En
busca del nido del “cuco”
Nuestra infancia y adolescencia, están colmadas de momentos inolvidables, que quedan registradas en una pequeña zona de nuestro cerebro, para recordarlas y sumirnos en la nostalgia, mientras esbozamos una sonrisa y exclamamos en silencio.
..-¡Que años más felices, ojalá nunca hubieran pasado!.
En mi blog, trato de recordar esos momentos, pues todos hemos sido niños/as y nos gusta rememorar el pasado, con historias, anécdotas ocurridas en un pueblo, del cual nos sentimos todos orgullosos/as.
Por fin llegaba el viernes, en una semana de intenso trabajo en el colegio público. Ya en casa por la noche, después de cenar, nos disponíamos a ver el programa del doctor Félix Rodriguez de la Fuente...”El hombre y la tierra” magnifica serie dónde se nos mostraba con todo su esplendor, hermosura y belleza, la fauna española, en capítulos.
Con su extraordinario dominio de la palabra, Félix, de modo didáctico, nos introducía en el mundo de las distintas especies que pueblan nuestros bosques, campos, montes y páramos.
Con un especializado equipo de naturalistas y científicos, perfectamente cualificados, nos mostraba en espléndidos documentales de veinticinco minutos, toda la belleza de nuestro patrimonio faunístico.
Los sábados por la mañana, tras la pausa del colegio, destinábamos el día a incursiones por los montes y cabezos, que rodean al pueblo, siendo nuestro principal objetivo, el fabuloso cabezo de “Madroñal” poblado de pinos carrascos, piñoneros y arbustos (aulagas, brezos, jaguarzos y jaras).
La primavera se mostraba con toda brillantez y exuberancia, y las flores competían, rivalizaban y pugnaban por ser las más bellas y conseguir que las abejas las polinizaran, para esparcir como si de una mantilla se tratara, su frondosa capa de múltiples colores, bajo la sombra de los verdes pinos.
Los pinos carrascos y piñoneros, ocupaban gran parte del cabezo, extendiendo su verde manto, hasta las cercanías del “Pinillo” bajo sus generosas sombras, ofrecían cobijo a multitud de animales, donde destacábamos los astutos zorros, comadrejas y multitud de conejos, que multiplicaban y se reproducían de modo espectacular, en conejeras distribuidas por toda la zona.
A los pies del cabezo, un notable cinturón de huertos de tierra fértil, se extienden con sus chozas blancas, enfrente, el color verde de las matas de patatas, presagiaban buena cosecha. Las chumberas con sus carnosas pencas llenas de espinas, delimitan los distintos huertos, formando vallas naturales, sus frutos, llamados higos chumbos, constituyen todo un manjar para los cerdos.
En busca del nido del “cuco”.
Nuestra aventura comenzaba en el huerto de mi abuelo Juan. Desde allí, ascendíamos hasta la pared que delimita, la pequeña parcela, del cabezo, donde los primeros pinos carrascos se nos mostraban altivos, imperiosos, soberbios. Bajo sus sombras, una intrincada maraña de arbustos, se fusionaban, ofreciendo una maleza y espesura, saturadas de colores y olores maravillosos, que tras penetrar por nuestras fosas nasales, originaban una satisfacción, que no se puede describir en palabras.
Nuestro objetivo, era encontrar nidos de las muchas especies de aves, pequeñas, medianas y grandes que anidan sobre los pinos y arbustos.
En el interior del bosque, infinidad de melódicos cantos de pequeñas aves nos daban la bienvenida, arañas de múltiples colores, tejían intrincadas telarañas para capturar insectos, que caían sobre la red y los tímidos y abundantes conejos emprendían veloz huida cuando presentían, presagiaban, nuestra presencia.
Los primeros nidos de pardillos, conocidos por estas tierras como “jamases” eran encontrados sobre bellas aulagas, espinosas y de vivos colores amarillos. Con absoluta curiosidad mirábamos la pequeña morada ,construida de ramitas, en su parte exterior y forrado de forma esponjosa, blanda y delicada, en su interior, para favorecer el nacimiento de las crías.
..-¡Cuatro huevos!.
Exclamábamos al unísono, y tras memorizar el lugar, para volver otro día, proseguíamos con la búsqueda. De pronto, un sonido reclamó nuestra atención. Desde un pino carrasco, junto al reciente construido pilón, se escuchaba...”cu cu cu cu”...el más pequeño del grupo, preguntó
..-¿Que canto más raro, que será?
Todos respondimos.
..-Es un cuco.
Mientras Juan, exclamó.
..-¡Vamos a verlo!.
Con sigilo, nos acercamos hasta el lugar, donde el cuclillo emitía tan estridente canto, y pudimos comprobar como un ave de buen tamaño emprendía el vuelo, mientras todos nos quedamos embelesados, cautivados y seducidos por la belleza de su plumaje.
...(El plumaje del macho, es ceniciento,por encima y gris claro con fajas oscuras horizontales y paralelas en su parte inferior)
Llegamos hasta el pino, desde donde emitía su canto, observando multitud de ramitas entrecruzadas, casi en la misma copa, todos llegamos a una conclusión, y exclamamos.
..-¡Ahí está el nido!.
En pocos minutos, Ángel Domínguez, nuestro experto en escaladas de grandes ejemplares de árboles, pronto estuvo dispuesto a escalar aquel ejemplar de pino carrasco, de casi cuatro metros de altura. Abajo, todos observábamos la evolución de Ángel, escalando aquellas ramas, hasta llegar justo delante del nido, todos juntos preguntamos con verdadera intriga, por conocer que contenía aquel gran nido.
..-¿Tiene algo?.
.-Nada, es un nido abandonado, puede ser que de tórtola.
Mascullaba Ángel, desde la misma copa del pino.
Desilusionados, decepcionados y frustrados, proseguimos la búsqueda, sin perder la fe de que en algún otro pino se encontrara, el tan ansiado nido.
Innumerables, nidos de ratas, aparecían sobre las hojas de los pinos, formando una especie de aglomeración esponjosa, algodonada, de color blancuzco, años más tarde nos enteramos que estos “nidos” no pertenecían a ningún roedor, sino a la procesionaria, un lepidóptero que actúa cómo una plaga para los pinos, dañando de forma considerable sus finas hojas.
Encontrar el nido de tan maravillosa ave, me llegó a obsesionar, y fueron muchas las incursiones que hicimos, en busca del nido, sin obtener resultados positivos.
Una de tantas mañanas de sábado, salimos yo y mi amigo Juan Alonso, en busca de nuevo, del tan ansiado nido. Comenzamos la búsqueda, por un camino tortuoso, sinuoso, escabroso, que se adentraba en los pinos, a la altura del huerto de Dolores“Rambla”.
Grandes pinos de varios metros de altura, nos recibían con sus infinitas sombras, fragancias de aromos en flor, nos llegaban desde los huertos limítrofes, en agradables oleadas, perfumando el contorno.
Comenzamos la exploración de aquellos parajes, de forma exhaustiva, peinando cada palmo, observando todas las copas de los altivos pinos, de nuevo el canto del cuco, reclamó nuestra atención, y seguimos el canto hasta llegar a un lugar, que no habíamos visitado antes.
Un lugar de denso e impenetrable follaje, enmarañado, complicado y dificultado, por una red de arbustos, que nos impedían el paso. Las ramas de los pinos llegaban hasta el suelo, fusionándose con jaguarzos, aulagas, tojos y jaras, un lugar virgen, por excelencia, donde jamás había estado nadie y nosotros como exploradores habíamos descubierto. De pronto una ave de grandes dimensiones emprendió el vuelo, desde un pino cercano.
.-¡Ahí va!.
Exclamó Juan Alonso, con un fuerte grito.
Llegamos hasta el lugar y por fin sobre una altura, de unos dos metros, se encontraba el fantástico nido, de buenas dimensiones. Escalamos aquellas grandes ramas y con cuidado cogimos el nido, que contenía tres polluellos, escasamente emplumados. Indescriptible e inenarrable, fue la sensación que disfrutamos al bajar el nido de aquel pino. Con enorme alegría volvimos para el pueblo..¡Por fin, habíamos encontrado el tan ansiado nido de cuco!.
Al pasar junto a la esquina de la calle “Alicante”,encontramos a Domingo “Saltito” que descansaba sentado sobre una silla de enea, con curiosidad preguntó.
..-¿Que lleváis ahí?
..-Un nido de cuco, que hemos encontrado..-
respondimos al unísono.
De repente aquel hombre, comenzó a sonreír, una sonrisa que se convertía en burlona, sarcástica, socarrona.
..-¡Jajajajajajajajaja...no hijo, no....el cuco no construye nido, se trata de una especie parasitaria, que incuba sobre nidos ajenos, para que otras aves los críe, una vez haya nacido arroja al exterior a sus legítimos inquilinos y la cría de cuco se queda solitaria para ser alimentada..eso que lleváis ahí, son tres crías de mirlo!.
Exclamó, tras el discurso didáctico.
Con rostros sorprendidos, pasmados y asombrados, quedamos los dos y tras mirarnos, sonreímos, nuestra inocencia e ingenuidad de infancia, nos había dado, tras el discurso de Domingo, una buena lección.
En busca del nido del “cuco”.....Un relato original de Marcos Tenorio Márquez.
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