Recuerdos
de Tharsis...Aquellos bailes en el casino.
Mi
bautismo de fuego.
…Me
cuenta Manuel, residente en San Bartolomé de la Torre, y emigrante, que
ha pasado parte de su vida, en Alemania..
..-Recuerdo, los bailes que
se hacían en el Circulo Minero, sobre mediados de la década, de los
años cincuenta, entonces, Tharsis, era un pueblo de mucha vida, y muchos
jóvenes de los pueblos de alrededor, nos trasladábamos, hasta aquel
magnífico edificio, para pasar un buen rato. Por la
mañana,
regresábamos para el pueblo, campo a través”.
Mi
incorporación a los bailes fue tardía, pues ya rebasaba los 17 años
y estaba a punto de cumplir 18. Recuerdo un mes de febrero de
1981, sobre mediados.
..-¡Este sábado vamos a venir al
baile!
Exclamaba mi buen amigo Francisco.
..-¿Pero el baile, es para
los socios, y yo aún no he cumplido 18?.
Pregunté.
..-Eso no
importa, conozco personas que llevan viniendo desde los 16 y nadie les
dice nada, cuando te pregunte el portero..-¿Eres socio?..Tu dices que
si y ya está.
Respondía Francisco, para dar tranquilidad.
Toda
la semana, antes de mi incorporación, me llevé pensando, me
preguntaba.
..-¿Como será el baile!...¿Hay que saber bailar?.
Estos
interrogantes encontraron respuestas, el día que por fin, acudía al
local. Mi gran duda durante toda la semana, sería.
..¿Que ropa me
pongo?..Es imprudente llevar camiseta negra de AC/DC y tejanos, o
encorsetado con un traje de niño pijo.
Estas dudas me causaba
inquietud, intranquilidad y preocupación. Pronto hallé la
respuesta, busqué en el baúl de los recuerdos (como diría una joven
Karina) y allí encontraba prendas de todo tipo, algunas
pertenecientes a mis primos. Sin dudar, elegí un conjunto de pantalón
tergal y un jersey de cuello “V”. Con este conjunto me plantaba
ante las puertas del gran Circulo Minero. Mi nerviosismo y ansiedad
ascendía, cuando ya se acercaba la hora de entrar en aquel
antro, acompañado por mis amigos.
El
portero me preguntaba que si era socio.
..-¡Si!.
Exclamé, con algunas
dudas. Las personas que guardaban cola, desde atrás, empujaban para
poder entrar y en esos momentos pude acceder al local, llevando una
fuerte impresión. El Circulo Minero estaba abarrotado de
personas. En un rincón del mismo, una plataforma servía para que
el conjunto en cuestión (Los Bombines y Sandra) tocaran los temas de
moda en el momento. Abajo, una pequeña pista de baile, flanqueada por
los bancos de la sala de billar, con la madera color verde y sus
asientos acolchados, recubierto de skay color burdeos, daban descanso a
los jóvenes y no tan jóvenes, que se habían marcado unos
bailes, agitando sus melenas o su incipiente calva.
Media
docena de camareros, con su riguroso traje, pantalón negro, camisa
blanca, se afanaban para servir las mesas de reuniones de amigos,
dispuestas por la zona de las ventanas. Sobre sus bandejas relucían
la bebida de moda hasta el momento, ginebra, marca “Burdons”
para los humildes y “Larios” para los altivos con delirios de
grandeza, flanqueadas con refrescos de cola, naranja o tónica. Con
total timidez, recorrí un corto espacio, hasta llegar a la mesa donde
nos aguardaba nuestra reunión, en la sala de televisión. El olor a
laca impregnaba el lugar otorgando un ambiente vintage, como de otra
época. Jóvenes galanes lucían peinados, bien marcados, dónde no
sobresalía ningún pelo rebelde. Con movimientos robóticos, cuidaban
que su imagen no se deteriorara, para lucir ante sus idolatradas
novias, que sonreían ante los chistes fáciles que estos contaban, no
importándoles si estos provenían de alguna persona de aspecto
físico poco atractivo o que bailaba en la pista de manera poco
ortodoxa.
Estos jóvenes en su mayoría narcisistas, acudían a cada
instante a retocar su imagen, ante el espejo situado en la gran sala.
Ellas por el contrario acudían en parejas para también retocar su
rostro, pintalabios, rimel y un sinfín de objetos, las mantenía en
plena forma, cubriendo alguna imperfección que hubiera surgido.
Las
mesas, abarrotadas de botellas de ginebra y refrescos, ofrecían un
aspecto de abundancia. Algunos tipos, preparaban sus cuba libres, a
base de ginebra, tres cuartas partes de ginebra y una parte de
cola, otros por el contrario más precavidos sólo empleaban una
pequeña porción de ginebra.
Después
de beber unos cuantos cubatas, llegaba mi bautismo de fuego, me tenía
que enfrentar a la pista de baile, donde un comité de expertos no
quitaban los ojos de encima a las personas novatas que se habían
incorporado en esos momentos. No recuerdo que tema sonaba en esos
momentos, pero sí recuerdo la pista abarrotada, de personas de todas
las edades, que bailaban de forma anárquica, sin importarles la
estética ni la armonía. Para no llamar la atención, me introduje
sobre la zona centro, oculto de miradas indiscretas y allí moví las
caderas, hasta que la música de una balada lenta, me hizo retornar a
mi asiento. Pasadas casi tres horas en el interior del local, bebiendo
como un cosaco, apetecía salir un rato al exterior y respirar un poco
de aire puro, aprovechando el momento que los integrantes de la
banda, reclamaban un merecido descanso.
El
paseo, abarrotado de personas, ofrecía una imagen nostálgica, al ser
recordada hoy día. Un olorcillo de hamburguesas, a la plancha,
llegaba hasta mis fosas nasales, desde el kiosko de Cati. Como un
sabueso, seguí la pista y pronto estaba devorando una rica
hamburguesa, acompañada de una fría cerveza marca
“Cruzcampo”. Saciado, volvía de nuevo al local, aunque antes había
saboreado un “canuto de marihuana”. En esos momentos
pensé, solo faltaría que este conjunto llamado “Los
Bombines”, tocara un tema de Bob Marley, para completar la
faena. No fue así y Sandra, comenzó a cantar boleros, ante el
delirio de los veteranos de guerra, que ocupaban la pista de forma
masiva, acompañado de sus parejas.
Seguimos con nuestra afición, beber
cubatas, pues la música no nos interesaba. Algunos
compañeros, atrevidos y decididos, con litros de alcohol corriendo por
sus venas (como cantaría Ramoncín)charlaban con jóvenes de risa
fácil, para demostrar que estaban locamente enamorados. Ellas por el
contrario, viendo el lamentable estado de su interlocutores, lo
mandaban a freír espárragos.
..-¡Hombre, te lo llevo diciendo mil
veces, que para ligar hay que dejar el alcohol!
Exclamaba, algún
compañero, mientras degustaba su undécimo refresco de cola. Las
horas pasaban rápidas, y algunas parejas comenzaban a abandonar el
local, ante mesas abarrotadas de todo tipo de botellas. En
silencio, exclamé
..-¡Vaya faena, les espera a los camareros!.
Con
el sol a punto de irrumpir, por la corta de Filón Norte, enfilé mi
vuelta a casa, con una resaca de órdago. En mis tímpanos, aún
resonaba el último tema tocado por la orquesta, nada más y nada
menos que “You Are The One That I Want” de John Travolta y Olivia
Newton John. Donde asistí quizás al momento más divertido del
baile. Aspirantes a Travoltas, con tupés incluidos, bailaban ante
sus orgásmicas novias, que babeaban sintiéndose, por momentos la
reina del baile, contempladas por un público expectante y resacoso.
Al día siguiente, después de una transfusión de música rock, que
desinfectara mis oídos de lo escuchado en el baile. Me reunía con
mis amigos en el bar el “Trompe”. Todos juntos ante unas frías
cervezas, recordamos las anécdotas del baile pasado. Desde ese día
alternaba los bailes del casino junto con los de cine “Emilita”, de
gran recuerdo para los que peinamos canas. También debo decir que
los pantalones tipo tergal y jersey cuello “V” no me los volví a
poner jamás. Desde aquel momento mi camiseta de AC/DC y mis tejanos
LEE, me acompañaron a todos los bailes.
Recuerdos
de Tharsis...Aquellos bailes en el casino.
Mi
bautismo de fuego.
Marcos
Tenorio Márquez.
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