, pero esas personas nunca perdieron su carácter y condición y siguieron disfrazándose y haciéndonos reír.


Y volviendo de nuevo, al miércoles de cenizas, y terminar este pequeño relato, quiero describir lo que suponía este día, para unos adolescentes allá por la lejana década de los años setenta. Todo comenzaba por la adquisición de harina, a granel, días antes, las cuales era alojada en bolsas de plástico e incluso tela. Cada cual añadía la cantidad que necesitaba, había bolsas de cuarto de quilo, de medio e incluso de quilo, todo un arsenal, para cubrir bien los rostros de las adolescentes y no tan adolescentes. Nuestro objetivo era el personal femenino,sobre todo las adolescentes, que acudían a clase, bajo la custodia, vigilancia y escolta de padres, hermanos o tíos. En clase estaba terminantemente prohibido, arrojar harina, y para ello guardábamos las bolsas en lugares estratégicos, lejos de la mirada de profesores y profesoras, que protegían a las adolescentes con autentico celo, afán y entusiasmo. Pero era sobre todo a la salida de clase, cuando comenzaba la verdadera “revolución”...las bolsas de harina guardadas en clase, salían a relucir y las adolescentes nuestro objetivo.


Como una manada de lobos hambrientos, hienas ávidas de carne fresca, nos abalanzábamos sobre nuestro propósito, que no era otro que embadurnar los rostros de las adolescentes. Para tal fin y conseguir nuestro objetivo, nos constituíamos en grupos, bastante salvajes y agresivos, para demostrar al sexo débil, nuestra supremacía y superioridad, en una sociedad bastante machista en aquellos años. Las adolescentes protegidas por familiares, rechazaban nuestras embestidas, con garrotazos o paraguazos, si el tiempo amenazaba con lluvia, pero pronto sucumbían...al menor descuido. Como buitres en busca de carroña, nos abalanzábamos sobre nuestra presa y el color blanco se adhería sobre el rostro y cuerpo de la victima, en una ceremonia ancestral, de muchos años de antigüedad. Grupos de niños, adolescentes y jóvenes, con bolsas de harina, recorríamos las distintas calles del pueblo, sobre nuestros rostros, a modo de pintura de guerra, como salvajes indios en el albor de una gran batalla, lucíamos el color blanco de la harina. 

 

Algunas niñas valientes, osadas y audaces, nos desafiaban al salir a la calle, demostraban que el sexo débil también estaba presente en esta sociedad, dominada por el sexo opuesto...muchas de ellas sucumbían ante grupo de adolescentes, bien organizados, tras cerrar el paso por las distintas callejas del pueblo. La victima, era vulgarmente embadurnada de pies a cabeza. Otras adolescentes por el contrario, verdaderas atletas, nos daban esquinazo, refugiando en casa de alguna vecina o familiar, tras recorrer un largo trecho, sin que pudiéramos alcanzarlas. Estos familiares y vecinos, armados con escobas u otros utensilios de limpieza, rechazaban nuestras acometidas, con verdadera furia y coraje. Más de un escobazo, he presenciado en aquellos años de mi infancia y adolescencia, ante las carcajadas de mis amigos y compañeros. Ya cuando la noche caía, los últimos rezagados aún continuaban con las bolsas recorriendo el pueblo. Sobre la tierra de las calles sin asfaltar y pavimentar, se podrían observar la harina, como si de una nevada se tratara, de los combates librados por los adolescentes en su afán de embadurnar los rostros de las adolescentes. Un año más, terminaba el miércoles de ceniza, una tradición ancestral, en un carnaval que todos los años contaba con la presencia de auténticos personajes carnavaleros como ...“ La Curta, Catalina, Francisca (madre de Manuel Picilla), Manuela Barreiro, Martín González Olmedo, Juan “Balasi”, Pedro María Delgado, Catalino, Pedro Volante”....y otros que no recuerdo en estos momentos, pero que desde aquí le dedico este modesto y sincero homenaje.



Recuerdos de Tharsis...Miércoles de ceniza


Marcos Tenorio Márquez.


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